Potsdam es
básicamente conocida por ser la ciudad en donde se encuentran los palacios de
Sans Souci, -Sanssouci, el Neues Palais, la Orangerie (entre otros)- en un inmenso parque
que alguna vez fue catalogado como “el Versalles alemán”; también por haber
sido el lugar donde tuvo lugar la “Conferencia de Potsdam” y, finalmente, por
ser la capital del estado de Brandenburgo-Antepomerania. Esto último,
obviamente sólo es motivo de orgullo e interés para los habitantes de la ciudad
y, probablemente, para nadie más. En Sanssouci (en francés, Sans Souci; sin preocupaciones) estaban las residencias
reales e imperiales de verano de los reyes de Prusia y, luego, de los
emperadores alemanes, por lo que la ciudad tuvo un estatus un tanto especial de
ser en la realidad “una segunda capital”. De todos modos Sanssouci ya tendrá su
entrada en este blog, así que de momento el dato anecdótico más importante será
el de la Conferencia de Potsdam, que tuvo lugar en 1945 y que reunió a los “tres
grandes”, como se decía en la época… El primer ministro británico Winston
Churchill, el presidente de Estados Unidos Harry Truman y el Secretario General
del Comité Central del Partido Comunista de la Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas (que cada vez que tenía que explicar cuál era su cargo generaba
bostezos), Joseph Stalin. En Potsdam se reunieron en el 45 y se dedicaron a
dividir la Alemania ocupada, ver quién se iba a quedar con qué, como se iba a
juzgar a los criminales de guerra, qué se iba a hacer con Austria y Polonia,
que iba a pasar con los alemanes que vivían fuera de Alemania, cuáles iban a
ser las fronteras de Alemania, quién las iba a controlar, qué se iba a hacer
con la flota naval, etc, etc, etc. Deben haberse agarrado lindo de los pelos
para ponerse de acuerdo en estas cuestiones… y en las que deben haber imaginado
que se vendrían. Sin embargo puertas afuera todavía eran aliados y necesitaban
sacarse las fotos los tres de la manito.
La ciudad
es hoy un potpurrí de edificios barrocos que se salvaron, edificios que fueron
reconstruidos, edificios de dudoso buen gusto construidos en la inmediata
postguerra y nuevas construcciones posteriores a la reunificación. Por una
parte está el eje más monumental, si se quiere, el conjunto del antiguo
palacio, la catedral y la antigua municipalidad, hoy museo, junto a la plaza
del palacio.
La antigua municipalidad, hoy funciona como museo de la ciudad.
El Dom o, a falta de mejor traducción, "catedral" luterana de Potsdam.
Luego está
la Brandenburgerstrasse, que es la calle comercial que va desde el antiguo
palacio hacia el parque Sanssouci. Se trata del núcleo histórico de la ciudad,
menos barroco, con edificios más bajos y simples pero que también tienen su
encanto.
En el medio
también está el Barrio Holandés, un par de manzanas que alojan viviendas y
negocios construidos en la primera mitad del siglo XVIII para recibir a un grupo
de artesanos y trabajadores holandeses que se instaló en la región por
invitación del rey Federico Guillermo de Prusia. Federico Guillermo se dedicó a
modernizar el país, embarcarlo en cuanta guerra hubiera en Europa, comerse a
sus vecinos más débiles y atormentar a su hijo, el futuro Federico “el Grande”.
La actual
municipalidad de Potsdam también es un edificio muy pintoresco. Se ve que
llegamos justo después de un casorio porque había pétalos de rosa en la
escalera del registro civil. Otra que tirar arroz en el centro administrativo
de la Onelli.
Y el final de nuestro recorrido, la entrada a San Souci, el parque donde se encuentran los palacios por los que se supone que Potsdam es un punto obligado para los turistas que llegan hasta Berlín. Para los palacios, hay que esperar hasta el capítulo que viene.
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