*Aún no
tenemos del todo claro si aprovechamos que vamos a la embajada argentina a
justificar que no votamos para visitar la ciudad o si vamos a justificar que no
votamos aprovechando la visita a Berlín. Por el retraso crónico que acarrea
este blog no es un detalle menor señalar que la jornada de elecciones referida
no es la de la reciente segunda vuelta sino la de la aún más distante primera
vuelta…
Nuestra
aventura comienza en la Alexanderplatz, el corazón de lo que fue
Berlín oriental, muy cerquita del Nickolai viertel, el barrio más antiguo de
la ciudad. Dicho sea de paso, la ciudad de Berlín actual toma como fecha de
fundación el año 1307, cuando dos pueblos se unieron para formarla.
Aparentemente
fue una especie de rincón olvidado lejano del eje del poder del Sacro imperio
romano germánico hasta que en 1415 se transformó en la capital del margraviato
(sí,sí, MARGRAVIATO) de Brandenburgo, más tarde asiento del príncipe elector y
desde 1701, fue la capital del reino de Prusia. Con la unificación alemana
llevada a cabo por Prusia se transformó en la capital del imperio alemán.
Actualmente tiene 3 millones y medio de habitantes y en la zona metropolitana
habrá unos 6 millones.
Pero
volvamos al recorrido… arrancamos donde nos dejó el micro que nos trajo desde
Dresden; la Alexanderplatz. Durante la época de la Alemania Oriental este lugar
fue el epicentro de la vida política, cultural y económica del país. Hoy es una
plaza rodeada por centros de compras de varios pisos, shoppings, megatiendas y
cadenas de negocios de toda la galaxia. Más allá de la ironía aún hay unos
pocos edificios gubernamentales dando vueltas, principalmente los de la ciudad.
Muy cerquita de la plaza se puede ver la bandera de la ciudad flameando: un oso
negro (que por alguna razón saca la lengua) sobre un fondo blanco con dos
bandas rojas más delgadas arriba y abajo.
El panorama
de las inmediaciones a la plaza lo domina una de esas monstruosidades arquitectónicas a las que
eran tan afectos los alemanes de los cincuenta y los sesenta: las mega antenas
de televisión con confitería.
Sacándole
el jugo a la guía de Berlín que compré hace 18 años (¡18 años!) seguimos viaje
hacia la Isla Bode, también conocida como la isla de los museos. Pero antes de
llegar, una foto con las esculturas de Marx y Engels a orillas del río Spree…
Si hay en
Berlín un edificio que llama pronto la atención (positivamente hablando) es la
catedral. Sufrió más reformas de las que Wikipedia puede contar, pasando por
quichicientos estilos arquitectónicos hasta llegar a su actual apariencia. A
diferencia de otras iglesias que se van reformando añadiendo una torre aquí y
otro engendro allá, en su última renovación fue reconstruida casi desde cero,
con lo cual el resultado final, además de imponente resulta armónico. En el
Berlín del siglo XXI (Veintiuno, por si estás sumando cruces y palitos) eso no
es poco
Frente a la
catedral comienza el complejo de museos (que no están precisamente
acomplejados, como ya verán) de la “Isla de los Museos”. Es una combinación de
edificios de estilo neoclásico más o menos intenso, mucha inspiración griega y
romana para el exterior e interior y unas colecciones bastante interesantes.
Los nombres
no se condicen del todo con los contenidos ya que el nuevo y el viejo museo
comparten muestras sobre Egipto, Grecia, Roma, etc, etc.
El que más
nos interesaba era el Pergamon Museum. En su ala antigua tiene una
reconstrucción de la entrada a la ciudad de Ur y el acceso (original) al
mercado de Mileto, entre otras reliquias de Babilonia, Grecia y Egipto. Al
parecer una práctica muy común para las potencias europeas consistía en
financiar expediciones “arqueológicas” que se volvían con las manos llenas de
artefactos, esculturas, momias, vasijas, columnas, edificios enteros y vaya a
saber uno qué más.
Otra de las
alas del mismo museo alberga la colección de arte islámico. También trasladaron
el friso del palacio de ya-no-sabemos-qué sultán desde Damasco.
Junto a
este museo está el Nuevo Museo. Nuevamente Egipto, Grecia, Troya, los etruscos.
La joya de este museo es el busto de Nefertiti. Como toda joya de museo no
puede ser fotografiada. Y sí, hay que promover la industria de la postal. Y las
hay en blanco y negro, o pop al estilo Andy Warhol, desde cerca, desde lejos,
maquetada, en fin, de todas las formas y colores.
El último
museo de la isla que nos quedaba era el BodenMuseum, tiene principalmente
escultura y pintura de índole religioso de la edad media y el renacimiento con
algunos toques de modernidad aquí y allá.
Con la
cuota de museos cubierta salimos al mercado de pulgas. Pinturas, cuadros,
tazas, tacitas, libros, cds, discos, cosas de la DDR (República Democrática
Alemania, más conocida como la Alemania oriental), autitos de colección, toda
la cristalería habida y por haber. Sin embargo ya tendremos un poco más de tiempo
para dedicarle al mercado el domingo. Por ahora el destino es la Puerta de
Brandenburgo y el Reichstag, la “cámara de diputados” alemana. En mi estadía
anterior en Berlín (éramos tan jóvenes…) el edificio del Reichstag estaba bajo
andamios, y la cúpula vidriada aún en construcción y tuve que contentarme con
ver únicamente su ubicación.
Ahora finalmente puedo conocer el edificio que
además de contar con mucha historia (su incendio “fortuito” le sirvió de excusa
a Hitler para cerrarlo) forma parte del imaginario berlinés. Como cuenta con un
ascenso espiralado que hace gala de su vista de 360° la cúpula vidriada es una
atracción en si misma, razón por la cual había más de una hora de espera para
poder subir y al menos dos controles que atravesar. Cúpula vidriada “qué lástima
pero adiós… me despido de ti y me voy” … y no es que vayamos citando a Julieta
Venegas por la vida pero semejante cola no se justificaba.
Así que
aprovechando los últimos rayos de luz emprendimos la vuelta hacia el Berlín oriental previa nueva pasada por la puerta de Brandenburgo. Para quienes se estén preguntando en este momento por qué en esta foto Diego y yo parecemos de la misma altura, sí, estoy parado sobre el cordón de la vereda.
Además del descanso en nuestro hostel nos aguardaba el Nickolaiviertel,
o sea, el Barrio de Nickolai, teóricamente el más antiguo de la ciudad. Debe su nombre a
la iglesia de torres “diferentes” que allí se encuentra. "Diferentes" porque ambas torres se encuentras pegadas una a la otra. Además, como buena parte de
otros edificios pintorescos pero de naturaleza no esencial, la iglesia no fue
reconstruida durante el período de la DDR, (La República Democrática Alemana)
sino recién en 1996. Tanto por sus calles como por las de otros barrios de Berlín es posible toparse con osos pintados más o menos simpáticamente (se acuerdan, el oso es el animal heráldico de Berlín y está en la bandera de la ciudad). Y se ve que no todo el mundo puede resistir la tentación de fotografiarse con ellos.
3 comentarios:
Muy interesante descripción. Berlín se lee aquí como una ciudad digna de recorrer. Saludos
Siempre asocio los osos con el continente americano. Me sorprende recordar, cada vez, que es una especie ciertamente muy extendida.
Y en Europa, además de estar extendidos son una especie muy heráldica... Berna, Berlín y Madrid los tienen en sus escudos, entre otras ciudades de Alemania, Suiza y Noruega.
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