De alguna forma vivir en Argentina requiere que uno (o una, llegado el caso) esté acostumbrado a situaciones que parecen salidas de la ficción. O algo aún más extraño que eso: la realidad latinoamericana. Y si bien no es tan encantadora como el realismo mágico de García Márquez, no por eso deja de ser menos inverosímil. Sino, ¿cómo se entiende que podamos haber sobrevivido a los patacones, lecops, Rodríguez Sáa y Mauro Viale? Si eso no es más extraño que cualquier ficción imaginable, no sé que pueda serlo…
Algo de todo eso requiere también un blog que, como éste, carezca de actualizaciones diarias y apenas tenga alguna(s) al mes (y eso en los buenos meses…). Lo digo porque, en cierto modo, pasa algo extraño. Creamos algo más extraño que una ficción; escribo para contar algo que quiero contar, aunque el episodio no sólo haya concluido sino que además ya puede ser conocido por todos/todas. Por eso se requiere de un esfuerzo para ignorar el hecho de que ustedes saben el final de la historia, y que yo sé que lo saben… Así y todo seguimos la ficción, les cuento algo que pasó y que no podrá ser cambiado, cosas cuyos desenlaces en ocasiones, como es el caso de la que procede, ya son conocidos para muchos/muchas de ustedes. Sin embargo no importa…
Algo de todo eso requiere también un blog que, como éste, carezca de actualizaciones diarias y apenas tenga alguna(s) al mes (y eso en los buenos meses…). Lo digo porque, en cierto modo, pasa algo extraño. Creamos algo más extraño que una ficción; escribo para contar algo que quiero contar, aunque el episodio no sólo haya concluido sino que además ya puede ser conocido por todos/todas. Por eso se requiere de un esfuerzo para ignorar el hecho de que ustedes saben el final de la historia, y que yo sé que lo saben… Así y todo seguimos la ficción, les cuento algo que pasó y que no podrá ser cambiado, cosas cuyos desenlaces en ocasiones, como es el caso de la que procede, ya son conocidos para muchos/muchas de ustedes. Sin embargo no importa…
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