miércoles, 30 de julio de 2008

Se robaron la nieve

A mi vuelta a Bariloche esperaba encontrar frío, algunos turistas que empezaban a llegar y amenaza de nevadas. El regreso, más rápido aún que la ida (Debido a una nueva tregua en el conflicto por las retenciones), no me presentó el panorama esperado. El aeropuerto aún cerrado por las cenizas del volcán Chaitén, los turistas varados en aeroparque, la nieve sólo en las cumbres. El panorama no parecía el más alentador precisamente, pero aún había esperanzas. Mayo estaba terminando, pero aún quedaban por venir junio y julio. Sin embargo algo pasaba… La nevada era atrasada sistemáticamente por todos los pronósticos (meteorológicos y caseros). A pesar de que aún quedaba tiempo suficiente para que fuera una buena temporada, ya empezaban a verse las primeras caras largas, y en las expresiones de la gente y en los diálogos oídos como al pasar se percibía esa sensación de preocupación mezclada con la resignación que implica saber que nada de lo que uno/a haga podrá cambiar la situación.

Las cosas no parecían mejorar (aún no lo parecen), y en la medida en la que el tiempo pasaba y, a la falta de nieve y de aeropuerto, se sumaron los trastornos generados por los piquetes en las rutas.

Poco frío, con llovizna, sin noticias de la nieve, con el aeropuerto cerrado por la ceniza y la mitad de las rutas bloqueadas configuraban un panorama sombrío. Para la mitad de junio la única alegría fue provista por la llegada de los primeros contingentes de estudiantes. Los “Tira bolas”, como se conoce a los egresados en Bariloche – por obvias razones- junto con algunos/as pocos/as brasileros/as aislados se transformaron en los únicos turistas que llegaban a la ciudad, y mientras esto pasaba (y pasa) buena parte de la industria turística ve mermar sus ingresos mientras que sus expectativas se esfuman en el aire. No es que sienta pena por los empresarios hoteleros, aunque la situación si es preocupante para los/as trabajadores que dependen de la temporada de invierno, la gente que trabaja en villa Catedral y el cerro, las personas que trabajan en los restaurantes y hoteles, por no citar más rubros. Por el resto, bueno, son riesgos de depender del clima en una medida similar a la que depende una sociedad rural no tecnificada. Es increíble cómo el clima no sólo regula el estado de ánimo de la gente, y para muchos/as más importante aún, los ritmos de trabajo. Esto también se extiende al estado anímico de la ciudad en su conjunto, a la llegada de turistas, a las proyecciones para el próximo año.

Claramente el año anterior había sido espectacular, hablando en términos turísticos, con un invierno largo y con mucha, muchísima nieve. Por ende las expectativas para éste estaban en un nivel inverosímilmente alto. Y como corresponde, la gente se preparó para eso de la forma más solidaria y comprensiva; subiendo los alquileres, precios de hoteles y cabañas, restaurantes y negocios. Pero algo falló, no se sabe que pasó pero la nieve no llegó. El calentamiento global, el recalentamiento de la región por la actividad volcánica, el famoso “mal invierno” que ocurre cada 10 año, la repercusión del mal invierno europeo del ante año, el año de los tulipanes, las cotorras o vaya uno a saber qué... Hipótesis hay muchas y la gente las comparte, las discute, la combina. Se escucha en los comercios, los colectivos, la calle. A ciencia cierta nadie sabe cuál es la razón pero todos arriesgan la suya.

Mientras la situación se complicaba, salpicada con alguna pequeña nevada que no duraba más de unas horas aparecieron los primeros carteles en los negocios: “Descuentos para residentes”, “Liquidación de temporada”. Duraron lo que dura un suspiro. O mejor dicho, lo que tarda en legar un avión chárter desde Río de Janeiro o San Pablo. Tan pronto como hubo un mínimo de nieve en el cerro llegaron más vuelos desde Brasil. Creo que aún nadie sabe muy bien para qué, ya que las pistas en la que se puede esquiar, según dicen los entendidos, no más bien escasas. Con el cerro funcionando a un tercio o, con suerte, media máquina, la actividad de los turistas se trasladó hacia la ciudad; caminar, comprar chocolates, tomarlos calientes, con tortas o con tostados, los únicos que están aprovechando la situación son los cafés y chocolaterías del centro.

Mientras tanto nosotros seguimos esperando la nieve que no llega, los turistas que deberían acompañarla. Y bueno, parece que será un invierno sin nieve. No será ni el primero ni el último.

jueves, 24 de julio de 2008

Último capítulo cordobés

“Menos mal que existe el psicoanálisis y que en mi terapia trabajamos para distinguir la envidia del deseo”. Esas fueron, más o menos, las palabras que dedicó una de las disertantes provenientes de la UBA al referirse al edificio de la facultad de Lenguas como así también a las aulas comunes. Habiendo estudiado en sociales, creo que (casi) cualquier instalación edilicia que preserve un mínimo de decencia puede bien estar a la altura de Versalles. Aunque debo reconocer que, aún comparada a la UNQ, la ciudad universitaria parece pertenecer a otro país. Con esta será ya la segunda o tercera referencia dedicada a este tema (Prometo no hacer más). Bueno, quien sabe, nunca puede descartarse un Master en la UNC, pionera en lo que respecta a la enseñanza de español para extranjeros (Tienen la carrera de grado más antigua y los mejores posgrados). Buena parte del Congreso estuvo destinado al auto-bombo, objetivo plenamente satisfecho, pero también fue sumamente interesante ver los caminos que transita la enseñanza del español para extranjeros en todo el país como así también entrar en contacto con otras tantas personas que se dedican a lo mismo, intercambiar experiencias, etc.

Fue impresionante el despliegue de mesas y ponencias dedicadas a “que no nos mientan con el español neutro”, ese invento que muchos adjudican a la industria editorial transnacional pero que debe estar már enraizado en CNN en español. ¿O no me van a decir que Carolina Cayazzo, Glenda Umaña y Jorge Gestoso no sonaban ridículos al usar ese lavado intento de cruce anémico entre el español de México y el del Caribe?. ¿Cómo enseñar un español que no es el que uno/a usa? La respuesta del congreso fue tajante, Corresponde enseñar el español del hablante, y por ende, enseñar las variantes locales. O al menos eso fue algo en lo que se hizo harto énfasis. Por otra parte, debo reconocer que me escucho a mi mismo hablándole de “tú” a los estudiantes y no lo puedo creer. ¡Contame! (O cuéntame), es como si tuviera un chip y apenas veo un extranjero se activa, es casi inevitable, y cuando uno de ellos quiere que le hable de vos, debo reconocer que me cuesta. Claro, que trabajando con ellos a diario, viviendo con ellos y saliendo con ellos uno puede acostumbrarse a adoptar los hábitos más recónditos, hablar de “tú”, como así también a identificar errores, posibles causas e intenciones del hablante (No siempre, ya que, como diría un recordado chanta televisivo, “puede fallar”). Por suerte, o por desgracia, no soy el único que sufre de este mal, nos hemos sincerado y poco más de la mitad del equipo docente de la escuela caemos en ello involuntariamente, aún cuando trabajamos con libros que deliberadamente usan “vos”...

A continuación la última tanda de fotos. Prometo que con esto se termina el tema Córdoba.

miércoles, 23 de julio de 2008

Un lego en la docta II

Luego de pasear por la ciudad fui a cenar y volví a mi hostel. El lunes empecé la semana visitando escuelas de español “amigas”, léase, los partners de La Montaña, la escuela donde yo trabajo. Aprovechando mi visita me invitaron a hacer el city tour de una de las escuelas. Vino bien pues aprendí unas cuantas cosas más y confirmé otras, como, por ejemplo, el hecho de que Córdoba es la ciudad de Argentina con mayor cantidad de iglesias en su casco histórico. Creo que tal cosa se va volviendo autoevidente en el blog en la medida en que se puebla de campanarios, torres y cúpulas. Coloniales, barrocas y góticas, las hay para todos los gustos, casi todas ellas comenzadas durante la primera época colonial y ampliadas y continuadas sucesivamente. La intuición no falla, la de los jesuitas es la más antigua. A decir verdad la catedral se comenzó a construir antes pero fue terminada después, mucho después.

Mientras tanto la fecha de inicio del congreso se acercaba, y por ende se terminaban mis días libres. Así que seguí aprovechando las posibilidades que la ciudad me ofrecía. A este punto debo reconocer que la vida urbana brinda muchísimas más posibilidades que la del pueblo donde vivo. A favor de Bariloche – y es que debo ser honesto – muchas de las casi innumerables oportunidades que brindan las grandes ciudades implican alguna erogación o gasto monetario de algún tipo. Sí, claro, está el parque, pero no es lo mismo. Ir a Cerro Otto no me cuesta nada (si es que no me afanan en el camino, obviamente) pero, en general, Bariloche ofrece oportunidades para todos los gustos y sabores, e incluso bolsillos. Córdoba, como toda ciudad, es un centro de consumo, y casi obliga a consumir para disfrutar, sentimiento con el que no me llevo muy bien, aunque a veces pueda sucumbir. (Sí, a veces pasa, no son muchas, pero existen).

Aprovechando también mi presencia en otra urbe de ese concepto residual y heterogéneo denominado “el interior” me dedique a estudiar algunos precios del costo de vida, sólo para confirmar lo obvio. Vivir en Bariloche “me sale carísimo”.

martes, 22 de julio de 2008

Un lego en la docta

“Nico ¿Tenés ganas de ir a Córdoba?”, me preguntó Gloria, la directora de La Montaña. Se ve que tanto mi respuesta como así también la cara con que la acompañé demostraron mi intención de salir en los siguientes 5 minutos si tal cosa fuera necesaria. Tal fue la impresión que le causé a Gloria que automáticamente tuvo que agregar, “bueno, habría que preguntarle a Ron”. Dispuesto a partir gasolero con rumbo a la docta establecimos un presupuesto, costas máximos, gastos mínimos. Todo aprobado. Estaba decidido que iría al Congreso de Enseñanza e Investigación en Español como Lengua Extranjera, que tendría lugar en Córdoba entre el 21 y el 23 de mayo. Cómo el Congreso empezaría el miércoles (y yo debería haber salido el lunes para llegar el martes a la noche) directamente salí el sábado. De haberlo podido habría salido el viernes anterior.

El viaje fue más corto de lo esperado y la tregua vigente en aquél momento entre el campo y el gobierno evitó retrasos. Viajar en micro por 20 horas ya es parte íntegra de mi vida y, hasta se podría decir, una actividad en parte relajante ya que me permite leer, mirar películas terribles que nunca alquilaría y tener la excusa perfecta para no hacer nada sin sentir la más mínima culpa ni remordimiento por mi pereza.

La llegada me sorprendió un poco dormido pero la necesidad de encontrar alojamiento rápidamente me despertó. Terminé encontrando un hostel a 4 cuadras de la ciudad universitaria (En la Facultad de Lenguas tendrían lugar tanto el Congreso como las jornadas y talleres que lo acompañaban). A 10 cuadras del centro, 4 de la facultad y dos del Parque Sarmiento (es el más grande de la ciudad, similar a los bosques de Palermo en versión local, sin rosas y por suerte sin rejas) parecía el lugar ideal. Dejé las cosas, agarré la mochila, me cambié y salí. Primero lo primero, reconocimiento del parque, ubicar la universidad, mate en mano y libro en la mochila. Primera impresión: “podría acostumbrarme a esto”. El barrio, Nueva Córdoba, es una especie de barrio coqueto, mezcla de Barrio Norte con Palermo combinado con un barrio universitario. El clima acompañaba, ése día – cómo el resto de la semana – entre 25 y 30 y hasta 32 grados. Por alguna razón extraña había llevado bermudas y alpargatas, casi como “por las dudas”. Al segundo día a la mañana estudiaba si por las dudas me llevaba un pullóver y sólo una o dos veces lo hice esa semana.

Extrañado de la buena impresión inicial me dediqué más tarde a hacer un breve reconocimiento del centro también. Al llegar la noche estaba seguro, sí ése era el clima típico de mayo definitivamente podría establecerme allí. Lamentable, o afortunadamente, la gente de Córdoba estaba casi tan sorprendida como yo por la temperatura, a la que definieron como totalmente atípica para esa época del año. De todos modos me encontré por demás fascinado por la ciudad; grande, mucho más de lo que podría haber imaginado pero sin sentir que me enfrentaba a un monstruo urbano interminable, combinando lo moderno con lo histórico y con una inmensa vida cultural. Así que así las cosas aproveché los días libres para hacer de todo. Claro está, también a actualizar el blog… pero especialmente para caminar la ciudad, para visitar algunas de las numerosas iglesias, la manzana jesuítica y también disfrutar de eventos que rara vez pueden hacerse en Bariloche, léase ir al teatro, festival de jazz, show al aire libre de flamenco, entre otros. También fui a escuchar un par de coros en la iglesia de los jesuitas y visité el museo de la universidad de Córdoba y la cripta jesuítica.

El domingo fue casi como un domingo barilochense, nada por aquí, nada por allá, sólo gente paseando por los parques. Durante la semana el ritmo cambia y me sorprendió la vida de la universidad; mucha, muchísima gente, sedes universitarias amplias y luminosas, todo en el parque, con árboles alrededor (y para los/las más detallistas, cableado subterráneo no sólo en la ciudad universitaria sino también en casi todo el centro de la ciudad). “Definitivamente podría habituarme a esto”, pensé.



lunes, 21 de julio de 2008

Con atraso, el otoño... (Sí, ya sé que estamos en invierno)

Viernes 18 de julio. Me siento frente a la computadora. Sé que tengo que actualizar el blog e intento recordar que es lo último que había escrito. La tarea no es fácil pero finalmente logro acordarme de que la última vez que escribí estaba en Córdoba… ya es una ayuda. El tema de lo último que escribí era la ceniza, situación que volvió a repetirse en estos días.

La primera parte de la tarea está hecha, ahora a escribir. Al menos en la teoría parece fácil; en la práctica no siempre lo es. Trato de recordar que es todo lo que pasó en estos últimos dos meses. Es mucho lo que hay para contar y no sé por donde empezar. Me cuelgo y no logro escribir mucho, así que termino abandonando la tarea y me pongo a ordenar para luego cocinar.


Domingo, casi 6,30 de la tarde, estoy cansado – hay quienes ya saben porque, otros/as deberán leer para enterarse-, hace un rato llegué luego de una caminata por el barrio; siendo el segundo día de sol luego de una semana decidí aprovecharlo para mover un poco el esqueleto. Además, mientras caminaba trataba de organizar lo que habría de escribir más tarde. Claro está que no funcionó del todo ya que mientras revisaba mentalmente lo que debería contar, el orden de los eventos cambiaba. Y aquí, a diferencia de las matemáticas, el orden de los factores sí altera el producto.

Así que, a empezar por el principio. Las fotos del otoño… las fotos provienen de viajes diferentes que hiciéramos con mis padres allá lejos y hace tiempo, a mediados de mayo. El primer grupo de fotos pertenece al valle del Chalhuaco y al refugio Neumeyer. El segundo grupo corresponde al viaje a San Martín de los Andes yendo por el paso del (arroyo) Córdova y volviendo por Junín de los Andes.

Parque Nacional Nahuel Huapi (Norte) / San Martín de los Andes

La primera parte del viaje no exige demasiada audacia, hasta Confluencia por la ruta pavimentada, pasando por Valle Encantado (Tratando de identificar el lugar por el que cruzamos el río en enero). Apenas después del desvío a Villa Traful – también a la izquierda- se abre el camino a San Martín por paso del Córdova, pasando por Villa Lago Meliquina. Sin duda se trata de la menos amistosa de las tres vías de comunicación que unen a San Martín con Bariloche. Las otras dos son el camino de Siete Lagos y la ruta 40, que exige 100km más y llegar hasta Junín de los Andes. A nuestro regreso habríamos de comprobar que, pese al rodeo extra que tuvimos que dar, el viaje fue más rápido. La primera parte del camino era como transitar por una calle (de tierra, obviamente) donde cada 10 o 15 centímetros hay un lomo de burro. No sé cuanto, pero pareció una eternidad, aunque afortunadamente teníamos algo a nuestro favor, la vista increíble. Las lengas estaban en aquél entonces en ese momento del otoño en el que aún conservando sus hojas el otoño está avanzado y los colores más variados podían apreciarse: desde las que aún estaban verdes, a aquellas más amarillentas y finalmente marrones y rojizas. Por una de esas cuestiones casi inexplicables (Bueno, en realidad porque ya me daba vergüenza tener una cámara de fotos que era olvidada sistemáticamene) sí llevábamos la cámara con nosotros. Como casi siempre, una de cal y una de arena, con el sol el contra no todas las fotos salieron espléndidas. He aquí una selección de las mejores:





Valle del Chalhuaco

Siempre es un problema; a veces todo junto, a veces separado, en ocasiones con dos eles, otras con una, Chalhuaco es por sí misma una palabra compleja. Afortunadamente el viaje lo fue menos (aunque, para decir la verdad, no recordaba exactamente donde estaba el acceso a la picada y tuvimos que volver y pasar algunas veces –no es necesario recordar cuántas- antes de encontrarla). Las fotos son tanto del viaje hasta el refugio como de la caminata desde “el Neumeyer” hasta la Laguna Verde, hogar de una célebre rana cuyos ruidos alcanzamos a oír y que sólo (al menos eso se supone) habita en ese lugar.