¿Por qué tenemos la necesidad de contar en orden cronológico? ¿Por qué me resisto a escribir sobre algo anterior al último post? ¿Por qué me cuesta tanto romper con el orden (crono)lógico de los acontecimientos?
Hipótesis me sobran, aunque me costaría demostrarlas. En todo caso tampoco necesito hacerlo. No me senté a escribir pensando en el ordenamiento lógico de los eventos. No. Aquello que me impulsa es más bien la intención de cerrar el capítulo de despedida de Sabrina. Por alguna razón siento que esta es una buena forma de cerrar el ciclo que marcó su llegada. En buena medida porque también coincide con el período de verano que también llega a su fin. Ya lo sé. El verano ya terminó, pero sin embargo podría decirse que durante abril sigue viva la temporada de travesías y caminatas. Y ahora empezamos a transitar el mes de mayo y las hojas comienzan a cubrir veredas y jardines, que la temperatura baja por las mañanas y que pronto comenzaremos con las heladas ya no quedan dudas, otro verano ha terminado…
Pienso que una buena parte de esta temporada ha estado marcada por su presencia. Compartimos Navidad y Año Nuevo, caminatas y salidas y más de tres meses de trabajo. En su despedida (la última) nos regaló fotos con diversos episodios de su estadía, y es increíble ver en ellos cantidad de personas y un sin fin de situaciones que casi había olvidado. Mejor dicho, no es que las hubiera olvidado, es que las había dado por naturales, que había dado por sentado que siempre estaría allí. Con mi hermano, con Pablo y Flor, con Sissi y Juampi, con Dolores, con nuestros “hijos”, con estudiantes, más tarde con Lara y André, con medio Quilmas en el casorio, y por supuesto, con Migu, con Matías y con Angie. Tanta gente hacen que tres meses parezcan pocos.
Tal vez me equivoque, pero pienso que en total tuvo como cinco eventos de despedida, a saber; una cena con la gente de la escuela “La Montaña”, una cena en casa, un trekking al día siguiente, la cena en lo de Mara, la última noche en Antares. También tuvimos un almuerzo en Mamushka el jueves Santo, también fuimos a Patanuk a tomar unas cervezas esa tarde. “Hoy tenemos despedida de Sabrina” se convirtió en una frase habitual en nuestras conversaciones, al menos en las mías. Ella también necesitó del período de duelo. Atrasó su estadía en Bariloche, lo postergó hasta el límite y finalmente ya no pudo seguir prolongando su estadía. “Fueron unos meses increíbles”, nos dijo cuando se despidió por última vez en la terminal de ómnibus. Y así subió al micro que habría de llevarla a Buenos Aires. Se va feliz y triste al mismo tiempo. Feliz por la experiencia, los recuerdos y las memorias, triste porque la aventura llegó a su fin. Pero también feliz por volver a ver a su familia, amigos, su ahijado. Se va enojada con el correo que no funciona, con la indecisión casi constante de los argentinos; se va contenta porque muchas veces esa indecisión va de la mano con la espontaneidad que le da posibilidad de no tener planes y, sin embargo, saber que puede llegar a cualquier hora a cualquier lugar y organizar algo, con la informalidad de no tener que generar planes de etiqueta, con conocer a alguien y quedarse tomando mate y charlando como si fueran íntimos. Se va con ese sabor agridulce que nos dejan las cosas que no nos son indiferentes… Por alguna razón, intuyo que va a volver.
Uno de los últimos días de Sabrina en la escuela... Con parte del equipo docente y los Peques haciendo de fondo. Hipótesis me sobran, aunque me costaría demostrarlas. En todo caso tampoco necesito hacerlo. No me senté a escribir pensando en el ordenamiento lógico de los eventos. No. Aquello que me impulsa es más bien la intención de cerrar el capítulo de despedida de Sabrina. Por alguna razón siento que esta es una buena forma de cerrar el ciclo que marcó su llegada. En buena medida porque también coincide con el período de verano que también llega a su fin. Ya lo sé. El verano ya terminó, pero sin embargo podría decirse que durante abril sigue viva la temporada de travesías y caminatas. Y ahora empezamos a transitar el mes de mayo y las hojas comienzan a cubrir veredas y jardines, que la temperatura baja por las mañanas y que pronto comenzaremos con las heladas ya no quedan dudas, otro verano ha terminado…
Pienso que una buena parte de esta temporada ha estado marcada por su presencia. Compartimos Navidad y Año Nuevo, caminatas y salidas y más de tres meses de trabajo. En su despedida (la última) nos regaló fotos con diversos episodios de su estadía, y es increíble ver en ellos cantidad de personas y un sin fin de situaciones que casi había olvidado. Mejor dicho, no es que las hubiera olvidado, es que las había dado por naturales, que había dado por sentado que siempre estaría allí. Con mi hermano, con Pablo y Flor, con Sissi y Juampi, con Dolores, con nuestros “hijos”, con estudiantes, más tarde con Lara y André, con medio Quilmas en el casorio, y por supuesto, con Migu, con Matías y con Angie. Tanta gente hacen que tres meses parezcan pocos.
Tal vez me equivoque, pero pienso que en total tuvo como cinco eventos de despedida, a saber; una cena con la gente de la escuela “La Montaña”, una cena en casa, un trekking al día siguiente, la cena en lo de Mara, la última noche en Antares. También tuvimos un almuerzo en Mamushka el jueves Santo, también fuimos a Patanuk a tomar unas cervezas esa tarde. “Hoy tenemos despedida de Sabrina” se convirtió en una frase habitual en nuestras conversaciones, al menos en las mías. Ella también necesitó del período de duelo. Atrasó su estadía en Bariloche, lo postergó hasta el límite y finalmente ya no pudo seguir prolongando su estadía. “Fueron unos meses increíbles”, nos dijo cuando se despidió por última vez en la terminal de ómnibus. Y así subió al micro que habría de llevarla a Buenos Aires. Se va feliz y triste al mismo tiempo. Feliz por la experiencia, los recuerdos y las memorias, triste porque la aventura llegó a su fin. Pero también feliz por volver a ver a su familia, amigos, su ahijado. Se va enojada con el correo que no funciona, con la indecisión casi constante de los argentinos; se va contenta porque muchas veces esa indecisión va de la mano con la espontaneidad que le da posibilidad de no tener planes y, sin embargo, saber que puede llegar a cualquier hora a cualquier lugar y organizar algo, con la informalidad de no tener que generar planes de etiqueta, con conocer a alguien y quedarse tomando mate y charlando como si fueran íntimos. Se va con ese sabor agridulce que nos dejan las cosas que no nos son indiferentes… Por alguna razón, intuyo que va a volver.
En la cena de despedida organizada por la escuela en Map Room
Con Matías y conmigo en el deck de Patanuk el jueves santo...
7 comentarios:
:)
Volve pronto
No conozco Patanuk. Todavía. Mata con el fondo de atardecer que parece amanecer.
Qué largo lagrimón, amigo.
Ojalá vuelva.
Queremos fotos de la nevada!
Queremos fotos con Sis y Juanpi...
SISSI Y JUAMPY TIENEN QUE CREAR SU PROPIO BLOG!!!!!!!!!!
Toc toc
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