jueves, 15 de diciembre de 2016

Día dos. Sankt Moritz y la suiza romanche

Desayuno rápido con Lara y Lena. ¿Otra vez se va Karucha? Ayer no estuvo en todo el día. ¡Perdón! Sí, otra vez…

De Zürich a Landquart
Hoy me toca ir a Graubunden. En español se lo traduce como el cantón de los Grisones. Claro que nada tiene que ver el nombre con los grisones, que -si alguien se pregunta- son una especie de hurones que viven en zonas tropicales y semitropicales de Sudamérica, Argentina incluida.
De Lanquart a Samedan
El tren nos interna en el cantón de Graubünden. Se trata del más grande de los cantones suizos, el menos poblado y el único que tiene tres idiomas oficiales: alemán, italiano y romanche. Y la verdad, se nota. En el tren el italiano se escucha cada vez más. Y asumo que el romanche también. Y cuando comenzamos el tramo del viaje declarado patrimonio histórico por la UNESCO, un desfile de lenguas lo explican de los más diversos modos.
Samedan 
En mi mapa pareciera que Samedan no está tan lejos de Sankt Moritz. Afuera se despejó y la mejora climática invita a bajarse y mover un poco los pies. Sin pensármelo mucho desciendo y me las veo cara a cara con Samedan.
Hay que reconocer que el pueblo tiene su encanto, aunque poco se parece a las casas de madera que vi en todo el tramo que va de Zürich a Landquart. Tampoco tiene se parece a la riviera suiza. Claro. Ahora estoy en la Suiza profunda.

Siguiendo una serie de carteles llego a algo que parece el origen de unas cuantas sendas y un par de aerosillas. Adí-marí-de-dó-pingüé… Espero que el camino sea por acá. Junto coraje y empiezo a andar la senda en la dirección en la que espero se encuentre Celerina / Schlarigna , el próximo pueblo en dirección a Sankt Moritz.

Luego de andar un rato junto al camino aparece un cartel... Parece que está en tres idiomas pero las palabras clave se me escapan. El que más me ayuda es el alemán, así que estoy al horno. Explica algo que no se puede hacer. Ese algo involucra caminar. Mmm ¿qué dirá exactamente? ¿sigo? Fiel al famoso principio que alguna vez esbocé a la hora de cruzar el río Manso (“Ma sí, yo me mando”) y la evidencia de que el camino continúa decido hacer caso omiso al misterioso letrero. (Nota mental, tengo que salir con diccionario)
De Celerina a Sankt Moritz
Comienzo a llegar a un pueblo. Los carteles indican Celerina y Sankt Moritz. Voy en la dirección correcta. Mientras respiro aliviado busco algún lugar para comprarme algo para comer y entre tanto doy con la oficina de informes. Veo en el mapa que no estoy lejos de Madulain, el pueblo de Claudina. Pero ahora ella vive en Zürich y pienso que de nada sirve y a visitarlo si ella no está.
 
La señora de la oficina de turismo me ayuda a buscar una senda que me lleve a Sankt Moritz y me recomienda el camino del lago. Le hago caso y me pongo en marcha. A los pocos metros me vuelvo a cruzar con un cartel misterioso. Afortunadamente éste viene con dibujos ilustrativos y explicaciones en más idiomas. 
En el camino me cruzo con varias personas que saludan indistintamente en suizo-alemán o italiano.

Y sí, entre tantos árboles y montañas me siento un poco de vuelta en Bariloche. No en vano Sankt Moritz (también conocido como San Morítz) y Bariloche son ciudades hermanas. Claro que nosotros no tenemos abetos ni tantos pinos y acá no hay cipreses de la cordillera, lengas o alerces. Y ni hablar de arrayanes. 
Finalmente empiezo a entender por qué se llama el camino del lago cuando luego de una loma aparece el gran lago y más allá la ciudad.
La senda se transforma en calle y los turistas de pronto se multiplican exponencialmente. Asumo que he llegado a destino y me dedico a visitar un poco del pueblo.

De Sankt Moritz a Chur
Después de patear un rato en Sankt Moritz vuelvo a subirme a un tren. Ahora en dirección al noreste. Regreso por la misma ruta que vine, por un tramo que coincide con el Glacier Express, uno de los recorridos de trenes que se supone está entre los más lindos del mundo. Digo se supone no porque no esté satisfecho con el paisaje ni con el tramo recorrido sino simplemente porque me resulta un misterio esto de establecer un ranking acerca de los viajes en tren más lindos del mundo. ¿Quién lo decide? ¿con qué criterio?

En Chur me bajo y aprovecho para visitar la ciudad, que es la capital de Graubünden. Además de ser una capital cantonal Chur es conocida por ser la ciudad más antigua de Suiza. Si le hacemos caso a la evidencia arqueológica, en este lugar ha habido un pueblo desde el año 3500 antes de Cristo. Así las cosas, cuando en el año 15 antes de Cristo los romanos conquistaron la región, el pueblo de Chur ya estaba ahí desde hacía rato.
En el siglo III se convirtió en la capital de provincia y en el siglo IV se transformó en el primer obispado al norte de los Alpes. Bueno, lo de “al norte” es relativo. No sé si Chur está al norte de los Alpes o más bien en medio de
Entre la larga lista de asedios y conquistas que ostenta (imaginarán que no todo son flores para un lugar con cinco mil años de historia) la ciudad fue ocupada por los romanos, por los ostrogodos, los francos, los magiares, los sarracenos y, para no ser menos, también por los austríacos y las tropas de Napoleón.
De Chur a Zürich

Todo muy lindo, pero yo necesito regresar a casa, así que vuelvo a la estación y tomo el tren que me devuelve a Zürich y llego -después de un nuevo tren- a Othmarsingen, dispuesto a partir la cama al medio.

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