Blasewitz y Loschwitz parecen sonidos de estornudo pero no hay que dejarse engañar. En realidad son dos distritos de la zona sur de Dresden que a
su vez se dividen en varios barrios. Ambos se encuentran junto al río
Elba, que los separa. La comunicación entre las dos zonas se realiza vía ferry y -principalmente- a través de un puente popularmente conocido como Blaues Wunder (la “Maravilla Azul”) a pesar de mostrar en la actualidad un
color gris-turquesa bastante desteñido.
Entre finales del siglo XIX y los últimos años de la década de 1920 la
zona se convirtió en un suburbio de Dresden lleno de caserones (acá se usa la
expresión italiana villa -pronunciando la LL como una L larga- al punto que
muchas de estas mansiones tienen nombres en italiano; “Villa María”, “Villa
Alpina” y “Villa Berta”, aunque siempre es posible encontrar nombres como "Villa Hedwig" o cosas por el estilo).
Desde antes del siglo XX la
región era visitada por turistas que se sentían atraídos por el paisaje de la
región. Laderas onduladas que terminaban en la costa del Elba, donde se
extendían unos pocos caserones que se veían entre las copas verdes de los
árboles y más allá las colinas y las montañas, con algún que otro campanario
asomando... Perdón, me hice la película… pero estando en la lista de visitantes
ilustres Schiller, Goethe, Novalis, Mozart y Humboldt no se puede menos que
imaginar a los susodichos en medio de algún tipo de escena bucólica, haciendo un picnic
bien surtido a la sombra de un árbol, ya sea componiendo o escribiendo.
Pero antes de recibir tantas visitas, -más o menos hacia el 1400- era una villa de pescadores (del río) y productores de vino. Aunque usted no lo crea, la región del
Elba es conocida por su producción vitivinícola, en general de vinos blancos.
De todo eso poco queda en la actualidad, al menos en Blasewitz. Del otro lado del
Elba ya es otra historia, pero de este lado del charco hace rato que nada queda
de los viñedos.
Cruzando la Maravilla (que alguna
vez fue) azul llegamos a Loschwitz. Yo estuve en Loschwitz hace mucho
tiempo. Podría decirse que la última vez que había estado aquí fue en el
milenio pasado (pucha que pasa el tiempo). Me di cuenta la primera vez que pasamos
por acá en colectivo. Fue raro porque el puente me había generado cierta
sensación de familiaridad confirmada luego por el funicular y el cablecarril.
No hay otros en toda la ciudad. Y son ciertamente los que recordaba. Aunque en
el futuro tendré que comparar las fotos de aquel entonces con las de ahora.
Se supone que de este
lado del Elba desde el siglo XI ha habido viñedos. ¡Y aún los hay! Viñedos y
palacios de los reyes de Sajonia, de Prusia y seguramente de algún que otro
noble que debe haber pululado por aquí. Pero la estrella histórica de la región
es Schiller, quien -se supone- escribió la oda a la Alegría mientras pasaba una
temporada en Loschwitz. La casa en la que se alojó puede ser visitada (para
variar, con cita previa, entre abril y octubre, seguramente los días pares con
luna llena).
A diferencia de Schiller,
muchos de los posteriores visitantes y habitantes de esta zona contaron con las
bondades de un cablecarril y un funicular. Si la empresa de transporte de
Dresden no miente (y por lo menos con los horarios no lo hace), el cablecarril de
Loschwitz es el tren de suspensión (léase colgante) más antiguo del mundo.
Una vez arriba resulta
fácil entender por qué los acaudalados sajones eran tan afectos a este barrio.
Calles tranquilas y arboladas, villas en las laderas, vista al Elba y las
montañas.
Sobra decir que subimos caminando para no pagar el pase
disfrutar de la panorámica y sacar fotos.