Hacia
el año 700 un grupo de polabos -una tribu eslava relacionada con ¡sorpresa! los
polacos- se asentó en el norte de Alemania y fundaron la ciudad de Liubice, que
significa algo así como hermoso lugar. Después
otra tribu los conquistó. Más tarde se rebelaron, luego se fueron… volvieron los polabos, los echaron otra vez y
en el año 1143 los germanos volvieron a la región para fundar Liubice nuevamente.
Esta vez en una ubicación un poco más estratégica, una isla natural formada por
el río Trave.
Por
los siguientes cien años la ciudad pasó de mano en mano. El duque de Sajonia,
el conde de Holstein y el rey de Dinamarca, de un lado al otro y vuelta a empezar.
Hasta
que en el 1226 el emperador la declaró ciudad libre imperial. Para la misma
época la ciudad se convirtió en el centro desde el cual salieron los colonos
germanos que se establecieron en el Báltico.
Para
el siglo XIV Lübeck se había convertido en la reina de la Hansa, siendo la
ciudad más poderosa de la liga y, por si fuera poco, fue nombrada por el
emperador Calos IV como una de las cinco
glorias de imperio romano germánico. ¿Y las otras cuatro? Nada más ni menos
que Roma, Venecia, Florencia y Pisa.
En
el siglo XV la ciudad alcanzó su máximo esplendor, llegando a derrotar a
Dinamarca y a Noruega. Digamos que fue el principio del fin. En la época de la
reforma la ciudad participó en las guerras del lado de los perdedores y también
en la guerra de sucesión danesa.
Arriba a la derecha, una de las antiguas puertas de acceso a la ciudad medieval. Abajo, las bóvedas de la iglesia de Santa María, la iglesia de los comerciantes.
Pero
además el mundo estaba cambiando y las rutas comerciales más importantes ya no
eran ni las del Mediterráneo ni las del Báltico, sino las que se estaban
estableciendo entre Europa, América, África y Asia.
Como
en otras ciudades, la decadencia de la ciudad permitió que relativamente se
conservaran los edificios históricos. Muchos de ellos con sus característicos
ladrillos rojos y de estilo gótico de ladrillos de Alemania del norte, como la
catedral y la iglesia de Santa María, o del renacimiento del Báltico.
La catedral de Lübeck, curiosamente, medio retirada del centro del pueblo.
El
ejemplo clásico del estilo del Renacimiento del Báltico es la HolstenTor, una
de las antiguas puertas de acceso a la ciudad.
Arriba a la derecha, la Holster Tor. A la izquierda, el antiguo hospital. Abajo, la iglesia de Santa María.
Ya
en plena decadencia la ciudad fue ocupada por los franceses en la época de
Napoleón, luego por los prusianos, más tarde los franceses y luego Suecia,
hasta que, congreso de Viena mediante, recuperó su independencia.
Arriba, dos de las siete iglesias históricas. Abajo, casas de gente como uno. La que está abajo a la derecha es la casa Buddenbrock, actual museo y archivo del escritor Thomas Mann.
Años
más tarde la ciudad pasó a fomar parte del imperio alemán, siempre como ciudad
libre y hanseástica, hasta que en 1937 los nazis la anexaron de prepo a
Brandenburgo.
Arriba a la derecha, muni. A la izquierda, una antigua puerta de acceso. Abajo, un resto de la muralla medieval de ladrillos sobrevive entre las casas.
A
pesar de que en la segunda guerra mundial la ciudad sufrió una larga serie de
bombardeos, buena parte de los edificios históricos o bien se salvaron o bien
fueron reconstruidos. Con semejante trabajo de reconstrucción y preservación,
nadie se sorprendió cuando en los ochenta la UNESCO la declaró patrimonio
histórico y arquitectónico.
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