Al
momento de la mudanza nuestro mobiliario se reducía a tres colchones, tres
sillas, dos lámparas para techo, una para leer y unos pocos utensilios de
cocina. Ah, también acarreábamos cuatro chopps, tres tazas, una serie de platos de distintos
juegos y catorce vasos. Casi todas estas cosas las habíamos conseguido gratis vía e-bay kleineanzeige*. (Nota al pie, E-bay pequeños anuncios. Allí la gente vende, cambia o regala vasos, tazas, platos, muebles de todo tipo ¡y hasta heladeras y lavarropas! Todo con tal de
deshacerse de ellos. Si no se tienen pretensiones es posible hacerse de buena parte de los muebles y la vajilla recolectando cosas gratis).
No teníamos
mucho pero lo básico estaba. Claro que había algunos problemas. No sólo las
cocinas están vacías cuando se alquila una casa. También todas las
habitaciones, excepto el baño. Por vacía me refiero a que no hay nada. N-A-D-A.
Ni lamparitas ni un mísero portalámparas. Nada. Como la Nada de la Historia sin fin, pero pintada de
blanco. En el caso del baño ni siquiera un portarrollos de papel higiénico.
¿Ya
dije que se trata de un edificio antiguo? Muy lindo. Con techo altos. Super
altos. Tan altos que Diego subido a una silla no podía llegar al techo, así que
no pudimos conectar las lámparas hasta que compramos una mesa. Si a la mesa
subíamos una silla y yo me subía a la silla, entonces dábamos con la altura
correcta para conectar los portalámparas. Pero hasta no tener la mesa (que
trajimos caminando dos kilómetros) no tuvimos más luz que la de una lámpara
para leer que llevábamos con nosotros de habitación en habitación.
Tampoco
tuvimos en dónde cocinar hasta que pudimos instalar la cocina y la mesada, y
eso no pasó hasta después de año nuevo. Recién hacia el 20 de diciembre pudimos
comprar la mesada, la cocina y la heladera. Eso sí, como todo es Ikea, tuvimos
que armarlo acá en casa. Las cosas Ikea en general son fáciles de armar. No
tienen mayores misterios. Suelen ser de líneas simples y básicas. Y vienen con
instrucciones que normalmente son ultra detalladas, así que más que un desafío
intelectual hubo que destinar tiempo de armado.
Sin
embargo, antes de conectar cualquier cosa había algo que decidir. Nuestro
dilema mayor era dónde iba la bacha. Obviamente no es un tema de agenda. Pero
si fue para nosotros el tema. De ese
detallecito, aunque pareciera irrelevante, iban a depender numerosas cuestiones.
Parece un dilema bastante menor. Y lo es. Pero nunca hay que subestimar a los
problemas menores.
Nuestro
primer electrodoméstico grande fue un lavarropas. Estaba en la
calle. Tenía un cartel que decía “Para llevar. Gratis. Funciona”. Por suerte
estaba en la puerta de la peluquería que está acá a dos cuadras. Digo por
suerte porque en la vida jamás habíamos cargado un lavarropas tan pesado. Es un
misterio qué tiene adentro, pero sabemos que pesa. Debemos haber tardado 40
minutos para hacer las dos cuadras que nos separaban del departamento. Por las
dudas, apenas llegamos lo probamos, aunque en ese momento no estábamos del todo
seguros de qué haríamos si llegase a estar Kaputt.
En
Alemania los lavarropas van o al cuarto de lavado del subsuelo o, en su
defecto, al baño. Nuestro edificio no tiene tal cuarto así que debía ir al
baño. Sin embargo, no entraba. El lavarropas es grande y el espacio es pequeño.
Pero era gratis. ¡Y funcionaba! Así que decidimos llevarlo a la cocina y usar
la canilla y desagües destinados al lavavajillas, un electrodoméstico básico para el hogar alemán promedio y
sumamente accesorio en nuestra situación.
Con
la ubicación del lavarropas se abrió un dilema… qué hacer con los caños del desagüe de la bacha. ¿corríamos la
bacha hacia el desagüe? ¿o la poníamos a continuación de lavarropas? Sea como
fuere necesitábamos prolongar de algún modo las cañerías, ya sea las del
desagüe del lavarropas, ya sea las de la bacha.
Ese
fue el comienzo de una larga serie de idas y vueltas al hipermercado de la
construcción que estaba cerca de la escuela donde estudiaba alemán. Compré una
manguera, devolví la manguera, compré otra manguera, compré un desagüe
plástico, devolví el desagüe. Agregué un dilema. Vimos que, además de la situación con el desagüe, íbamos a
necesitar una canilla extra (larga historia). Busqué la canilla en cuestión. No
di con la canilla. Tampoco encontré nada que pudiera ayudarnos. En algún
momento casi destrozo todo a patadas y martillazos me sentí ligeramente
contrariado... y como resultado decidimos dejar el tema mesada para nuestro regreso.
Para
entonces, afortunadamente ya habíamos adquirido el primer electrodoméstico que nos ayudó a hacer la diferencia. Fue la pava
eléctrica. Desde que llegó a nuestras vidas pudimos ampliar nuestro menú de sándwich, ensalada y fruta a té, mate, sopa, sándwich, ensalada y fruta.
Parece una pavada pero no lo es. Menos en invierno. Menos con temperaturas de
bajo cero a diario.
Lo
bueno del frío era que tuvimos sistema gratuito de refrigeración para frutas y
verduras. Si habremos usado esa tecnología en Bariloche... Se llama dejar las
cosas afuera o, en su defecto, entre las dos ventanas. La cocina y el
living-comedor no tienen ventanas con doble vidrio. Tienen dos ventanas. Y entre
ambas hay una distancia perfecta para conservar yogures, cartones de leche o lo
que fuera. Funcionó hasta que llegó la heladera, que fue la única de nuestras
adquisiciones del set de cocina de Ikea que pudimos poner en funcionamiento
(sin problema) antes de irnos a Suiza.
(También
continuará, pero otro día.)
5 comentarios:
Me acuerdo de nuestro hall frío conservador de verduras... quién necesita heladera en estas latitudes!
Totalmente... Yo me acordé de lo mismo. Igual, por las dudas tratamos de no abusar, así que los yogures los consumíamos antes de los tres días. Al queso si le dimos un poco más de tiempo de vida. Pero sí, a falta de heladera, buenas son las ventanas...
Siempre se puede volver a caer del abc1 a mucha mayor velocidad de lo que lleva acceder a él. ;)
Es cierto... Jajajaja... de todos modos tendríamos que ver si, efectivamente, habíamos vuelto a ser abc1. Lo bueno es que, André mediante, desde nuestra vuelta de Suiza subimos alguna categoría aunque no creo que hayamos llegado a tanto.
Acampar en la propia casa!
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