Terminé de bajar la última bolsa del altillo; se había formado un extraño conjunto que incluía bolsos, cajas, bolsitos y mochilas. De a pares o solas, las cosas se amontonaban sobre el piso del comedor de la casa. Miraba el espectáculo con una mezcla de extrañeza y comprensión: la situación parecía haber pasado en más de una ocasión, y así era, efectivamente. Entre mudanzas, visitas, y mi propio espíritu de ropavejero siempre se han generado escenarios semajantes aunque, claro está, no siempre habían generado escenas tan glamorosas... Belu habría de irse esa misma tarde, Lara la acompañaría para comprar su pasaje a Buenos Aires, ella debería partir el viernes siguiente, justo un día antes que Matías..."No me dejen sólo", pensé, y aunque citar a Neustadt no es mi estilo... sin embargo no logré pensar en nada mejor... Y aunque, la realidad no tenga ese tono casi melodramático, aún no logro dar con un mejor título.
Mientras tanto, primero el simulacro de partida de Lara, más tarde la división de bienes gananciales y finalmente el armado de las cajas de mudanza definitiva, no hacen sino preanunciar lo inevitable; la eventual disolución de nuestro matrimonio por conveniencia y por ende, de nuestro concubinato. La partida de Belu con rumbo a México para trabajar, el traslado de Matías a la escuela de Buenos Aires por tres meses acompañan el proceso de duelo. La fecha, pero incluso la llegada de Angie y la continua aparición de nuevos personajes en nuestra (mi) vida no hacen sino acentuar una impresión que compartimos con Lara, casi desde el primer momento; recibir gente, generar una relación, despedirse, reencontrarse o no, continuar la vida... y ésa, calculo, es un poco la característica del estilo de vida que llevamos acá. Llevamos, digo, en general la gente que vive acá en Bariloche, y más aún quienes trabajamos con turistas que vienen a estudiar español.