Si
se lo mide por la superficie que ocupa, el castillo de Malbork es el
más grande del mundo. Es así nomás. Así que, sorpresa, de cuánto castillo hemos visitado, éste es el mayor.
Establecidos
en la región de Pomerania (una zona que comienza en el actual
noreste alemán y termina bastante adentro del actual territorio
polaco), los caballeros de la Orden Teutónica se dedicaron en el
siglo XIV a consolidar su dominio de la región. Como, oficialmente,
la orden se llamaba de los Teutónicos caballeros del Hospital de
Santa María de Jersusalén, muchos de los nombres solían hacer
referencia a María, patrona y protectora de la orden. Malbork no es
la excepción. Su nombre original es Marienburg (en alemán), del que
Malbork es la adaptación al polaco.
Luego
de que los caballeros teutónicos conquistaran Gánsk/Danzig,
Marienburg se tranformó en su principal centro administrativo, y el
Gran Maestre de la Orden (su mayor autoridad) lo transformó en su
residencia permanente. Como todo conquistador, los caballeros temían
que los (nuevos) súbditos eventualmente pudieran sublevarse, o que
sus vecinos decidieran reclamar lo que les habían arrebatado. Como
consecuencia, la fortaleza fue sucesivamente ampliada hasta ser
convertida en un auténtico bastión capaz de alojar hasta a tres mil
soldados pero, al tiempo de que seguía teniendo una posición
fácilmente accesible (o abandonable, llegado el caso) por vía
fluvial, ya que el río Nogat la conectaba al Vístula y de allí al
Báltico.
Junto
al castillo fue surgiendo la ciudad el pueblo que
tomó también su nombre. Pero, luego de más de cien años, los
caballeros teutónicos tuvieron que abandonar su fortaleza. A pesar
de haber sobrevivido los sitios a los que fueron sometidos por los
reyes polacos en más de una ocasión, finalmente Malbork/Marienburg
se vio eventualmente aislada del resto de los territorios (y
refuerzos) de la orden. Luego de la rendición y posterior acuerdo de
paz, el castillo pasó a manos polacas en 1457 y se transformó en
una de las sedes de la corte polaca donde reyes y nobles se
establecían cuando pasaban por la región.
Por
cerca de trescientos años fue propiedad de los reyes de Polonia
primero y de Polonia-Lituania después. Claro que cada tanto también
Malbork albergó a algún que otro ejécito sueco que, por la época,
eran bastante afectos a pasar algún tiempo conquistando y saqueando
a sus vecinos cercanos (y no tanto). Y no, si pensabas que Suecia
había pasado siglos sembrando paz y amor y cultivando el terreno
para el surgimiento de ABBA, lamento comunicarte que no es así y que
por unos cuántos siglos fueron un reino más bien belicoso con una
política exterior bastante agresiva.
Cerrado
el paréntesis, vuelvo a Malbork/Marienburg. Como dije, la fortaleza
quedó por trescientos años del lado polaco hasta que (cuando no) la
partición de Polonia puso fin a lo que se daba. Como el resto de
la región, Malbork fue a parar a Prusia. Sin embargo, con el avance
de la tecnología militar el castillo se había vuelto obsoleto y el
corrimiento de la frontera prusiana hacia el este lo había dejado
fuera de la zona fronteriza, por lo que, prácticamente, carecía de
función defensiva. Así las cosas el gobierno prusiano eventualmente
llegó a analizar su destrucción. Afortunadamente el hijo de la
persona encargada de analizar el futuro del castillo expuso en Berlín
las pinturas que realizó del lugar y generó una ola de interés por
la historia prusiana en general y por Malbork/Marinburg en
particular.
Como
estamos visitando la fortaleza imaginarán que, finalmente, se
decidió no destruirlo y, por el contrario, devino un símbolo de la
historia prusiana.
2 comentarios:
¡Muy lindo, y muy lindos todos esos ladrillos rojos!
Curiosamente, el nombre del castillo me evoca a Si una noche de invierno un viajero..., de Ítalo Calvino. Y tanto, que me fui a buscar el libro y el segundo capítulo efectivamente se llama: Fuera del poblado de Malbork...
Un saludo
Mmm... ahora me dan ganas de leer. Quedará como tarea para después del regreso. Y sí, a falta de piedras en la llanura, buenos son los ladrillos, que no por nada en alemán se llama "backstein", que es algo así como "piedra cocida"...
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