Como dice el refrán… en Roma hay que hacer
como los romanos. Y en la capital de Suiza, hay que hacer como los suizos.
Incluso a la hora de almorzar. Y si de almorzar se trata, no caben dudas, la
opción es rösti. ¿ros qué? Rösti. No es lo mismo pero -a
riesgo de atraer la ira de hordas de helvéticos- podría decirse que es como si fuera una especie de
pseudo tortilla hecha a partir de papa rallada. El rösti es
ultra típico de la cocina suizo alemana (no así de las otras partes del país). Tal es
así que la frontera que separa las regiones germanoparlantes de las francófonas
recibe el nombre de Röstigraben (röstigrebe), que literalmente significa, la fosa del rösti.
Particularmente
poco apropiada para la carta resultó ser la foto de una columna rematada con
una estatua en la cual un hombre/ogro se come -literalmente- a un niño. A la
salida del restaurante descubrimos que la escultura en cuestión se encuentra
exactamente enfrente del restaurante.
Igual, a pesar de estar en frente al restaurante, para ser la imagen de contratapa de la carta sigue siendo poco feliz.
No muy lejos de allí se encuentra la Berner Münster -o sea, la catedral de Berna-. Gracias a los cien metros que mide su torre es la iglesia más alta de Suiza. Se comenzó a construir en 1421
para reemplazar a una pequeña capilla que en un principio se había encontrado
fuera de las murallas. Pero además tenía otra función; mostrar el poder de la
ciudad, que en trescientos años había dejado de ser un pueblito olvidado allá
lejos y hace tiempo para convertirse en una de las principales ciudades de la
región.
Según nuestra guía oficial muchas de las
imágenes de la iglesia fueron arrancadas y tiradas al río durante un brote de
potestantismo. Cabe recordar que Suiza, al igual que Alemania, es uno de los países que quedó
literal y figurativamente atravesados por la Reforma. Ciudades y regiones que se
convirtieron masivamente a alguna de las iglesias protestantes mientras en el
valle de al lado seguían siendo católicos/as o ciudades donde el números de los
luteranos (o calvinistas, o lo que fuere)
no era tan distinto del de católicos. También hubo muchas regiones que
adhiriendo a la reforma luego regresaron (voluntaria o forzadamente) a las
polleras del papa.
En el caso del Münster, el eje de las
protestas y objeto de odio habría sido el conjunto que representa “el juicio
final”, en el portal principal de acceso. Sin embargo, una vez pasado el arranque
de pasión reformista, volvieron a reconstruirlas. Algunas de las estatuas
originales -o sus restos- fueron rescatadas y pueden ser vistas en un museo.
Desde la plaza de la catedral se puede ver el río serpenteando allá abajo y algunos jardines de casas que, en pleno centro, gozan de los beneficios de estar en pleno barranco.
Un poco más lejos de la parte más antigua de la ciudad-pero sin alejarse tantísimo- se encuentra el barrio con los edificios de gobierno. Nuevamente
encontramos algunos de ellos en obras de restauración (siempre hay algo en
restauración) y por tal motivo, algunas partes tapiadas y con alambres de púas.
Para evitar tener que vérnoslas con los James Bond helvéticos decidimos
mantener una distancia saludable del vallado.
Palacio Federal de Suiza, léase, el
Parlamento.
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