jueves, 3 de marzo de 2016

Como en el camping ... pero en casa (Episodio I)

Internet es un lugar misterioso donde circulan, entre otras tantísimas cosas, información sin sustento alguno, leyendas urbanas y ránkings… las diez ciudades más lindas, los veinte edificios más altos, las diez verduras que te hacen quemar más grasas, las cinco actrices más odiadas. Lo que sea, si se puede rankear, seguro está en Internet. Como, por ejemplo, las diez (o cinco, o quince) situaciones más estresantes. Nadie sabe en qué se basan estas listas ni si tienen algún tipo de sustento pseudocientífico. Simplemente las tomamos y si bien noconfiamos en ellas al 100% tampoco nos disponemos a chequearlas.

En el caso de las cinco (o diez) situaciones más estresantes, hay bastante variedad pero todas las listas parecen incluir la muerte de un ser querido, el divorcio, el casamiento (casi siempre en ese orden), la pérdida del trabajo y las mudanzas.

No sé si las mudanzas están entre los cinco eventos más estresantes pero ciertamente, estresan... Afortunadamente la nuestra aquí en Alemania no fue especialmente compleja. No al menos desde lo físico. Sí hicimos cuatro o cinco viajes uniendo la casa de huéspedes donde nos encontrábamos con nuestro futuro departamento. También es cierto que coronar la seguidilla de viajes llevando un colchón y un par de sillas nos dejó exhaustos. Pero, en honor a la verdad, también recibimos ayuda motorizada para las cosas más grandes y pesadas.

Creo que para nosotros hubo dos momentos, por así decirlo, intensos. Paradójicamente ninguno fue la mudanza en sí misma. Fueron la previa y el acampe.

La previa incluyó la búsqueda del lugar. Gracias a Lara que me pasó el link del InmobilienScout (un gran buscador que incluye las propiedades de si no todas al menos muchísimas inmobiliarias -y privados- de toda Alemania discriminadas por ciudad, superficie, costo del alquiler, barrio, etcétera) la búsqueda se hizo más fácil. Gracias a Nubia que nos ayudó a concertar entrevistas y hablar con la gente, el proceso se simplificó aún más. Gracias a que el instituto de Diego dispuso que alguien nos ayudara, pudimos generar un sistema  que parecía bastante ágil. Yo buscaba las cosas que parecían potables, Diego se las pasaba a esta persona del Instituto y ella nos concertaba las entrevistas. Nosotros íbamos, mirábamos y listo. Pareciera que el sistema estaba aceitadísimo y que su funcionamiento era idílico. Nunca más cierto que las apariencias engañan.

Lograr que nos contestara una inmobiliaria ameritaba una canonización. Lograr que nos contestaran y que no nos dijeran que la propiedad ya se hallaba alquilada era casi un milagro. Lograr que decidieran mostrarnos el lugar sin tener que esperar una semana a la “cita”, bueno, ya no hay más categorías…

De todos modo, y avanzando siempre al ritmo de la previsibilidad alemana que exige citas con una o dos semanas de anticipación, dimos con un lugar. Un lugar que nos encantó. Sobra decir que es donde vivimos ahora. 
Un edificio viejo de cuatro pisos, con techos altos, luminoso, ventilado, con una vista que sin ser espectacular es muy linda, en un primer piso, cerca del trabajo de Diego, cerca de tren, tranvía y bondi.
En frente está la iglesia de Plauen. Afortunadamente cuenta con un jardín y bastante arboleda. Y si bien tiene un campanario que funciona a diario en horarios desopilantes (como las 9.30 del domingo), en ese momento no lo sabíamos.
Cuando entramos al edificio pensamos que, definitivamente, era el lugar en el que queríamos vivir.
Cuando vimos la vista del living estuvimos a punto de firmar lo que fuera con tal de quedarnos.
El patio interno al que da el dormitorio tampoco estaba tan mal (con las hojas de los árboles amarillas da menos imagen de bosque embrujado).

El problema era la mesada. Mejor dicho, más que la mesada, su inexistencia. Tampoco tenía cocina (cocina de cocinar). Menos que menos bacha. Así es como se alquilan los departamentos y casas en Alemania. Con la cocina pelada. Cada quien después se la manda a hacer como quiere y ya. Obviamente para nosotros no sólo la apariencia de los muebles de la cocina era totalmente irrelevante. También era un incordio tratar de procurárnoslos. Tener que embarcarnos en semejante movida nos generaba cierto rechazo. Pero a medida que el tic-tac del fin de nuestra estadía en la casa de huéspedes se escuchaba cada vez más fuerte y que la dificultad de dar con un lugar que incluyera -al menos- mesada y bacha no diera tregua, decidimos entrar en el baile.

Normalmente, entre que uno firma un contrato de alquiler (si es que tal evento ocurre cerca del comienzo del contrato) y se accede al bien locado suele mediar un período que oscila entre 15 minutos y un día. O dos. O tres, pero no mucho más que eso. Bueno, ciertamente en Alemania, o al menos en Sajonia, las cosas no siempre marchan tan velozmente. Aunque pueda parecer mentira, hacernos con las llaves de la casa resultó una tarea más que compleja. Deberíamos haberlo previsto. Si inclusive firmar el contrato nos costó dos semanas de idas, vueltas, mails y cartas… las llaves tampoco iban a ser fáciles de obtener. De hecho, esta tarea que parecía ser en principio simple y más bien trivial requirió al menos cuatro o cinco llamados telefónicos (menos mal que estaba Nubia), una ida a la inmobiliaria y dos citas, una de las cuales no produjo resultado alguno ya que la gente de la inmobiliaria “se confundió de llave” y ese día “ya tenían agendadas otras citas” así que no podían ir a buscarlas y regresar. Por supuesto, para el día siguiente ya no tenían citas disponibles, así que recién dos días después pudimos hacernos con las llaves. ¿Cómo una agencia dedicada a alquilar departamentos puede confundirse de llave y decirte "Oh, perdón, me confundí, agarré la llave incorrecta, pero bueno, hoy tengo otras cosas que hacer así que no puedo ir a buscar la llave y volver. Y mañana tampoco porque tengo todo el día ocupado"? No sé pero pasó. Nos pasó.

Así que dos días después logramos hacernos con las llaves. Llaves que después nos tuvieron que cambiar porque no funcionaban del todo bien. Pero eso ya es parte de otra historia. Para nosotros el acampe recién estaba por empezar…

3 comentarios:

Anónimo dijo...

"Lograr que nos contestara una inmobiliaria ameritaba una canonización." Sin palabras. Y creo que es cierto mucho más allá del punto geográfico específico. Todos los eventos de la vida personal exigen actualmente un grado tan enorme de autogestión que muchas veces es válido el deseo de no intentar nada. No obstante, los lectores quedamos pendientes de anoticiarnos respecto de la continuación de esta aventura.
Dicen que las mudanzas comparten con algunos de los otros "eventos más estresantes" la característica de involucrar un cambio de territorio. Eso activa todas las alarmas de "peligro". ¿Será?
¡Saludos!

LRS dijo...

Lindo el depto Ka! Besos

Nicolás dijo...

El departamento es re lindo, sí. O al menos eso nos parece a nosotros... Y sí, a pesar de que teníamos un sistema que se suponía funcionaba por inercia, era necesario estar allí, empujando, mandando mails y preguntando (aunque no siempre entendiéramos las respuestas)para asegurarnos que las cosas fuesen a algún lado...