Se
supone que Amalfi fue fundada por los romanos allá por el año 339
de nuestra época. Bueno, no diría que es exactamente ”nuestra”
época precisamente. Por ser un período especialmente caótico de la
historia romana con invasiones al por mayor y fronteras que parecían
coladores no hay mucho más registo del pueblo por cerca de
doscientos años.
No
sabemos mucho más de Amalfi hasta el siglo IX, cuando fue ocupada
por los lombardos. Al parecer los germanos no fueron muy bien
recibidos por la población local, que poco tiempo después logró
expulsarlos y crear su propia república marítima. Estamos hablando
de los siglo IX, X y XI, una época en la que Génova y Venecia
estaban aún en pañales. Por aquella época las potencias
comerciles del Mediterráneo eran Pisa, Amalfi, Ancona, Ragusa y
Gaeta. Génova y Venecia tendrían aún que tomar bastante leche para
pisar fuerte en el mapa del comercio marítimo. Parece que cuando les
llegó la hora, ambas hicieron bien su tarea, ya que se encargaron de
borrar en el imaginario colectivo al resto de sus predecesoras.
Antes
de que la República Marítima de Amalfi fuera borrada del mapa
comercial del Mediterráneo, sus mercaderes se ocuparon del
intercambio de trigo, madera y sal y vincularon Italia, Siria, Egipto
y el imperio Bizantino, donde compraban seda que luego revendían en
Italia con notables ganancias.
Se
ve que este lucrativo comercio atrajo la atención no sólo de los
comerciantes sino también de los vecinos que intentaron conquistarla
a lo largo de los siglos IX y X hasta que finalmente los reyes de
Sicilia la tomaron en el 1137. Podría decirse que fue el comienzo
del fin. En el lapso de los siguientes doscientos años los reyes de
Sicilia recortaron las libertades de los comerciantes amalfitanos,
los pisanos la ocupaon y saquearon y para rematar la racha, un
tsunami destruyó el puerto en el año 1343. Con semejante racha de
mala suerte se acabó la época de gloria de la ciudad y comenzó la
larga siesta de la que la ciudad emergió en el siglo XX convertida
en un emporio turístico.
Pero...
mientras duró lo que se daba, Amalfi se enriqueció notablemente con
el comercio. Además, por su posición geográfica y estratégica, la
ciudad fue una especie de bisagra entre el mundo bizantino del
mediterráneo oriental, el mundo árabe, la Europa germánica, el
Papado y las ciudades-estado de Italia, normalmente en situación de
guerra de todos-contra-todos.
Buena
parte de los edificios más representativos del pueblo son un buen
ejemplo de cómo todas estas culturas y tradiciones ejercieron su
influencia sobre Amalfi.
La catedral tiene un exterior bizantino y un
interior varias (y sucesivas) veces remodelado. Hoy combina algún
que otro elemento gótico que fue quedando con un espíritu bastante
borroco.
El vecino chiostro dil paradiso, (el claustro del paraíso)
tiene, claramente un estilo ligermente más árabe, aunque cuenta
también con algún que otro detalle clásico.
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