lunes, 16 de abril de 2018

Dos semanitas en Italia: Nápoles para todos

Ya lo dije mil veces. Así que una más no le va a hacer nada a nadie... En general, en éste, el mundo que está "al norte de los Alpes", el mundo del sur, del mediterráneo es una suerte de sucesión de lugares comunes que incluye islas paradisíacas, cielos azules, inviernos que aquí calificarían de primaveras agradables, buena comida, relax, tranquilidad, descanso, playa, ruinas, gente amistosa... todo muy lindo. Muy deseable y, a primera vista, simplemente, perfecto.

Claro que, dependiendo de a quién le preguntes también puede que signifique ruido, gente que grita, personajes que oscilan entre el pintoresquismo y lo bizarro, siestas que de tan interminables impiden cualquier tipo de puntualidad, espontaneidad que puede devenir en irritante postergación o en demora sistemática, veranos tan calurosos que se vuelven sofocantes... 

Con todo, la versión idílica se impone con comodidad a esta última. Podría decirse que la diluye bastante sin llegar a eliminarla.

Entre todas las cosas negativas del (esterotípico) mundo del sur se encuentra, cuándo no, la delicuencia. No estoy diciendo ni que sea inseguro ni más ni menos inseguro. En principio sólo digo lo que ocurre en el imaginario colectivo.

En el caso de Italia, más al sur pensás irte, más te advierten que te cuides. Pungas, carteristas, cuentos del tío (o de la tía), de todo. Por supuesto, a alguno/a puede que le venga bien una tirada de oreja a la hora de prestar atención. Sobre todo a quienes andan con cámaras de miles de euros al cuello, papando moscas, con la mochila a medio cerrar y la billetera que se les escapa del bolsillo.

Por eso cuando empezás a buscar información, a chequear blogs, páginas, sitios y guías, casi todos te advierten y te sugieren que trates de andar con más cuidado del que tendrías en una latitud un poco más al norte. En los incontables foros de internet suelen discutir las versiones encontradas. Es re peligroso. No, a mí no me pasó nada. En tal lugar me robaron. En tal otro me olvidé la billetera y cuando volví estaba ahí. En este otro me dieron el vuelto mal, más acá esto, más allá aquéllo.

Roma y, especialmente, Nápoles son dos de los lugares más mencionados a este respecto. En Roma si no querés que cuanto vendedor ambulante existe en la galaxia se te acerque para intentar encajarte algo, tenés que mantener decisión firme, paso seguro, gesto de "no gracias" y acostumbrarte cuando cruzás ciertos lugares a musitar una letanía de no, grazie, prego, no, grazie, grazie, no...

En Nápoles es verdad que la industria de los cazadores de turistas está, afortunadamente, bastante menos desarrollada. No puedo decir si la ciudad es, efectivamente, más o menos segura. Sólo que nosotros estuvimos alerta como lo estaríamos en Argentina, que no nos ocurrió nada y que tampoco vimos nada que pareciera especialmente peligroso.

Claro que, como dije, estuvimos alerta, especialmente en los lugares en lo que te recomiendan que no bajes la guardia. Uno de ellos es -no soreprenderá a nadie- la estación de trenes de la ciudad. Es divertido porque a este respecto hay mil leyendas e historias que circulan por el ciber mundillo de los foros y blogs de viaje. El más común, el del cajero malvado. Si le hacemos caso a los blogs, el cajero malvado es una suerte de estafador serial. Un tipo que trabaja en la caja de la planta baja de la estación que te vende boletos incorrectos (cobrándotelos al precio correcto) o que te estafa algunos centavos (o euros, según la versión) del vuelto. Es divertido porque en diversas páginas das con él. O con sus sucesores. De ser real, se trataría de un hombre, de entre cuarenta y sesenta, ni gordo ni flaco, pelado, morocho. O sea, un tercio de la población masculina italiana. 

Obviamente, cuando fuimos a la estación de Nápoles para tomar nuestro tren a Pompeya pudimos comprobar la existencia de alguien con todas esas características. De más está decir que, ante la duda, hicimos la cola para la caja en la que atendía una cajera joven. Las brujas, se sabe, no existen, pero por las dudas...

Luego de haber evitado al cajero malvado, nos felicitamos por haber tomado el tren a Pompeya en la estación terminal de Nápoles y no desde la estación más cercana a nuestro departamento. ¿La razón? Simple. A pesar de partir súper temprano, el tren Circumvesuviano que nos habrá de llevar está, al momento de dejar la ciudad, casi que explota. 

Voy por partes. Para ir a Pompeya hay mil opciones. Si vas por tu cuenta (como nosotros) y no con una excursión, no es tan obvio cuál es el tren que te tenés que tomar. Primero porque  Pompeya no son sólo ruinas. También hay una ciudad moderna. Entonces, está la parada de la ciudad (moderna) Pompeya y la de las ruinas. Y alguna otra parada más dando vuelta. Nosotros nos tomamos el tren a Sorrento y nos bajamos en Pompeii Villa dei Misteri. Sí, ya sé, no suena de muy buen augurio tener que bajarse en una estación que se llama "Villa de los Misterios" y no simplemente "Pompeii" pero... así son las cosas. 

Esta ruta del tren Circumvesuviano pasa por una infinidad de playas en su camino a Sorrento por lo que no sólo los turistas llenan el tren hasta el punto del ensardinamiento sino que los/as italianos/as se cuentan al por mayor, especialmente los/as jóvenes, que quieren disfrutar de la arena y el sol.

Al abandonar la ciudad anuncian por los parlantes que el nuestro es un tren express a Salerno. Y lo repiten. Éste es un tren express a Salerno. Bueno, al menos eso es lo que creo haber entendido. Mi italiano no es tan infalible (aunque me doy cuenta de que puedo defenderme bastante bien, lamentablemente, mejor en Toscana que en Campania). Miro nuestros boletos, le pregunto a Diego, vemos la lista de paradas y empezamos a revisar papeles. No quiero imaginarme la odisea de tener que ir a Sorrento para, acto seguido, tener que volver a Pompeya. 

Unos napolitanos que viajaban con su perro se dan cuenta de nuestro movimiento de papeles y nos preguntan si nos pueden ayudar. Les explico lo que entendí y me tranquilizan. Ellos creen que para en Pompeya. ¿Pero no es express? Sí. ¿Entonces? Igual para. Para tranquilizarme le preguntan a otra señora y mientras tanto el tren llega a otra estación donde, de todos modos, para. Al final logro comprender que está el tren lechero que para en todas las intermedias; el express, que para en algunas y luego el super-mega-archi express, que va a Sorrento sin parar. Afortunadamente estamos en el correcto. 

Seguimos charlando chapuceando en español, italiano, napolitano y vaya-a-saber-uno qué más con los italianos, la señora y su hija, con referencias obligadas a Maradonna y Messi, Nápoles, el perro y la playa. Llegamos. Pompeya nos espera.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Quiero dejar claro que me encantó este preludio, y que me quedo esperando la visita a Pompeya
Excelente narración y felicitaciones por eludir tan eficazmente al cajero malvado (primero pensé en un cajero electrónico, ...)
Cariños

Nicolás dijo...

¡Gracias!... Bien podría tratarse de una máquina que no devuelve el cambio. No sé, hasta ahora no he leido sobre semejante cosa pero nunca se sabe. Es curioso que en otras estaciones de Italia hay máquinolas para los boletos del tren pero no aquí, al menos, para esta compañía...

Anónimo dijo...

Lo que Nicolás no cuenta es que en realidad no me puso al tanto de la existencia del cajero malvado. Cuando fuimos a la estación de tren para comprar los boletos yo ignoraba totalmente el asunto. Había dos cajeros (humanos, diríamos en mi familia), un hombre y una mujer. Él, lo sé hoy, con todas las características del estafador serial. Por una de esas cosas el señor tenía menos gente en la cola, eficiencia pensé yo, clientes advertidos habrá pensado Nico. Yo comencé a encaminarme a la cola del señor cuando Nicolás me toca el brazo y me dice "¡no!, a ese no que te roba". Podrán imaginarse mi sorpresa, siendo que era la primera vez que entrábamos a ese lugar. ?Me casé con un vidente?, pensé. Sólo atiné a decir "?y vos cómo sabés vos?". Sólo ahí me enteré de la leyenda - mito urbano. Y como dice Nico, hicimos la cola en la otra caja, pero porque él me tironeó para que no fuéramos a la del cajero malvado.