lunes, 30 de octubre de 2017

Manual básico de supervivencia turística

LETRA N

Navidad
Festividad de origen cristiano que se celebra el 25 de diciembre. Durante la jornada -al menos teóricamente- debiera celebrarse el nacimiento de Jesús pero en la práctica se traduce en una serie de rituales que han sabido combinar costumbres de diversos pueblos orientales y europeos con la tradición judeo-cristiana y el consumismo de tipo capitalista. Por lo general se trata de un día feriado en el que TODO (incluidos los mercados de Navidad) suele encontrarse cerrado, con la notable excepción de los algunos restaurantes. En Alemania, Suiza, Escandinavia, Holanda y otros países suele estar acompañado por un segundo día feriado, el 26 de diciembre. 

Navidad, circo de
Conjunto de hábitos y costumbres que rodean la celebración de la Navidad en sus días (y meses) previos. Sí, ya sé. Me van a decir que soy un Grinch. Y lo soy. Pero no encuentro otra forma para describir la parafernalia comercial (y adicionalmente, decorativa) que se produce en torno a la Navidad. El circo comienza entre finales de Septiembre cuando comienza la venta de decoración navideña y cuando los supermercados empiezan a ofrecer alimentos típicos (Lebkuchen, Spekulatius, Stollen, garrapiñadas y un larguísimo etcétera). Se complementa en octubre cuando la decoración navideña gana presencia en edificios y calles. Para noviembre el circo ya está absolutamente montado con los mercados, la venta de Glühwein y la decoración de los (pocos) rincones de la ciudad que se habían salvado de verse invadidos por muérdagos, pinos, guirnaldas y bolas.

Navidad, mercado de
Dícese de los mercados que desde la última semana de noviembre (¡sí, noviembre!) invaden las plazas de todo el mundo germánico y afines. También son comunes en regiones o ciudades que tuvieron alguna población alemana importante (por ejemplo, muchas ciudades de la actual Polonia y la República Checa).
En general suelen ofrecer adornos de madera (especialmente de Erzbebirge –los Montes Metálicos, acá nomás a media hora de Dresden-), pirámides de Navidad, Stollen, Lebküchen, especias y Glühwein. Por alguna extraña razón también son populares los puestos de escobas y cepillos (¿limpieza de fin de año?) y, por supuesto, siempre hay Wurst. Los puestos de comida al paso ocupan, como siempre, un lugar importante de estos mercados. Es común que las personas (turistas y nativos por igual) utilicen los mercados de navidad como puntos de encuentro o -más bien- como excusa para salir del calorcito de casa y exponerse a un frío atroz que sólo gracias a la ingesta de Glühwein puede ser sobrellevado con cierta comodidad.

LETRA O

Olores
Experiencia sensorial olfativa en la que se percibe el perfume o fragancia de las sustancias. Al margen de los positivos ( a especias y frutas en los mercados, o a árboles y flores en los parques) el/la turista debe estar preparado/a para enfrentarse a una serie de olores que desprenden los cuerpos humanos. Especialmente como resultado del proceso de transpiración. No sólo al simple sudor sino a la transpiración condensada desde tiempos inmemoriables producto de la poco frecuente práctica de la costumbre conocida como un buen baño con agua y jabón (Para más información dirigirse a La primavera, sus fragancias y sus olores). A pesar de ser más fuertes en las temporadas más cálidas, no por ello dejan de percibirse en otoño o invierno.

Orientales, turistas.
Dícese de la horda de turistas provenientes de China, Japón o Corea que recorre el circuito turístico europeo. Su hábitat suelen ser las principales atracciones del viejo continente, dónde se los reconoce por avanzar en grupos armados con cámaras, celulares (y sus infaltables selfie sticks), tablets y demás aparatos electrónicos con los que registran digitalmente su viaje. Suelen asimismo amucharse en torno a edificios, cuadros y/o esculturas especialmente famosos y posar junto a ellos, normalmente haciendo algún tipo de gesto. También basta con que algún miembro del grupo considere alguna cosa digna de ser fotografiada para que la totalidad del conjunto lo/la imite. Al encontrarse con uno de estos grupos debe tenerse cuidado ya que no suelen detectar la existencia de otros seres intentando tomar una foto ni avanzando en la dirección contraria.

Otoño 
Período del año que teóricamente media entre el verano y el invierno pero que en la práctica del mundo europeo situado al norte de los Alpes comienza durante el último mes de verano. Se caracteriza por el descenso (en ocasiones marcado) de la temperatura, las lloviznas, el viento, los chaparrones, la caída de las hojas secas, el cielo constantemente nublado, escasísimos momentos de calor y -con mayor frecuencia de la estadísticamente posible- la superposición temporal de todos estos fenómenos. Así es posible tener temperaturas bajas por la mañana, lloviznas a media mañana, momentos de calor al mediodía seguidos por chaparrones y por la tarde nuevas lloviznas (superpuestas o alternadas) con ráfagas de viento que azotan las ramas de los árboles y las caras de la gente de a pie.

sábado, 28 de octubre de 2017

No me gusta, no me gusta y no me gusta

Ya lo dije alguna vez y lo sigo sosteniendo. No me gusta el libro de español que tengo que usar con mis estudiantes principiantes. No sólo porque tiene instrucciones, explicaciones ¡y hasta lecturas! en alemán... ¡en alemán! A ver, decime, ¿cuándo en la vida tuviste un libro de inglés (o de otro idioma) que estuviera escrito en español? Dejame adivinar... ¿nunca? Pero acá sí. Hay libros (en alemán) para aprender español. Pero no es eso lo que me saca. Mejor dicho, no sólo eso. Por si fuera poco, el libro está demasiado centrado en España y es, por momentos, sumamente ilógico en el orden y estructura que presenta.

Por ejemplo, empieza con cuestiones básicas de presentación. Hasta ahí, todo bien. Después hay temas elementales de pronunciación. Vamos bien. Después vuelve a la presentación e introduce dos verbos. Ser y estar. Acto seguido presenta un diálogo:

Miguel: ¡Hombre! ¿Andrés!
Andrés: ¡Hola! ¡Qué sorpresa! ¿Qué tal estáis?
Miguel: Bien, como siempre
Laura: ¿Y tú? ¿Qué tal?
Andrés: Muy bien. Mira… esta es Kerstin, una amiga de Berlín.
Laura: Ah, hola, ¿qué tal? Yo soy Laura, y este es Miguel.
Kerstin: Hola, mucho gusto.
Miguel: Hola.

No suena natural pero no está mal tampoco. Hay quizás demasiada gentes pero no es un problema. Hay que explicar lo de mira pero bueno, no es complejo. Yo reconozco haber hecho unos diálogos horribles para libros y actividades de clase. Peores que este y más forzados. Pero bueno, la escala era otra. Y ni hablar del tiempo ni del presuesto. En fin, nada terrible. El tema es que a continuación sigue el siguiente diálogo:

Miguel: Oiga por favor…
Camarero: Hola, buenas tardes… ¿qué toman?
Miguel: Una caña, un vino blanco y dos tintos, por favor.
Camarero: Muy bien. ¿Y de tapa?
Miguel: Unas aceitunas, unos calamares, un pincho de tortilla y …
Kerstin: Pues yo no sé… ¿qué es esto?
Laura: pulpo
Kerstin: Ah, no, no, para mí también tortilla, por favor.
[…]
Camarero: ¿la caña?
Miguel: Para mí, gracias.
Andrés: Y el vino tinto es para ti, ¿no?
Kerstin: Sí, sí, gracias.
Camarero: La tortilla, los calamares… ¿y las aceitunas?
Miguel: Pues, para todos.

O sea… una caña ¿una caña? ¿y oiga, qué toman no sé? ¿cómo se supone que puedan entenderlo? Si sólo conocen ser y estar. Más trabajo para mí, obvio, que también tengo que explicar qué significan un pincho salir de tapas. Ah, sí, porque el audio se titula Salimos de tapas. Si en todo el universo hispano parlante la gente entiende la palabra cerveza... ¿es necesario pedir una caña? ¿en la primera unidad? ¿en serio?


O sea, primer audio que tienen en español y ya estamos saliendo de tapas y bebiendo caña. No parece especialmente internacional. Menos si después leemos en alemán (¡en alemán! ¡en un libro para aprender español!) sobre Alfonso X y el origen de las tapas. Mejor respiro hondo. Algo me dice que voy a terminar este curso hablando como el gato con botas de Shrek Antonio Banderas. Suspiro. Mejor eso que tener que imitar a Barney o a algún pseudo periodista de la CNN hablando ese Frankenstein lingüístico que han llamado español neutro.

jueves, 26 de octubre de 2017

Una semanita en Inglaterra: Notting Hill

Metros y metros de casas de dos, tres o cuatro plantas. Todas iguales (o casi). Con ladrillo a la vista o revocadas. Practicamente idénticas, sólo diferenciadas por algún que otro detalle. Es probable que haya pocas cosas más auténticamente londinenses: el parlamento, las cabinas telefónicas rojas y el puente de la torre. 
No puedo resistirme a fotografiarlas. Me resultan tan fotogénicas como los canales o las casitas de ladrillos en Holanda, Bélgica y el norte de Alemania. La carne es débil y luego termino deshaciéndome de unas cuántas de esas fotos. Menos de las que debiera, como siempre. 
Si abundan en Londres, ni hablar del barrio de Notting Hill. Si el nombre te suena, quizás se deba a la película que protagonizaron Hugh Grant y Julia Roberts que lleva el nombre del lugar. Bueno, lleva el nombre y se supone que aquí fue filmada. Un barrio tranquilo (con excepción de su peatonal saturada-de-turistas), con sus casas de clase media-alta, algunos rincones bohemios y sus negocios de pseudo antigüedades. Digo pseudo porque junto a la porcelana antigua y los tesoros del altillo no faltan las cosas made in China que simulan haber pertenecido a la abuela pero que en realidad fueron manufacturas hace seis meses.
La verdad es que incluso para quienes no hemos visto la película (o para aquellos/as que -como Diego- tampoco han oído hablar de tal cosa-) el barrio no deja de ser una visita más que recomendable. Es cierto que luchar por abrirse paso caminar por la peatonal puede ser un poco cansador pero igual amerita.

miércoles, 25 de octubre de 2017

Foto de miércoles

Londres y un milagro. No, no me refiero a su omnipresente sistema de subtes sino al cielo azul que se ve en la foto.

lunes, 23 de octubre de 2017

Una semanita en Inglaterra: El parlamento

A unos pocos kilómetros del centro histórico de Londres se encuentra lo que en su época fue un caserío pueblo diferente y que ahora es un barrio de la ciudad: Westminster. Si te suena el nombre es normal. Es donde se encuentra la abadía que Westminster -que es la que dio su nombre al lugar y donde se coronan los reyes del Reino Unido-  además del Parlamento. ¿Cómo? ¿No está en Londres? Ni. Antiguamente era un pueblo de las afueras de Londres, formado alrededor de la abadía. Luego quedó engullido por la ciudad pero aún al día de hoy constituye su propia municipalidad.

Dicho esto paso a lo que se supone es el principal atractivo del lugar, el palacio de Westminster, incialmente residencia de los reyes ingleses (entre los siglos XIII y XV) devenida más tarde sede del parlamento, función por la cual lo conocemos hoy.
Sin embargo en el siglo XII no tenía su apariencia actual. El aspecto que le conocemos en el presente lo obtuvo recién en el siglo XIX. Sí, tal cual. El mayor símbolo de la capital inglesa tiene menos de doscientos años. Tampoco hay que sorprenderse. Pasa lo mismo con otros íconos, como la torre Eiffel en París. 
 
Lo que vemos hoy fue construido para reemplazar el antiguo palacio que fue destruido en 1834, producto de ¡sorpresa! un incendio. No sé qué ocurría con los/as londinenses y el fuego pero, definitivamente, no era una relación muy saludable que digamos ya que la ciudad tiene en su haber unos cuantos incendios.

sábado, 21 de octubre de 2017

Una semanita en Inglaterra: Londres (segunda parte)

Entre los siglos XVI y XVII pasó de todo en Londres. Enrique VIII, (sus mujeres) la reforma y el nacimiento de la iglesia anglicana. Los divorcios de Enrique VIII, las decapitaciones de sus esposas menos afortunadas, Cate Blanchett Isabel I, los baños de leche, Shakespeare, su relación con Gwyneth Paltrow, Francis Drake, la revolución inglesa, Cromwell, la república, la vuelta de la monarquía, el teatro de El Globo y el gran incendio de Londres.
Seguramente te sonará el hit infantil Arde Londres, arde Londres, se incendia, se incendia, socorro bomberos, traed las mangueras… Sí, se incendió Londres en el 1666 (para beneplácito de los fanáticos de las teorías conspirativas que involucran al diablo, Luzbel, Belcebú o el príncipe de las tinieblas). 
No fue ni el primero ni el último gran incendio, pero se encargó de barrer una buena parte de la arquitectura medieval que la ciudad preservaba. Hoy una columna lo recuerda (es la que está en la oscura y londinense foto de arriba), como así también a sus víctimas.
El siglo XVIII comenzó un poco mejor para Londres. O no sé si mejor es la palabra exacta para describirlo. Digamos que fue menos accidentado. Se inauguró la catedral de St Paul, se desarrolló el actual sur de la ciudad y el puerto (hoy transformado en una suerte de Puerto Madero) se extendió. 
También durante el siglo XVIII el rey compró una casita llamada Buckingham. Acto seguido la amplió, la volvió a ampliar y la casa poco a poco se transformó en palacio. De la casa original, lo único que debe quedar es el nombre.
El Siglo XIX fue, definitivamente, una época más que significativa para la capital inglesa. Se transformó en la mayor ciudad del mundo y se afianzó como el principal centro financiero.
Picadilly Circus, que no es un circo sino más bien una suerte de rotonda hecha plaza

La revolución industrial también dejó su huella en la ciudad, con sus grandes estaciones de trenes, las estructuras de acero con sus techos vidriados, las chimeneas, el aire insalubre, Jack el destripador, los edificios de ladrillos... 
Claro que -negocios inmobiliarios de por medio- esa parte más oscura industrial de Londres hoy está mucho más desdibujada. Y a pesar de que sí existen toures de Jack el destripador y de que sobreviven aquí y allá algún que otro callejón de esos que se ven en la serie Ripper Street, ese costado de la ciudad es hoy más una evocación literaria que otra cosa.
Arriba, Trafalgar Square. Abajo a la izquierda, la columna de Nelson.
Puede que suene extraño pero también Napoleón contribuyó (de un modo especial) a construir una parte del perfil actual de la capital inglesa. A pesar de que -más allá de algún intento de invadir Irlanda- los franceses nunca pusieron un pie en Inglaterra, la guerra contra Napoleón dejó su huella urbana: Trafalgar Square (para recordar la derrota naval de los franceses) y la columna de Nelson (el almirante artífice de la victoria), entre otros monumentos. 
Hablando de literaura, no pudimos con nuestro genio y entre otros lugares incluimos en nuestro (kilométrico) itinerario unas cuántas paradas literarias. La casa de Scherlock Holmes en Baker Street, el teatro de Agatha Christie, el teatro El Globo (réplica del de Shakespeare), su monumento... Tampoco quedaron fuera la dirección en la que se supone (al menos en los libros) vivó Hercules Poirot (el detective-protagonista-resolvedor de misterios de buena parte de las novelas de Agatha Christie) y hasta tuvimos que pasar por Kings Cross para tomar algún tren.
Otro aporte de los siglos XVIII y XIX es la casi infinita cantidad de monumentos de la reina Victoria, palacios de la reina Victoria, plazas de la reina Victoria, esculturas, plazas, calles, puentes y todo lo que se pueda imaginar. La reina Victoria, el imperio, las colonias, las conquistas...
Más claro, echale agua. El museo imperial de la guerra...
Eso sin mencionar la gran cantidad de museos donde, gracias a la vocación imperial de Inglaterra, se apilan las obras de artes, las momias, los obeliscos y las columnas venidas de medio mundo.