sábado, 14 de abril de 2018

Dos semanitas en Italia: Nápoles II


El reino de Sicilia fue gobernado por los normandos por algunos años hasta que, sorpresa, los emperadores romano-germánicos decidieron invadirlo. Ladrón que le roba a otro ladrón tiene 100 años de perdón, habrán pensado. El emperador Federico II se declaró también rey de Sicilia luego de derrotar a sus enemigos y aprovechó su paso por Nápoles para fundar en el siglo XIII la Universidad de Nápoles a la que llamó en un gesto de modestia “Federico II”. Por si a alguien le interesa el dato, se trató de la primera universidad europea destinada a formar administradores públicos.
Lamentablemente (para ellos) el perdón no les duró a los germanos ni cien años. Por el contrario, cerca de medio siglo después de que conquistaran el reino de Sicilia hubo ¡sorpresa! otro cambio de manos. El reino pasó a manos de los franceses, que trasladaron la capital del reino a Nápoles. Ahora que Nápoles era una capital real necesitaba estar a la altura de las circunstancias. El rey llevó una serie de aruitectos franceses que introdujeron el gótico en el sur de Italia. Construyeron residencias reales como el Castel Nouvo y, como corresponde, también una catedral.
Es increible pero… imaginarán… los franceses no duraron tantísimo tiempo en el trono. Bueno, en total duraron como doscientos años, que no está tan mal. Pero en el medio perdieron la isla de Sicilia, que fue a parar a manos de la familia real de Aragón. Por aquella época, los reyes de Aragón tenían una política muy activa en el Mediterráneo y además del reino de Aragón controlaban las islas de Córcega, Cerdeña, Sicilia y hasta tenían alguna que otra posesión en Grecia.
A la larga los aragoneses se terminaron quedando con todo. Nápoles, incluida. La ciudad atrajo a comerciantes y marinos catalanes, genoveses y del resto de Italia. Los florentinos establecieron sedes de sus bancos y la ciudad prosperó gracias al comercio mediterráneo. Para el siglo XVII era, después de París, la segunda ciudad más grande de Europa, y el mayor centro urbano del Mediterráneo, con cerca de 250.000 habitantes. Sí, no es una cifra increíble pero con los niveles nulos de salubridad de la época parece un milagro.
Para la época era Nápoles un centro cultural y artístico de cierta importancia. Claro que como buena dependencia española, también había una linda y amistosa oficina de la inquisición que se encargaba de velar por la seguridad de las almas napotlitanas. De hecho, uno de los más afamados habitantes de Nápoles de aquel entonces, Giordano Bruno, tuvo que abandonar la ciudad cuando descubrió que se preparaba una causa inquisitorial en su contra por algunas de sus ideas.
Parece que Nápoles no es una ciudad amante de la quietud y la tranquilidad. El repaso histórico parece más bien un desfile. Los españoles, los franceses, los españoles, los austríacos, los franceses otra vez... Todo con una buena dósis de revoluciones, golpes de estados, invasiones y demases.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Y llegó Maradona y mandó a parar!

Nicolás dijo...

La verdad, es que pensándolo hoy, tantas décadas después, parece (casi) increible que Maradona siga tan (urbanamente) presente...

Anónimo dijo...

A nivel de santo.