sábado, 2 de junio de 2018

Finde largo en Polonia: Malbork


Si se lo mide por la superficie que ocupa, el castillo de Malbork es el más grande del mundo. Es así nomás. Así que, sorpresa, de cuánto castillo hemos visitado, éste es el mayor. 
Establecidos en la región de Pomerania (una zona que comienza en el actual noreste alemán y termina bastante adentro del actual territorio polaco), los caballeros de la Orden Teutónica se dedicaron en el siglo XIV a consolidar su dominio de la región. Como, oficialmente, la orden se llamaba de los Teutónicos caballeros del Hospital de Santa María de Jersusalén, muchos de los nombres solían hacer referencia a María, patrona y protectora de la orden. Malbork no es la excepción. Su nombre original es Marienburg (en alemán), del que Malbork es la adaptación al polaco.
Luego de que los caballeros teutónicos conquistaran Gánsk/Danzig, Marienburg se tranformó en su principal centro administrativo, y el Gran Maestre de la Orden (su mayor autoridad) lo transformó en su residencia permanente. Como todo conquistador, los caballeros temían que los (nuevos) súbditos eventualmente pudieran sublevarse, o que sus vecinos decidieran reclamar lo que les habían arrebatado. Como consecuencia, la fortaleza fue sucesivamente ampliada hasta ser convertida en un auténtico bastión capaz de alojar hasta a tres mil soldados pero, al tiempo de que seguía teniendo una posición fácilmente accesible (o abandonable, llegado el caso) por vía fluvial, ya que el río Nogat la conectaba al Vístula y de allí al Báltico.
Junto al castillo fue surgiendo la ciudad el pueblo que tomó también su nombre. Pero, luego de más de cien años, los caballeros teutónicos tuvieron que abandonar su fortaleza. A pesar de haber sobrevivido los sitios a los que fueron sometidos por los reyes polacos en más de una ocasión, finalmente Malbork/Marienburg se vio eventualmente aislada del resto de los territorios (y refuerzos) de la orden. Luego de la rendición y posterior acuerdo de paz, el castillo pasó a manos polacas en 1457 y se transformó en una de las sedes de la corte polaca donde reyes y nobles se establecían cuando pasaban por la región.
Por cerca de trescientos años fue propiedad de los reyes de Polonia primero y de Polonia-Lituania después. Claro que cada tanto también Malbork albergó a algún que otro ejécito sueco que, por la época, eran bastante afectos a pasar algún tiempo conquistando y saqueando a sus vecinos cercanos (y no tanto). Y no, si pensabas que Suecia había pasado siglos sembrando paz y amor y cultivando el terreno para el surgimiento de ABBA, lamento comunicarte que no es así y que por unos cuántos siglos fueron un reino más bien belicoso con una política exterior bastante agresiva.
Cerrado el paréntesis, vuelvo a Malbork/Marienburg. Como dije, la fortaleza quedó por trescientos años del lado polaco hasta que (cuando no) la partición de Polonia puso fin a lo que se daba. Como el resto de la región, Malbork fue a parar a Prusia. Sin embargo, con el avance de la tecnología militar el castillo se había vuelto obsoleto y el corrimiento de la frontera prusiana hacia el este lo había dejado fuera de la zona fronteriza, por lo que, prácticamente, carecía de función defensiva. Así las cosas el gobierno prusiano eventualmente llegó a analizar su destrucción. Afortunadamente el hijo de la persona encargada de analizar el futuro del castillo expuso en Berlín las pinturas que realizó del lugar y generó una ola de interés por la historia prusiana en general y por Malbork/Marinburg en particular.
Como estamos visitando la fortaleza imaginarán que, finalmente, se decidió no destruirlo y, por el contrario, devino un símbolo de la historia prusiana.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Muy lindo, y muy lindos todos esos ladrillos rojos!
Curiosamente, el nombre del castillo me evoca a Si una noche de invierno un viajero..., de Ítalo Calvino. Y tanto, que me fui a buscar el libro y el segundo capítulo efectivamente se llama: Fuera del poblado de Malbork...
Un saludo

Nicolás dijo...

Mmm... ahora me dan ganas de leer. Quedará como tarea para después del regreso. Y sí, a falta de piedras en la llanura, buenos son los ladrillos, que no por nada en alemán se llama "backstein", que es algo así como "piedra cocida"...