El
reino de Sicilia fue gobernado por los normandos por algunos años
hasta que, sorpresa, los emperadores romano-germánicos decidieron
invadirlo. Ladrón que le roba a otro ladrón tiene 100 años de
perdón, habrán pensado. El emperador Federico II se declaró
también rey de Sicilia luego de derrotar a sus enemigos y aprovechó
su paso por Nápoles para fundar en el siglo XIII la Universidad de
Nápoles a la que llamó en un gesto de modestia “Federico II”.
Por si a alguien le interesa el dato, se trató de la primera
universidad europea destinada a formar administradores públicos.
Lamentablemente
(para ellos) el perdón no les duró a los germanos ni cien años.
Por el contrario, cerca de medio siglo después de que conquistaran
el reino de Sicilia hubo ¡sorpresa! otro cambio de manos. El reino
pasó a manos de los franceses, que trasladaron la capital del reino
a Nápoles. Ahora que Nápoles era una capital real necesitaba estar
a la altura de las circunstancias. El rey llevó una serie de
aruitectos franceses que introdujeron el gótico en el sur de Italia.
Construyeron residencias reales como el Castel Nouvo y, como
corresponde, también una catedral.
Es
increible pero… imaginarán… los franceses no duraron tantísimo
tiempo en el trono. Bueno, en total duraron como doscientos años,
que no está tan mal. Pero en el medio perdieron la isla de Sicilia,
que fue a parar a manos de la familia real de Aragón. Por aquella
época, los reyes de Aragón tenían una política muy activa en el
Mediterráneo y además del reino de Aragón controlaban las islas de
Córcega, Cerdeña, Sicilia y hasta tenían alguna que otra posesión
en Grecia.
A
la larga los aragoneses se terminaron quedando con todo. Nápoles,
incluida. La ciudad atrajo a comerciantes y marinos catalanes,
genoveses y del resto de Italia. Los florentinos establecieron sedes
de sus bancos y la ciudad prosperó gracias al comercio mediterráneo.
Para el siglo XVII era, después de París, la segunda ciudad más
grande de Europa, y el mayor centro urbano del Mediterráneo, con
cerca de 250.000 habitantes. Sí, no es una cifra increíble pero
con los niveles nulos de salubridad de la época parece un milagro.
Para
la época era Nápoles un centro cultural y artístico de cierta
importancia. Claro que como buena dependencia española, también
había una linda y amistosa oficina de la inquisición que se
encargaba de velar por la seguridad de las almas napotlitanas. De
hecho, uno de los más afamados habitantes de Nápoles de aquel
entonces, Giordano Bruno, tuvo que abandonar la ciudad cuando
descubrió que se preparaba una causa inquisitorial en su contra por
algunas de sus ideas.
Parece
que Nápoles no es una ciudad amante de la quietud y la tranquilidad.
El repaso histórico parece más bien un desfile. Los españoles, los
franceses, los españoles, los austríacos, los franceses otra vez...
Todo con una buena dósis de revoluciones, golpes de estados,
invasiones y demases.
3 comentarios:
Y llegó Maradona y mandó a parar!
La verdad, es que pensándolo hoy, tantas décadas después, parece (casi) increible que Maradona siga tan (urbanamente) presente...
A nivel de santo.
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