domingo, 31 de enero de 2016

Final de Fiesta

Se acabó, 
el sol nos dice que llegó el final, 
por una noche se olvidó 
que cada uno es cada cual.

Vamos bajando la cuesta
que arriba en mi calle
se acabó la fiesta.

Así termina “Fiesta”, de Joan Manuel Serrat. Y así también se acabó el circo la fiesta de la Navidad en Dresden. Con árboles y árboles amontonados sobre contenedores dispuestos por la ciudad especialmente después de reyes. Porque abajo de todos esos árboles hay, efectivamente -y aunque casi no se vea- un contenedor. 
Al parecer a nadie le pareció grotesco seguir tirando sus pobres árboles en la montaña que sepultaba al contenedor. Incluso a continuación hasta es posible apreciar a una alemana capturada escrachada in fraganti, deshaciéndose de su ya inservible pino.
Claro que como esto es Alemania y no cualquier cosa, los abetos y los pinos no se pueden ir tirando por ahí. Sí se pueden hacer montañas obscenas de pinos pero no en cualquier lado... En teoría se podía trozarlos y tirarlos a la basura orgánica. Porque aquí los árboles de Navidad no son de plástico como estamos acostumbrados sino que son árboles de verdad verdadera. Desde principios de noviembre se montan negocios ad hoc en donde te venden pinos y abetos de distinto tipo y tamaño, de acuerdo al gusto y/o bolsillo de cada uno/a. En fin, otra opción para eliminar los árboles era arrojarlos a los contenedores dispuestos específica y especialmente para tal fin. Al mejor estilo de la junta vecinal de Los Coihues, la ciudad informó dónde y cuándo se iban a disponer los contenedores, para que cada quien pudiera deshacerse en el lugar correcto de los consabidos arbolitos. 

A mí me sigue dando pena. Tantos árboles cortados sólo para decorar la casa, el patio o el balcón por un mes y que luego, chau, raus, goodbye, a la basura… no sé, no me cierra. De hecho, no sólo no me cierra sino que me parece un despropósito y una incoherencia con todo el sentimiento pretendidamente ecológico que, se supone, se encuentra detrás de la clasificación de residuos y el consumo de productos "bio" (orgánicos y naturales) y amistosos con el medio ambiente. Cuando esbocé la contrariedad que me generaba esta situación en la clase de alemán (que fue durante dos meses no sólo un espacio de aprendizaje sino también de terapia grupal), buena parte de mis compañeros/as me miró como si acabase de cruzar la frontera de lo criticable para adentrarme en un terreno, cuando menos, pantanoso. En fin, el sol (del siete de enero) y el contenedor nos dicen que llegó el final, y que el circo de la Navidad se empieza a desmontar...

PD: Sí, ese día había un poquito de nieve.

PD2: El circo de Navidad en realidad aún subsiste en algunos balcones y ventanas, ya que sus dueños se resisten a remover lucecitas y estrellas. Claro que, ya que las mismas no se pudren, hay que sacarles el máximo jugo posible...

domingo, 24 de enero de 2016

Sans Souci (o el relax de un gran pequeño)

Para los que alguna vez fueron a un Bazarfest, San Souci era el nombre de una de las orquestas alemanas que solía ir a tocar al Colegio Alemán de Quilmes para tales eventos. Que yo recuerde, San Souci, la Baden-Baden y alguna otra cuyo nombre ahora se me escapa... No es que haya prestado especial atención a ninguna de ellas (las orquestas de vientos y metales con gente disfrazada de tirolesa no es exactamente mi área musical) pero como bien sabrán, suelo recordar datos totalmente irrelevantes y carentes del más mínimo valor.

Sans Souci es también un parque y un palacio. Además de una expresión francesa. “Sin preocupaciones”, o algo por el estilo. Eso mismo era lo que quería el rey prusiano Federico “El Grande” (reyes y emperadores, todos necesitan algún adjetivo grandilocuente -o llegado el caso, despectivo- que los salve de confusiones y olvidos). Así que lejos -pero no tanto- de las obligaciones berlinesas construyó este palacio en medio de una zona que mandó a parquizar.
 
 A menudo se lo conoce como “el Versalles prusiano” (admite también la variante de “alemán”). Cuando me lleven a Versailles veremos si amerita o no semejante comparación. El conjunto incluye tres grandes palacios, iglesias, ruinas falsas, baños romanos, otras residencias para esposas no del todo deseables (pero no del todo indeseables, como le pasó a alguna que fue directamente desterrada de Sanssouci y tuvo que establecer su residencia al menos a 20 km de su esposo).
Los tres principales palacios son Sanssouci, el Neues Palais y La Orangerie. Este último, al igual que buena parte de las atracciones, está cerrado entre noviembre y febrero (Nota mental; ¿cuántas veces van ya?). Los otros dos están abiertos todo el año, aunque las cocinas, sorpresa, están cerradas también durante otoño-invierno. De los dos el Neues Palais es el más grande y más imponente. Y es el palacio en el que el rey que lo mandó construir jamás residió. El palacio fue construido para recibir visitantes y realizar eventos, y demostrarle al resto de países europeos que Prusia aspiraba a ser una potencia de primera línea y poseía, por tanto, una corte a la altura de sus expectativas. 
La postal clásica de Potsdam la constituye Sanssouci, el palacio que da nombre al parque, que tiene la mejor vista y que fue el favorito de Federico “el Grande”. Es más pequeño porque el rey no quería recibir en él más que a sus amigos más íntimos o invitados especiales, como Voltaire, que pasó algunas temporadas en la corte y, particularmente, en Sanssouci. De hecho, el nombre del palacio lo que intenta revelar es, precisamente, el ambiente que se esperaba flotara en el palacio. Sin apuros ni problemas, un lugar fuera de las obligaciones y el protocolo. Eso no implica que el palacio sea sencillito ni mucho menos. Tampoco es que le haya salido baratiiito. El palacio da a un desnivel escalonado en el que se plantaron vides, cerezas, moras, rosas, duraznos, frutillas y mil cosas más en unos gabinetes vidriados, de modo que las flores y las frutas pudieran estar a salvo por la noche de las heladas e inclemencias climáticas. Obviamente cuando llega el invierno ya no hay vidrio que salve a las plantas (Nueva nota mental, evitar visitar jardines palaciegos en invierno).

 
 
Amigo de Voltaire, modernizador de la economía y del ejército prusiano, criado en una disciplina estricta a la que hoy no dudaríamos en señalar de “prusiana” si no fuera porque en su caso sería una total redundancia, peleado con su padre, pequeñito (un metro sesenta y corto), lector compulsivo, Federico (aún no sé si el sobrenombre fue idea suya o de uno de sus enemigos) transformó a la lejana y rural Prusia en una especie de potencia de segundo orden y dejó buena parte del camino allanado para que sus sucesores siguieran construyendo sobre lo que él dejó, literal y figuradamente, porque también se dedicaron a ampliar el Neues Palais y Sanssouci y lo redecoraron una y otra vez. De hecho la decoración original fue realizada en un estilo de barroco que según nuestra audioguía se llama “rococó federiciano” y que fue preservado sólo en una o dos habitaciones. 
Luchando para descontracturar tanto dorado, tanta seda y tanto ambiente barroco.
 
 ¿Tanto palacio para esa camita? Aparentemente aún no habían inventado el concepto de colchón "king size" antes del 1800. O quizás sí pero los nobles prusianos que no hablaban inglés no se habrían enterado de la novedad.
De muestra para ilustrar el "rococó federiciano" basta un botón o, en este caso, mejor dicho, una colección de pajarracos… El motivo que más se repetía en este estilo. 
Y para el final de Sanssouci, el cuadro de Federico “el grande” de Andy Warhol, que se dedicó a intervenir uno de los retratos más tradicionales del pequeño Federico.
 Si Sanssouci era su refugio personal (su mujer no tenía una habitación para ella y había mandado que las bibliotecas fuesen de su altura para no necesitar ayuda para acceder a los libros) el Neues Palais estaba destinado a la lacra de cortesanos/as, amigos/as, visitantes ilustres y no tanto, familiares lejanos indeseables o otra gente encantadora que pululaba por los pasillos de la corte...
 

Uno de los puntos destacados del palacio es conocido como “la gruta”, un gran vestíbulo para los invitados, recubierto y decorado íntegramente con caracoles, coral y piedras preciosas (y no tanto).
 
Otras habitaciones tenían una decoración también barroca y rica en detalles aunque ligeramente menos rebuscada. Aquí sí se podía sacar fotos, así que nos dimos un panzazo. Aunque con el atardecer fuera y una iluminación mínima para no dañar las pinturas y telas originales muchas salieron ligeramente oscuras.
Más adelante los emperadores alemanes (después de 1871) también residieron en verano aquí, dejando Sanssouci como museo. Con el cambio en los estándares de higiene introdujeron algunas modificaciones, como las bañeras y baños. En efecto, en la época de Federico bastaba para baño una escupidera/bacinilla que estaba en un recoveco no ventilado de la habitación y para bañarse se llevaban una bañadera móvil de un lado al otro y se calentaba agua en las estufas… luego, adiós a la bañadera, el baño se desarmaba y san-se-acabó. Los últimos emperadores alemanes hicieron reformas el palacio para que tuviera baños con canillas de agua caliente y corriente, duchas con electricidad y comandos para llamar al personal de servicio cuando su majestad imperial necesitaba ser enjabonada asistida en la bañera. 
Entre otras cosas, cuenta la audioguía que nos dieron que parte de los cuadros que decoran las paredes fueron comprados por los reyes de Prusia ya que la emperatriz austríaca los había rechazado por “demasiado libertinos”. Más allá de aprovechar la oferta (el pintor debe haber hecho una linda rebaja en el precio producto de su caída en desgracia) querían demostrar que a diferencia de la pacata corte vienesa, en Prusia estaban abiertos a nuevas ideas. Después la revolución francesa demostró que tampoco estaban ni tan abiertos ni a tantas ideas. Para después de Napoleón terminaron bastante menos abiertos a cualquier idea política nueva, aunque en la economía se permitieron aceptar alguna que otra cosilla.

miércoles, 20 de enero de 2016

El mercado de Navidad

Cuenta la leyenda que el primer mercado de Navidad se realizó en Dresden en 1434. Acá ya hay datos de debate. Porque al principio se trataba de un mercado de carne que se realizaba el lunes antes de Navidad. De allí no se deduce que haya sido siempre un mercado enteramente de Navidad. Desde allí en más cada año se hizo más popular y además de carne comenzaron a vender Stollen, que en el sajón de la época se decía de algún modo parecido a strizel o striezel, de donde deriva el nombre Striezelmarkt que ostenta el mercado. Esto no es Wikipedia, es información valiosísima de mi clase de alemán. Está chequeado.

Con el tiempo el mercado comenzó a durar más, y a venderse no sólo stollen sino también especias e ingredientes para el stollen, las lebküchen y el glühwein. El glühwein es un vino caliente especiado, super popular en el mundo germánico para tomar en la calle cuando hace frío. Como un café caliente pero ligeramente más alcohólico. No voy a dar nombres pero hay gente que ha desarrollado una tendencia a la ingesta del glühwein incluso desde antes del almuerzo. Las lebküchen son también algo super típico de la Navidad germánica. Una masa de galletita con base de harina, almendras, azúcar y clara batida con canela, jengibre y clavo olor que se cocina sobre una hostia y luego es bañada en chocolate o glasé.
Nuestra primera visita al mercado fue con una pareja de argentinos que ofició de guías en esta suerte de Babel culinario-navideña. Para José -que trabaja en el instituto que está al lado del de Diego- el eje de la discusión en torno al mercado incluye la cuenta de las ediciones y la antigüedad del mismo. Durante los años en que existió la Alemania Oriental no hubo mercados de Navidad. El estado socialista no concebía la necesidad de celebrar la Navidad, una fiesta de origen religioso devenida en momentum del consumismo, así que ni por un lado, ni por el otro. Y ni falta hace hablar de lo que pensaban los líderes de la DDR del mercado de Navidad, así que bueno, por cerca de 50 años se acabó el Striezelmarkt. La pregunta del millón a todo es… ¿cuentan esos cincuenta años en la historia del mercado? … aunque se haya interrumpido en su realización ¿sigue siendo el más antiguo?
Otras preguntas también fuente de debate son ¿qué comemos? ¿en qué puesto? ¿dónde compramos el glühwein? ¿por qué la cola es tan larga? ¿por qué hace tanto frío?. Después del cuarto glühwein posiblemente las preguntas sean otras, pero por ahora no nos vamos a abocar a ellas. ¿Qué comemos? Siempre hay Wurst. Por ahora los más frecuentes son los thüringerbratwurst, una especie de salchicha larga y clarita que se suele cocinar a la parrilla y comer con un pancito que deja afuera la mitad de la salchicha. En Dresden no importa cuál sea el evento, siempre hay puestos de thüringerbratwurst. Así que nosotros elegimos comer otra cosa siempre que podamos. Obviamente en los mercados más tradicionales hay más wurst y en los otros hay más Kebap, lángos, comida china, pizza o lo que fuere. En qué puesto es fácil, uno sin cola kilométrica. La verdad es que los alemanes podrían hacer las cosas fáciles y vender el glühwein en el mismo lugar que la comida. Nop. Normalmente no es así, lo lamento.
Aunque no lo parezca, las figuras del pesebre son de relativo tamaño real. Y el tronco que se ve es el del gran árbol de Navidad que se ve en el centro de la plaza.
Y hablando de glühwein, otra cosa que no puede faltar en los mercados de navidad, al menos en los de Sajonia, son las pirámides de Navidad. Son réplicas gigantes de unas hechas con madera que medirán 20 o 30 centímetros y que todos los sajones que se precien de tales tienen en sus casas. Se  trata de una torres de cuatro pisos en las que se prenden velas que al calentar el aire hacer mover una hélice colocada en la cima de la pirámide. Al mover la hélice se mueve un eje que mueve a las figuras que adornan cada uno de los pisos de la pirámide. Obviamente las hay con lucecitas eléctricas y que giran a batería. Intuyo que las pirámides gigantes que se ven en los mercados funcionan con el mismo principio.
Las dos primeras fotos de pirámides son de la del Mercado de la Altmarkt. Esta última es del mercado de la Frauenkirche. Como imaginarán.Noviembre y diciembre no son meses precisamente famosos por la limpidez de sus cielos y lo apacible de su clima. En algunas fotos queda bastante claro (u oscuro, según se vea). Aunque cada tanto también suele haber algún día frío-frío de presión alta, helada y cielo azul.
Lo que definitivamente seguirá siendo un misterio es la pasión con la que alemanes y turistas se lanzan sobre el mercado, dispuestos a consumir y a dejarse llevar por la marea humana que fluye por los pasillos y callecitas, como si ya no fueran a quedar más wurst o glühwein. O como si se tratara de cosas jamás antes vistas, lo cual es bastante extraño porque más grande o más pequeño, más espectacular o menos, las ciudades del mundo germano (incluye suizo germano) parlante suelen contar con este tipo de circo mercado. 

domingo, 17 de enero de 2016

Potsdam

Potsdam es básicamente conocida por ser la ciudad en donde se encuentran los palacios de Sans Souci, -Sanssouci, el Neues Palais, la Orangerie (entre otros)- en un inmenso parque que alguna vez fue catalogado como “el Versalles alemán”; también por haber sido el lugar donde tuvo lugar la “Conferencia de Potsdam” y, finalmente, por ser la capital del estado de Brandenburgo-Antepomerania. Esto último, obviamente sólo es motivo de orgullo e interés para los habitantes de la ciudad y, probablemente, para nadie más. En Sanssouci (en francés, Sans Souci; sin preocupaciones) estaban las residencias reales e imperiales de verano de los reyes de Prusia y, luego, de los emperadores alemanes, por lo que la ciudad tuvo un estatus un tanto especial de ser en la realidad “una segunda capital”. De todos modos Sanssouci ya tendrá su entrada en este blog, así que de momento el dato anecdótico más importante será el de la Conferencia de Potsdam, que tuvo lugar en 1945 y que reunió a los “tres grandes”, como se decía en la época… El primer ministro británico Winston Churchill, el presidente de Estados Unidos Harry Truman y el Secretario General del Comité Central del Partido Comunista de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (que cada vez que tenía que explicar cuál era su cargo generaba bostezos), Joseph Stalin. En Potsdam se reunieron en el 45 y se dedicaron a dividir la Alemania ocupada, ver quién se iba a quedar con qué, como se iba a juzgar a los criminales de guerra, qué se iba a hacer con Austria y Polonia, que iba a pasar con los alemanes que vivían fuera de Alemania, cuáles iban a ser las fronteras de Alemania, quién las iba a controlar, qué se iba a hacer con la flota naval, etc, etc, etc. Deben haberse agarrado lindo de los pelos para ponerse de acuerdo en estas cuestiones… y en las que deben haber imaginado que se vendrían. Sin embargo puertas afuera todavía eran aliados y necesitaban sacarse las fotos los tres de la manito.

La ciudad es hoy un potpurrí de edificios barrocos que se salvaron, edificios que fueron reconstruidos, edificios de dudoso buen gusto construidos en la inmediata postguerra y nuevas construcciones posteriores a la reunificación. Por una parte está el eje más monumental, si se quiere, el conjunto del antiguo palacio, la catedral y la antigua municipalidad, hoy museo, junto a la plaza del palacio.
El antiguo palacio, hoy edificio de gobierno del estado de Brandenburgo-Antepomerania. Fue dañado en la guerra, destruido en los '50 y reconstruido después de 2002.
La antigua municipalidad, hoy funciona como museo de la ciudad. 
El Dom o, a falta de mejor traducción, "catedral" luterana de Potsdam. 
Luego está la Brandenburgerstrasse, que es la calle comercial que va desde el antiguo palacio hacia el parque Sanssouci. Se trata del núcleo histórico de la ciudad, menos barroco, con edificios más bajos y simples pero que también tienen su encanto.
En el medio también está el Barrio Holandés, un par de manzanas que alojan viviendas y negocios construidos en la primera mitad del siglo XVIII para recibir a un grupo de artesanos y trabajadores holandeses que se instaló en la región por invitación del rey Federico Guillermo de Prusia. Federico Guillermo se dedicó a modernizar el país, embarcarlo en cuanta guerra hubiera en Europa, comerse a sus vecinos más débiles y atormentar a su hijo, el futuro Federico “el Grande”.
La actual municipalidad de Potsdam también es un edificio muy pintoresco. Se ve que llegamos justo después de un casorio porque había pétalos de rosa en la escalera del registro civil. Otra que tirar arroz en el centro administrativo de la Onelli.
Y el final de nuestro recorrido, la entrada a San Souci, el parque donde se encuentran los palacios por los que se supone que Potsdam es un punto obligado para los turistas que llegan hasta Berlín. Para los palacios, hay que esperar hasta el capítulo que viene.