Número
uno. Orden.
No
hay con qué darle. En general el tránsito es más ordenado que en Argentina.
Suele estar todo super regulado y la infraestructura es bastante buena,
por lo que el tránsito es, en general, bastante más fluido. Hay normas claras y
multas igual de claras (y caras) para quienes las infringen.
Número
dos. Colapso (mental)
Como
te digo una cosa, te digo la otra. No conozco a nadie de Dresden que no diga
que el tránsito en la ciudad está colapsado. ¿Colapsado? ¿no será mucho? ¡Nein! En la escala de una ciudad como
Dresden, un “embotellamiento” (con muchas, muchas comillas) puede implicar un
retraso de cinco o diez minutos. Cuando un colectivo se encuentra frente a una
hilera de seis o siete autos las personas ya empiezan a quejarse y a decir por
lo bajo “pufff, otro embotellamiento”.
¿De qué embotellamiento me están hablando? ¡Son sólo cinco autos! Podría
decirse que, acostumbrados al orden, la mayoría de las veces hay algunas
personas que tienen el colapso mental fácil. Demasiado fácil.
Número
tres. Prioridades
En
el mundo europeo-germánico-sajón las prioridades suelen ser primero bicicletas,
segundo peatones, tercero transporte público, cuarto, el resto de los
vehículos. Claro que hay diferencias en cada país y dependiendo de la ciudad, las bicicletas pueden ser una parte más o menos sustancial del tránsito. Si
estás en una de esas ciudades, cuidate. El peatón desprevenido puede ser
fácilmente embestido por un bici asesina.
Número
cuatro. La bocina.
A
Angie su instructor de manejo le dijo alguna vez algo como mientras que para ustedes (léase, los latinos/as) la bocina se usa para
saludar, aquí (en Suiza) es SÓLO para señalar una urgencia o peligro inminente.
Lo mismo aplica a Alemania (aunque sin llegar al extremo). Es raro escuchar
bocinas, aún en los (supuestos) embotellamientos. Si escuchás una bocina está
claro, algo relativamente peligroso o una infracción acaba de ocurrir.
Número
cinco. Los tiempos de los semáforos
Cruzar
la calle no siempre es tarea sencilla. Mejor dicho, es simple, pero no siempre
rápida. Si vas a cruzar por una senda peatonal en la que no hay semáforo,
seguramente tengas prioridad y pronto te dejen pasar. Pero si querés cruzar y
hay un semáforo, entonces es una lotería. Primero, si hay tranvías
probablemente haya dos semáforos, uno para la calle en si mismo y otro para las
vías. Segundo, si es en un cruce de avenidas, seguramente los semáforos tengan tres
o cuatro tiempos. Para los que siguen derecho, para los que doblan a la
izquierda, para los que doblan a la derecha, para los que vienen de la estratósfera
y para los que vienen de otra galaxia… finalmente para los peatones. A
armarse de paciencia y esperar. Eso sí, cuando tenés luz verde todo el mundo te
deja cruzar.
Número
seis. Autopistas
En
el país que las inventó, las autopistas cruzan de sur a norte y de este a
oeste. En todas las direcciones, en todos los sentidos. Y, salvo que en breve
la Merkel se salga con la suya, han sido y son, gratuitas. Mientras que en
buena parte de Europa central y oriental tienen peaje, en Alemania no se cobra
(y para mucha gente ahora resulta un escándalo querer privatizarlas) por el uso
de autopistas. Habrá que ver qué ocurre.
Número
siete. Apagado del motor
Bajó
la barrera del tren, todo el mundo apaga el motor. Semáforo rojo, lo mismo. Los
alemanes apagan el motor del auto cada vez que tienen que esperar más de cinco
segundos. Y suele haber carteles que señalan que HAY que hacerlo.
Yapa:
Obras de mantenimiento
Si
hay algo que genera demoras en el tránsito alemán son, posiblemente, las obras
de mantenimiento. Y no es que duren milenios. Por el contrario, son bastante
rápidas y pueden repavimentar una calle en tiempo récord. Vienen con unas mega
máquinas, pican el asfalto en uno o dos días, al día siguiente ponen el nuevo y
ya. Al cuarto día la calle está otra vez abierta al tránsito. Pero a veces hacen obras de
mantenimiento en las que pensás: pero si
esta calle no tiene ningún problema ¿por qué la van a re-asfaltar? Constantemente
hay obras en todos lados. Calles, rutas, autopistas. Para que todo funcione
necesitan una cantidad exagerada de mantenimiento. A veces, demasiado
exagerada. (¿O me estaré quejando de lleno?)
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