El modelismo es en Alemania, una
auténtica pasión. Sorpresivamente, hay una cantidad significativa de personas
que se dedica a armar y desarmar pistas de trenes, comprar casitas y arbolitos
diminutos y ver –finalmente- los trencitos dando vueltas para, cada tanto,
introducir algún cambio en la ruta.
Casi como en mis juegos de
infancia, sin embargo, la mayoría del tiempo y esfuerzo parecen emplearse en el
armado de tales cuestiones. Supongo que nos habrá pasado a casi todos/as. Una
hora para preparar el juego y luego de quince minutos ya queremos hacer alguna
otra cosa.
Volviendo al mundo de los trenes,
las vías y las maquetas, hasta los más ignotos pueblos poseen su negocio
dedicado al modalismo. No hablo de ciudades como Dresden donde hay un par, sino
de lugares mucho más pequeños. Increíblemente pequeños para tener un negocio de
este tipo.
Así las cosas no sorprende que
existan lugares como Miniwunderland. Miniwunderland (algo así como la pequeña
tierra maravillosa o, en su defecto, de maravillas) es, aunque usted no lo
crea, uno de los más conocidos atractivos turísticos de Hamburgo.
Repartida en dos plantas de un
edificio al mejor estilo dock de Puerto Madero, Miniwunderland alberga
recreaciones de Hamburgo, Europa y América (del norte) surcadas por trenes que
van de un lado al otro a través de vías, puentes y hasta mini ascensores.
Catorce kilómetros y medio de vías, para ser exactos, que atraviesan una
superficie de mil quinientos metros cuadrados. Por si alguien se está
preguntando, sí, es efectivamente, la mayor pista de trenes del mundo.
La mayoría de estos espacios
cuenta con una serie de botones aquí y allá que activan algún mecanismo de
algo. Un globo aerostático que sube o baja, luces que se encienden, barcos que
entran en movimiento, camiones de bomberos que van a apagar algún incendio, ambulancias que comienzan a tocar bocina, manifestantes
que entonan alguna canción de protesta, lo que sea. Todas estas cosas tienen,
por momentos, niveles insospechados de realismo. Otras veces ofrecen vistas tan
delirantes que te hacen preguntar qué sustancia han estado consumiendo los
artífices de semejante escenario.
Si la hacemos, la hacemos bien, habrá pensado alguien cuando decidió que en
Miniwunderland hubiera día y noche. Las luces de los salones están temporizadas
para reproducir (cada quince minutos) un ciclo nocturno, en el que se encienden
las lucecitas de casa, autos y edificios.
2 comentarios:
Increíble despliegue. Sorprendentes cantidades de energías y habilidades gastadas, y por qué no: derrochadas - en el buen sentido -, en ese lugar.
Lindas fotos, me gusta una adonde se ve a las personas asomadas arriba observando.
Y lo más divertido es la cantidad de detalles "escondidos". Algunos los ves de casualidad y muchos otros se nos deben haber escapado: un Papá Noel repartiendo regalos en una planta de energía, un grupos e curas jugando un partidito de fútbol en un patio del Vaticano, huesos de dinosaurios enterrados con elementos insólitos, extraterrestres escondidos en las ciudades... y la lista sigue...
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