No importa cuan ignoto sea un ducado, a su cabeza siempre hay una familia con pretensiones. Más si entre los vecinos de la familia ducal en cuestión se encontraron Martín Lutero, Lucas Cranach, más tarde Herder, Goethe y Schiller y luego Wagner, Liszt y Nietzsche. Y por desconocido que fuera el gran ducado de Sajonia Weimar-Gotha, semejante lista de habitantes pone a cualquier ciudad en el mapa.
A la izquierda, los restos del viejo castillo, a la derecha (y abajo) la nueva residencia
Y claro ¿qué duque va a residir en semejante lugar y vivir en una pocilga?. Menos aún si justo por casualidad tu castillo tiende a prenderse fuego e incendiarse. Ni hablar si, además, se puede contar con el propio Goethe para coordinar el trabajo de construcción de un nuevo palacio.
De hecho Goethe trabajó no sólo en la construcción del palacio sino también en la cancillería del ducado. ¿Qué por qué? Por un lado era abogado (lo cual explica que trabajara en la cancillería pero no que haya sido el responsable de la reconstrucción y remodelación de la residencia ducal). Por el otro, era el principal escritor en lengua alemana. Sí, eso no significa nada pero, por lo menos, le asigna ciertos criterios estéticos.
Claro que este Goethe no fue el mismo que dio nacimiento al Sturm und Drang, el movimiento literario previo al romanticismo. O sí, mejor dicho, fue el mismo... pero luego de su viaje por Italia regresó con una estética más clásica que el preromanticismo por el que había pugnado.
Todo este amor renovado por el clasicismo y Roma se nota tanto en el el palacio como en la ciudad en general.
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