jueves, 11 de mayo de 2017

Navidad hanseática: Miniwunderland

El modelismo es en Alemania, una auténtica pasión. Sorpresivamente, hay una cantidad significativa de personas que se dedica a armar y desarmar pistas de trenes, comprar casitas y arbolitos diminutos y ver –finalmente- los trencitos dando vueltas para, cada tanto, introducir algún cambio en la ruta.
Casi como en mis juegos de infancia, sin embargo, la mayoría del tiempo y esfuerzo parecen emplearse en el armado de tales cuestiones. Supongo que nos habrá pasado a casi todos/as. Una hora para preparar el juego y luego de quince minutos ya queremos hacer alguna otra cosa.

Volviendo al mundo de los trenes, las vías y las maquetas, hasta los más ignotos pueblos poseen su negocio dedicado al modalismo. No hablo de ciudades como Dresden donde hay un par, sino de lugares mucho más pequeños. Increíblemente pequeños para tener un negocio de este tipo.
Así las cosas no sorprende que existan lugares como Miniwunderland. Miniwunderland (algo así como la pequeña tierra maravillosa o, en su defecto, de maravillas) es, aunque usted no lo crea, uno de los más conocidos atractivos turísticos de Hamburgo.
Repartida en dos plantas de un edificio al mejor estilo dock de Puerto Madero, Miniwunderland alberga recreaciones de Hamburgo, Europa y América (del norte) surcadas por trenes que van de un lado al otro a través de vías, puentes y hasta mini ascensores. Catorce kilómetros y medio de vías, para ser exactos, que atraviesan una superficie de mil quinientos metros cuadrados. Por si alguien se está preguntando, sí, es efectivamente, la mayor pista de trenes del mundo.
La mayoría de estos espacios cuenta con una serie de botones aquí y allá que activan algún mecanismo de algo. Un globo aerostático que sube o baja, luces que se encienden, barcos que entran en movimiento, camiones de bomberos que van a apagar algún incendio, ambulancias que comienzan a tocar bocina, manifestantes que entonan alguna canción de protesta, lo que sea. Todas estas cosas tienen, por momentos, niveles insospechados de realismo. Otras veces ofrecen vistas tan delirantes que te hacen preguntar qué sustancia han estado consumiendo los artífices de semejante escenario.
Si la hacemos, la hacemos bien, habrá pensado alguien cuando decidió que en Miniwunderland hubiera día y noche. Las luces de los salones están temporizadas para reproducir (cada quince minutos) un ciclo nocturno, en el que se encienden las lucecitas de casa, autos y edificios.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Increíble despliegue. Sorprendentes cantidades de energías y habilidades gastadas, y por qué no: derrochadas - en el buen sentido -, en ese lugar.
Lindas fotos, me gusta una adonde se ve a las personas asomadas arriba observando.

Nicolás dijo...

Y lo más divertido es la cantidad de detalles "escondidos". Algunos los ves de casualidad y muchos otros se nos deben haber escapado: un Papá Noel repartiendo regalos en una planta de energía, un grupos e curas jugando un partidito de fútbol en un patio del Vaticano, huesos de dinosaurios enterrados con elementos insólitos, extraterrestres escondidos en las ciudades... y la lista sigue...