jueves, 5 de abril de 2018

Dos semanitas en Italia: Vaticano (la previa)


Me voy a ahorrar un esfuerzo enorme al saltearme la historia de Roma y los Estados Pontificios, como se conoció al territorio controlado por los Papas. Bastará con decir que se trató de uno de los tantos estados italianos que controló una buena porción de la península y que, como el resto, tenía su ejército, su policía, sus impuestos... todo bastante terrenal, es cierto. Y como el resto de los poderes terrenales, se inmiscuía en las cuestiones internas de otros estados. Esta historia vino a terminar gracias a la unidad italiana, un preoceso por demás complejo que terminó en 1871 con el Papa considerándose “prisionero” dentro de Roma cuando el rey de Piamonte Italia dio el golpe de gracia y se quedó con lo (casi) último que le faltaba para completar la unificación de la península.

Desde entonces tuvieron que pasar casi cincuenta años para que el Papa de turno se sentara con el gobierno italiano para llegar a algún tipo de acuerdo, normalizar las relaciones y, básicamente, reconocer quién tenía la batuta y cómo estaban las cosas. Lamentablemente para la historia italiana el acuerdo en cuestión fue logrado por el primer ministro italiano de aquel entonces, Benito Mussolini. Podría hacerme un festín con este dato. Sólo diré que, entre toda la gente con la que podrían los Papas para sentarse a negociar, que eligieran hacerlo con Mussolini resulta, cuando menos, bastante esclarecedor. Fin del paréntesis.

Los acuerdos se conocen como “El Pacto de Letrán”. Como en tantas ocasiones, el pacto tomó el nombre del lugar en el que fue firmado; Letrán o, en italiano, Laterano. Más exactamente, el palacio papal de Letrán, una de las tantas residencias de los Papas en la ciudad. Bueno, no una de las tantas sino, más bien, una de las más importantes (entre las tantas).
¿La razón? Bastante simple. Junto al palacio se encuentra la Archibasílica de San Juan de Laterano que es ¡sorpresa! la catedral de Roma. ¿Cómo? ¿y la basílica de San Pedro? San Pedro es la mayor iglesia de la ciudad, la más visitada, la más fomosa y un largo etcétera. Es dónde se realizan la mayoría de los actos papales por su proximidad con la residencia de los pontífices, su valor simbólico, su mayor capacidad pero no, no es ni sede del Papado ni la primera basílica de Roma.
De hecho, Letrán ostenta el (rimbombante) título oficial de madre y cabeza de todas las iglesias de la ciudad y el mundo enteros. O sea, catedral de Roma y principal iglesia del cristianismo.
Alimentando la confusión generalizada, desde la época barroca en que la basílica fue remodelada, presenta una apariencia demasiado bastante similar a la de San Pedro aunque, claro, la escala y las dimensiones sean otras.
Hoy Letrán sigue siendo parte del Vaticano, o sea, pertenece a ese micro estado que cuenta con -tan sólo- ochocientos habitantes y cuya superficie es, al fin de cuentas, tan reducida que la Plaza San Pedro y la basílica representan el 20% del total. 

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