En la historia europea son varios los corrimientos de las fronteras religiosas, lingüísticas, étnicas y nacionales. Un poquito más para acá, un poquito más para allá, territorios que pasan de un estado al otro para volver más tarde a cambiar de manos. Es interesante porque mientras que hay fronteras muy claras que han durado siglos, otras han sido objeto de constantes corrimientos. Particularmente el oeste (actual) de Polonia es una de esas zonas. Y Torun no es la excepción.
Evidencia
arqueológica en mano, lo que sabemos de los primeros habitantes del
lugar es más bien poco. Aparentemente, en algún momento llegaron
los germanos y se establecieron hasta que luego los eslavos los
corrieron hacia el oeste. Sin embargo, entre los siglos X a XII los
germanos volvieron a la región en su (re)expansión hacia el este.
En este caso, los que se instalaron fueron los caballeros de la Orden
Teutónica (no confundir con los de la Mesa Redonda), que
establecieron un castillo en esta zona y ocuparon la pequeña aldea
de Torun. Ambos fueron (re)bautizados con el germanizado nombre de
Thorn, que parece más bien salido del Señor de los Anillos.
Arriba, restos del castillo de los caballeros teutones. Abajo, parte de la fortificación medieval.
Para
el año 1233 el pueblo fue reconocido como ciudad y se transformó
-debido a su puente sobre el río Vístula- en una escala comercial
de relativa importancia. Thorn creció y se convirtió en un enclave
germano en medio de un campo poblado por las más diversas tribus
eslavas. Como siempre en estos casos, la historia es mucho menos
homogénea en sus fronteras de lo que los nacionalistas nos quieren
hacer creer.
En
el siglo XIV Thorn / Torun se unió a una vieja conocida, la
liga hanseática. Esto vinculó la ciudad aún más a las rutas
comerciales alemanas y ediliciamente también se nota en las
construcciones de ladrillo. Por si no lo sabías, el estilo en
cuestión se llama gótico de ladrillos del báltico (pavada de
nombre) y es típico de las ciudades portuarias y comerciales del
norte de Alemania, Polonia, los países bálticos y buena parte de
Escandinavia.
Gótico de ladrillos para todos. Arriba, en una de la puertas de acceso, abajo, en la plaza del mercado.
Volviendo a lo que nos interesa (o al menos eso se
supone), la ciudad fue escenario de las luchas entre los caballeros
de la Orden Teutónica, el reino de Polonia y el Gran ducado de
Lituania. Aquí en Torun hubo al menos dos acuerdos de paz entre los
beligerantes. El primero dejó a la ciudad del lado teutón; el
segundo, del lado polaco-lituano (que ya se habían unido).
A
pesar de haber quedado del lado polaco, la ciudad conservó unos
cuantos privilegios y una notable autonomía. Consecuentemente,
cuando la población alemana de la ciudad (que para entonces era
mayoritaria) decidió convertirse al luteranismo, la corona polaca no
hizo nada por impedirlo. Podría decirse que fue el principio de una
larga serie de tensiones entre católicos y protestantes (que en gran
medida respondían a la división entre polacos y germanos) que
duraron cerca de doscientos años. Como en tantas otras ocasiones el
conflicto acabó en una suerte de guerra civil en la que el rey
(sajón) de Polonia decidió que los cabecillas protestantes fueran
condenados a muerte y que las iglesias protestantes se conviertieran
al catolicismo, dando fin a más de doscientos años de coexistencia
de ambas religiones en la ciudad.
En 1793 la ciudad volvió a pasar de manos. Prusia, Rusia y Austria olvidaron momentáneamente sus tensiones y se unieron (por segunda vez) para terminar de repartirse Polonia. Torun quedó del lado prusiano de la repartija y volvió a ser Thorn. Claro que, cuando no, Napoleón mediante, en 1807 la ciudad volvió a pasar de manos y fue incorporada al recién nacido Gran ducado de Varsovia. Este último era, se suponía -además de un títere de Napoleón- algo así como una suerte de estado nacional polaco, sólo que, a su vez, era gobernado por el rey de Sajonia. En fin, una ensalada importante. De nuevo, Congreso de Viena mediante (en 1815), el ducado fue disuelto y sus despojos repartidos (de nuevo) entre Austria, Rusia y Prusia. Como resultado, Torun volvió a formar parte de Prusia, primero y del imperio alemán después.
Cien
años más tarde, esta vez luego de la Paz de Versalles que puso fin
a la primera guerra mundial, Torun quedó del lado polaco de la
frontera. Al igual que Gdansk/Danzig, en la ciudad convivieron las
poblaciones alemanas y polacas, no sin tensión. Tensión que,
sabemos, aprovecharon los nazis para ganar apoyo electoral (y del
otro). Con la invasión de Polonia, los alemanes volvieron a ocupar
Torun (una vez más) y la anexionaron al Tercer Reich. Los soviéticos
liberaron la ciudad en 1945 y posteriormente, para evitar nuevos
conflictos, procedieron a deportar a la población germanoparlante a
Alemania. Finalmente la ciudad volvió a formar parte de Polonia y
recibió una gran cantidad de migrantes polacos que venían de los
territorios polacos que -a su vez- pasaron a formar parte de Ucrania.
Ese mismo año, en 1945 se fundó la Universidad Nicolás Copérnico,
nacido -imaginarán- aquí en Torun.
Arriba, el monumento a Copérnico junto a la torre de la municipalidad. Abajo a la izquierda, su casa natal.
4 comentarios:
Los habitantes -luego de los ¡Buenos días!- preguntarían: ¿A que país pertenecemos hoy?
Debo decir que ya me gustaba el gótico de ladrillos del Báltico al menos desde el post anterior, jaja
Saludo sin referencia literaria
Unión Europea mediante, al menos hoy por hoy, ya no importa tantísimo cuantos metros más acá o allá está la frontera... al menos a los efectos económicos.
Y en cuanto al g{otico de ladrillos del báltico, te gustarpa saber que existe una ruta (turística) que vincula buena parte de sus edificios más representativos... (http://www.eurob.org/ en alemán, perdón...)
Seguramente daría gusto recorrerla
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