sábado, 21 de abril de 2018

Dos semanitas en Italia: Pompeya

Si pasa que hoy en día los lingüístas, historiadores/as y arqueólogos/as se agarran de las mechas discuten e intercambian opiniones acerca del origen de los nombres de las ciudades, qué nos queda esperar de Pompeya, donde ya en el época de la república romana se discutía sobre ambas cuestiones.
Si resumo las posturas que animaba el debate de los romanos es porque algunas son tan creativas que no merecen ser olvidadas...
Una de las teorías más divertidas señala que cuando Hércules llegó a la región (quién más, sino) lo hizo cargando dos bueyes "como en pompa". No sé lo que significará cargar dos bueyes como en pompa pero seguramente es algo que solamente el hijo de un dios podría hacer. Y como en su ruta a Grecia (se supone que venía desde España) decidió hacer una parada, terminó fundando una ciudad. Y bueno, así de prolífica es la vida de un semidios. Tener hijos, fundar ciudades, separar África de Europa, limpiar los establos de Zeus, capturar monstruos, sostener el cielo, en fn, las cosas de todos los días...  La cuestión es que la ciudad que fundó recibió el nombre de Pompeya, en honor a los bueyes que cargaba como en pompa. Yo creo que la historia no tiene desperdicio... Además, a esta altura, el mundo entero se encuentra en clara deuda con el hijo de Zeus. Con ésta, la lista de ciudades cuya fundación se atribuye a Hércules suma una más en la larga lista que incluye a La Coruña, Cádiz y Barcelona en España, Herculano y Amalfi en Italia y ni hablar de Grecia.
Otra hipótesis la relaciona con la palabra pumpe, que en la lengua de los oscos (no confundir con los Orozco, que son los que hablaban todo con o) significa cinco. Podría ser porque la ciudad surgió de la unión de cinco aldeas o tuvo cinco... algo.
La más aburrida de todas las hipótesis romanas vinculaba el nombre de la ciudad al verbo griego "expedir" ya que, por encontrarse cerca de un río, la ciudad funcionaba como puerto y centro comercial que recibía las mercancías y las "expedía" hacia el interior de la provincia.
Cómo ven, el chamuyo porteño lejos de ser una creación propia de la Argentina se enmarca en una larguísima tradición de delirantes sabios y expertos dispuestos a compartir sus vastos saberes con el resto de los mortales.
Si ya los romanos se peleaban por el origen etimológico del pueblo, ni hablar entonces de la discusión acreca del origen de sus primeros pobladores. El sur de Italia es una región rica en bardo y entuertos en diversidad cultural. Griegos, fenicios, etruscos, oscos, samnitas y un largo etcétera. Digamos que hay tantas hipótesis como pueblos que habitaron la región. Y como todos eran bastante dados al comercio o, en su defecto, al saqueo, se encontraron restos arqueológicos suficientes como para respaldar cada una y todas las hipótesis.
Lo que sí sabemos es que los romanos, un pueblo por demás dado a la administración minuciosa de cuanto conquistaban, fueron imponiéndose poco a poco en la región hasta terminar ocupando el sur de Itaia hasta incluir también Pompeya.
Las relaciones entre Pompeya y Roma fueron siempre un tanto tirantes y complejas. Resignados a su destino como miembros de la república primero y del imperio después, los habitantes de pompeya no siempre aceptaron con igual estoicismo su posición dentro de la pirámide jerárquica, rebelándose en numerosas ocasiones para poder recibir ciudadanía política. Me corrijo, para que los hombres libres pudieran recibir (y ejercer) derechos de ciudadano.
Por algunos cientos de años años la ciudad creció, se enriqueció y prosperó. También adoptó en gran medida el arte, las costumbres y tradiciones romanas o, en su defecto, griegas, como así también algunos cultos y religiones traidos desde algún recóndito rincón del imperio, con lo demuestra la existencia de un templo dedicado a Isis, una deidad de origen egipcio.
Casi veinte años antes de la erupción del Vesuvio que cubrió tanto a Pompeya como a la vecina Herculano, la ciudad sufrió una serie de temblores que destruyeron o dañaron una parte importante de sus edificios. Se sabe gracias a las placas que fueron encontradas donde se relataba lo ocurrido y donde se agradecía a tal o cual  familia o ciudadano la reconstrucción de éste o aquél templo. O en los registros donde se lamentaba que desde los temblores la ciudad contaba con menos termas.
Muy a pesar de Doctor Who que se empeña en demostrar que la desaparición de Pompeya se debió a una suerte de complot alienígena, sabemos (o creemos saber) que la ciudad se vio condenada por la erupción del volcán Vesubio. Nota al pie, el volcán Vesubio también se cargó ha sido responsable de la destrucción de la vecina Herculano, motivo por el cuál resulta para mí en un gran inmenso misterio que haya gente en la actualidad que efectivamente viva y quiera vivir en los aledaños.
La explosión del Vesubio tuvo lugar entre el otoño y el invierno del año 79 d.C. luego de una serie de temblores que dañaron también buena parte de la infraestructura de Pompeya antes de enterrarla en la lava que habría de proteger sus restos hasta bien entrado el siglo XVII.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

He visto documentales sobre el registro histórico de esa erupción del Vesubio y siempre me pareció una maravilla que hubiera quedado todo tan "anotado". Sin duda es toda una impresión pasear por un lugar protagonista de un evento tan impresionante y que, en muchos aspectos tuvo que ser redescubierto. Las fotos creo que lo transmiten muy bien

Nicolás dijo...

Al menos para nosotros es impresionante cómo ciertas cosas quedaron conservadas en la lava. Incluso las que pudieron inflamarse y con el tiempo carbonizarse hasta desaparecer (incluidos los cuerpos) dejaron sus "huellas", que fueron luego descubiertas como una suerte de espacios vacios encerrados en la lava. Respecto de las cosas no inflamables, es sorprendente el estado de conservación, por ejemplo, del adoquinado de las calles (incluyendo las huellas de las carretas en las calles más transitadas), las pinturas (con graffitis y murales y hasta "publicidades") y los mosaicos.