viernes, 17 de julio de 2009

Una de Kafka

Los papeles volaban, el ruido de los teléfonos y los celulares tapaban el sonido de la radio y de la televisión. Caras de preocupación y desconcierto se alternaban con expresiones que dejaban entrever el conocimiento previo. “Por supuesto que lo sabía, pero no podía decir nada”, iban a comentar algunos más tarde… Pero en ese momento la atención se concentraba en las imágenes que el televisor transmitía en vivo. Carlos “Chacho” Álvarez había renunciado a su cargo como vicepresidente unas horas antes. Miraba desde su balcón las banderas de los manifestantes que, al pie de su edificio le expresaban su apoyo. Y mientras la farsa de su 17 de octubre que no fue tenía lugar, en las oficinas del FrePaSo otro era el panorama. Algunos pensaban integrarse definitivamente a la UCR en el gobierno, otros volverían al peronismo, había quienes analizaban emigrar al socialismo o al Ari.

Desde Buenos Aires se esparcían las noticias; primero a las capitales de provincia, de allí a las cabeceras de distrito, desde estas hacía las ciudades menos importantes hasta llegar a los más pequeños y alejados pueblos. La noticia corría rápido y las órdenes se sucedían respetando las jerarquías. Y en medio de esta maquinaria partidaria casi kafkiana alguien se olvidó de Bariloche. La orden nunca llegó hasta aquí por lo que, como todo sistema burocrático, nadie reaccionó ante la debacle nacional del partido, el local siguió abierto y el FrePaSo continuó presentándose a elecciones, ganando o perdiendo, según cambiara la opinión de los votantes…

Eso fue lo primero que pensé cuando comprobé, poco tiempo después de mi llegada que el Frente Grande tenía tres asientos en el Concejo Deliberante local. Después aprendí que la rama provincial del partido había sobrevivido pese a la desaparición (o mutación) de la dirección central y de buena parte de los distritos. Poco importaba saber eso, en cierto punto mi historia me gustaba más. La hipótesis kafkiana de la supervivencia del Frente Grande por el “olvido” de avisar que el partido colapsaba a nivel nacional seguía pareciéndome, en algún punto, extrañamente verosímil.

lunes, 13 de julio de 2009

Cumpleaños de Miqui

Hace ya tres semanas. Era de noche. Yo terminaba de cocinar la cena para Audra y Brian, nuestros hijos y tenía que apurarme. En realidad no debía hacerlo, sólo tenía si quería llegar a la hora que me habían dicho. Lamentablemente he desarrollado un problema crónico; llegar a todos lados con exceso de puntualidad; tenía que llegar a las nueve, llegué a las 9 y 2. Para un germano que va a una cena es una demora inaceptable. Para un argentino que va a un cumpleaños raya en la mala educación.

Todavía vivo acá, así que saquen sus conclusiones.

A continuación algunas fotos del evento como para que no se olviden de mi cara (¿EGO? No, para nada)

MIKA x 2. Todos/as tuvimos nuestras fotos de póster con la homenajeada.


Wie der Vatter so die Töchter. Con mi hija, dos gotas de agua.


¿Vieron qui-mona que está mi segunda cónyuge?

Las chicas sólo quieren divertirse. Angi, la cumpleañera y Claudina

miércoles, 8 de julio de 2009

Un buda

Se me rompió la afeitadora. Había logrado arreglarla pero dos semanas después se volvió a romper. Un nuevo arreglo le dio otra semana más de vida. Pero cada vez que volvía a funcionar parecía hacerlo más como un favor personal hacía mí que por las leyes de la física moderna. Ya cansado de estas reparaciones siempre provisorias y cada vez menos duraderas me decidí a comprar una nueva afeitadora. Estaba precisamente mirando los modelos más económicos para reemplazarla cuando sonó el celular. El ringtone era la música de psicosis en la archifamosa escena de la bañadera. No faltó quien se diera vuelta para ver quien podría ser tan desubicado como para tener semejante sonido en su celular. En mi celular la música en cuestión sólo puede significar dos cosas; o me llamaban de “La Montaña” o me llamaban de ECELA. Opción dos. Era Angie. El motivo del llamado era informarme que finalmente nuestros “hijos” no comerían en casa. Miguel, que está de vuelta por estos pagos, y ella, tampoco.

Minutos más tarde abandonaba el negocio con una afeitadora en la mochila y el -poco claro- plan de vagar un poco sin rumbo. En este deambular por la ciudad terminé por recordar una película que había comenzado a ver y que tenía muchas ganas de terminar. En español se llama “Piso compartido”, aunque en lengua original es conocida como “L´auberge espagnol”. La película es francesa, eso al menos en la teoría, ya que buena parte de la misma transcurre en Barcelona en un departamento que comparten un francés, una española, un italiano, un danés, una inglesa y ya no recuerdo quien más. Al poco tiempo que comienzan a convivir en esta babel cultural tan parecida a mi propia casa el CD comenzaba a fallar. Conclusión, tenía muchísimas ganas de terminar la película. Para ese momento descubrí mi vagar sin rumbo (o sin rumbo consciente, que no es lo mismo) me había llevado hasta el video club. Sorpresa, promoción de martes, un alquiler a $4.50.


Debí habérmelo imaginado porque estas cosas siempre terminan igual, la peli que quiero no está o está alquilada. Bueno, la correcta era la opción uno. Pero yo ya me había imaginado el plan de ver alguna película esa noche, así que empecé a dar vueltas por el local. Pensé que podía ser una buena ocasión para ver alguna nacional, alguna que tuviera ganas desde hacía algún tiempo. Candidatas: Nacido y criado, de Trapero, Familia Rodante, del mismo director y Dolores de casada, película de la cuál no tenía más referencia que los nombres de los actores y la presencia de Mirta Busnelli, actriz que siempre me garantiza alguna sonrisa.


Pero entonces la vi y supe que tenía que alquilarla. Hacía tiempo que quería ver Un Buda y cuando vi el atardecer con la ciudad de fondo y un monje a contra luz ya tenía resuelto mi plan para la noche del martes. Minutos después salía del local con el DVD en mi mano derecha.

Los pepinos en vinagre necesitaban algún tiempo así que en lugar del germanoide Leberwurst-pepino-pan negro (herencia de mi primer concubinato) me preparé un heterodoxo aunque no por eso menos interesante Leber-queso-palta con pan blanco, me acomodé en la silla y di por comenzada la función.

Es extraña. Como extraña fue la sensación de sentir simpatía por un sujeto del todo ajeno a mí. Budista, en plan de búsqueda espiritual, con certezas en lugar de preguntas, con una consciente seguridad acerca de nuestra existencia y del orden divino. Y sin embargo también estaba aquello que me acercaba; su sentimiento de que la vida moderna carece de algo, que hay algo que no cierra y, finalmente, su viaje para encontrar ese algo que sí, está dentro suyo, pero que al mismo tiempo requiere salir de su mundo, abandonar la ciudad y retirarse. Si todo aquello me acercaba a él, más me acercaba a su hermano, un profesor de filosofía que atónito observaba toda esta crisis elaborando hipótesis psicoanalíticas para explicar el errático comportamiento de su hermano. Más o menos huraño, cientificista, ajeno a las necesidades religiosas de los demás, algo tímido, medio boludón, siempre mirando con una mezcla de lástima y superioridad a quienes cruzándose en su camino le manifestaban alguna religiosidad… tan racional y tan … como yo en tantos aspectos que hizo que la historia me pareciera mucho más cercana de lo que me hubiera parecido en otras circunstancias.

miércoles, 1 de julio de 2009

Día de elecciones

A veces me descubro en medio de nuevos hábitos y me asusto. Me asusto al pensar que, aunque no sienta que estoy acá desde hace tanto, ya tuve el tiempo suficiente como para crear nuevos hábitos, producirlos y reproducirlos. Tres años y medio… Siempre pensé que iba a ser un momento clave. Alguna vez leí que a los tres meses se pasa por la primera crisis de adaptación a un lugar. La segunda llega al año, la tercera, a los tres…

De crisis, por ahora ni hablar, pero sigo sin saber si es este el lugar donde quiero pasar el resto de mi vida. Eso sí, aún siento que este es el lugar donde quiero estar ahora. Bueno, no del todo, ahora quiero estar en la playa en una isla en el Egeo, o en Hawai. Calor, en la playa, calor todo el día, entrar en el mar y nadar… Pienso que es lo normal en esta época del año … bermudas y ojotas durante todo el día, sin campera, sin medias térmicas, sin bufanda, sin camiseta, sin guantes; en fin, sin tener más capas que una cebolla que se va pelando para acomodarse a la temperatura del lugar donde se encuentra… Pero, a pesar de eso, este es el lugar donde quiero estar (inmediatamente después de la playa paradisíaca, obvio).

En este caso me encontré a mi mismo en medio de mi nuevo hábito electoral. Antes la costumbre hubiera implicado que debería haberme levantado a las 9.30 o 10 para ir a la radio. Me quedaría en la radio tomando mate con Pedro, Lara, tal vez Chili y es posible que incluso Nati Guarnacci. Luego habría de salir con rumbo a alguna escuela de Bernal o de Don Bosco para hacer un poco de móvil y, alguna que otra vez, un par de encuestas a boca de urna. Con suerte habría de volver a almorzar a casa y salir con mi papá y mi hermano para ir a votar a algún incómodo rincón de Quilmas oeste, por demás a tras mano. De allí a la radio otra vez y desde ahí rápido para llegar antes de las 6 de la tarde a alguna escuela para transmitir el recuento de votos. En general me tocaban las de Ezpeleta o Quilmes oeste, así que hacia allí partía con celular provisto para la ocasión. Miraría por las ventanas de las aulas para obtener algún dato, respondería un par de preguntas de Pedro avisándole que aún no había novedades, hasta que llegaría finalmente el momento en que llamaría desesperado y trataría de pasar la mayor cantidad de mesas posibles, cruzando los dedos para que la batería del teléfono fuera suficiente, respondiendo preguntas de la mesa y contando algún que otro dato anecdótico.

Programa especial, día de elecciones. Clásico de Radio Quilmes para los domingos electorales. Debo reconocer que lo extrañé un poco. Extrañé hacer un móvil, tratar de hacer cuentas, arriesgar resultados, volver a la radio, cenar comiendo pizza para festejar el fin de la transmisión, la presión, las corridas, los llamados, las carcajadas de Pedro al otro lado del teléfono, escuchar el reporte de mis compañeros/as …

Y lo extrañé porque mi nuevo hábito de elecciones es notablemente más aburrido. Salir abrigado de casa, caminar en dirección a la estación de policía, hacer una relativamente rápida cola, presentar mi documento, responder que no voto porque aún no aparezco en el padrón electoral local, firmar la presentación policial y recibir las instrucciones a seguir. Sí, lo sé. No es divertido, no me siento orgulloso de mi nuevo hábito. Mi tarea para el próximo año será, entonces, tratar de modificarlo para la próxima. Después de la próxima elección veremos cómo me fue.

Ah, me olvidaba, en Bariloche ganó el ARI.