Los
domingos en Dresden cierra todo. TODO. Todo con dos excepciones. Una son los
bares, restaurantes y cafés. La otra son los negocios de la estación de trenes.
Afortunadamente allí hay un supermercado, una farmacia, un par de kioscos y
otros negocios de comida rápida. Como es Alemania también hay una florería.
Un
buen día, gracias a Nubia descubrimos que debajo de la estación de trenes
también había otro mundo. Ese otro mundo subterráneo incluye una galería
comercial y dos subsuelos de estacionamiento.
Ese
mundo no funciona los domingos. Tampoco es especialmente glamoroso. Es más bien
un lugar un tanto oscuro, no muy encantador ni particularmente transitado. Y a
diferencia de las grandes marcas del mundo de allá arriba, los negocios subterráneos
son más bien desconocidos. Tampoco hay tantos. Una florería que se llama Saigón,
un supermercado de productos orientales (dícese, chinos, coreanos, japoneses,
etc), dos verdulerías, un locutorio y el supermercado de productos de medio
oriente.
En
este último negocio me interné con una larga serie de interrogantes. A saber,
si yo fuera un mantecol, y viniera de
Turquía… ¿cómo me llamaría? ¿qué aspecto tendría? ¿en qué tipo de paquete
vendría?. Obviamente carecía de respuestas para todas estas preguntas. Pensando
en perspectiva resulta obvio que debería haber buscado alguna respuesta en
Google. Pero como es sabido, esos momentos de iluminación suelo tenerlos más a posteriori, cuando el hecho ya está
consumado.
Así
que con mis preguntas llego hasta el supermercado. Espero que la tarea no
resulte tan difícil y me armo de coraje. Entro. Hay cinco personas hablando
cerca de una heladera. No es alemán. Ni idea de si es árabe o turco. Hago un
saludo con la cabeza y encaro rápidamente hacia las góndolas tratando de evitar
un contacto oral en algún idioma que me resulta desconocido.
Ya en
la góndola comienza la búsqueda. No, no, no… esto no sé qué es, esto tampoco,
esto menos, pero no parece mantecol. Hey, esto es arroz, al fin algo conocido.
Pero no necesito arroz. Siguiente góndola.
Condimentos.
Acá me puedo quedar a vivir. Curry no sé que cosa. Curry no sé que otra. Curry
ahumado. Tostado. Me convencieron, llevo un curry. Y ají molido. Sigo. Por
ahora no hay noticias del mantecol.
A
ver. Frascos y latas. Verduras en latas. Tahini. Pasta de maní. Manteca de
maní. Llevo tahini. A diferencia del precio prohibitivo que tiene en Argentina,
acá cuesta apenas más caro que una mermelada.
Té.
Mmmm. A ver… Té en hebras, bolsas de kilos y kilos. Té en saquitos. Medio caro,
pero hay una oferta de té de limón, llevo uno. Más paquetes de té en hebras.
Hey, un momento. Esto parece un paquete de yerba. Pero está en árabe.
¿Será
yerba?. Levanto la vista. Esto es una broma. Veo otro paquete que tiene toda la pinta de ser yerba Piporé
en árabe. Bueno, asumo que será Piporé, porque el paquete tiene los mismos
colores y la misma estética. A ver. Lo doy vuelta. ¡Es Piporé! Con la
información adquirida vuelvo al otro paquete que también parecía yerba mate. Lo
doy vuelta. ¡Español! ¡Yerba-mate! Al menos encontré algo. No es lo que venía a
buscar pero es algo. Sigo mirando.
Más
cosas que no sé que son. Esto parece una suerte de galleta de arroz. Esto
parece un alfajor de galletas de arroz con algo misterioso en el medio. Bolsas
de almendras. Semillas de sésamo. Pistachos. Algo que parece un turrón blando,
creo que con pistachos. Al menos parece que acabo de entrar en zona. Un
producto raro con apariencia entre la manteca y el tofu. Pero no sé. Sólo es
una caja de plástico con una foto.
¿Será?.
Lo agarro, lo dejo… lo agarro, lo dejo. Sigamos viendo. Mmmm… esto parece un
mantecol con chocolate. Por el dibujo que tiene, debería ser un mantecol con
chocolate. Y dice Kakaolu, que suena muy parecido a cacao. Luego veo que dice "halva with cocoa". Y para asegurarnos, después está en alemán. Ok, ya entendí.
Más
lo miro, más me parece que es mantecol con chocolate. Lo agarro. Me desconcierta
un poco que diga “tahin”. Tahin me suena a tahini. Tahini es pasta
de sésamo. ¿el Mantecol tiene sésamo? Mmmm. Pero el dibujo es muy parecido.
Está bien, lo llevo. Vuelvo sobre mis pasos y miro la otra cosa que había
agarrado antes. El nombre es parecido. Dice “plain”, asumo que eso significará
que es como el otro pero sin chocolate. El dibujo del paquete parece confirmar
la idea. Y bueno, total… si no es me lo como antes de que llegue Diego.
Ahora
a la caja. ¿Será acá la caja? Debe ser. Pongo todos mis tesoros en el mostrador. Espero un rato a ver si viene alguien.
Espero un rato más. Ahí viene alguien. Me dice algo que no entiendo. Se ve que
mi cara de sorpresa le indica que no entendí. Lo repite. Entschuldigung?. ¿No hablás
árabe? -me pregunta en alemán-. No, le respondo. Asiente. No hablás árabe pero comprás
árabe, me dice. Y sudamericano -le retruco mientras le señalo la yerba-. Claro,
bueno, eso lo tomamos de ustedes, supongo. Y parece que esto -le indico ahora el supuesto
mantecol- lo tomamos de ustedes. En Argentina tenemos algo que se le parece
mucho. ¿Cómo se llama? -me pregunta-. Mantecol.
Me
extiende el ticket. Le pago. Clín. Caja. Me vuelvo a casa a paso redoblado. No
porque avance el enemigo, sino por curiosidad, porque quiero saber si la misión
fue exitosa o si voy a tener que empacharme con una pasta misteriosa.
3 comentarios:
https://www.youtube.com/watch?v=YcTm0DNu2aw
Me encantó esta historia. Y las anteriores también. El mantecol, como producto, fue desarrollado en Argentina por (creo recordar) un armenio. Y creo que Siria es un gran consumidor de yerba mate. Es cierto que habría que averiguar en Google, pero también hago eso al final y no al principio.
Un saludo para ambos!
Efectivamente, Argentina le exporta yerba a Siria y a Líbano, que son grandes consumidores de mate tal y como lo conocemos. Y sí -también- el Mantecol fue producido en Argentina por la familia Georgalos, que si bien no era armenia, tampoco está tan lejos. Prometo que en breve cuento un poquito de esa historia que también es interesante (y ya la tengo escrita). Y bueno, no cabe duda... averiguar todo al principio puede que sea más práctico pero claramente arruina el elemento sorpresa.
Saludos
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