sábado, 6 de mayo de 2017

Navidad hanseática: Hamburgo

Siguiendo el curso del Elba -el río a cuyas orillas se encuentra Dresden- hacia el norte se llega a Hamburgo. La ciudad libre y hanseática de Hamburgo, para hablar con propiedad. Es la segunda o tercera ciudad más grande de Alemania, según se midan o no los suburbios, el mayor puerto del país y el segundo más importante de la Unión Europea.
Puerto comercial junto al edificio de la filarmónica del Elba
Y todo esto sin contar con el dato más sorpresivo de todos. Como tantas otras ciudades del norte de Europa construida sobre canales, Hamburgo es conocida como la Venecia del norte. Hasta acá ninguna novedad. Gante, Ámsterdam, Estocolmo y hasta San Petersburgo también comparten el mismo apodo. Pero… solamente en el puerto de Hamburgo hay más puentes que en Venecia y Ámsterdam juntas. Eso sí, en el casco histórico de la ciudad, es otro el cantar... y apenas hay algún que otro canal fuera de los distritos portuarios.
Claro que no siempre fue un megapuerto ni una ciudad importante. Allá lejos y hace tiempo, en el año 808 cuando Carlomagno mandó a construir el Hammaburg, el castillo de Hamma, era un rincón perdido en las fronteras del imperio Romano Germánico.
Treinta años más tarde la ciudad se transformó en sede de un obispado y comenzó a dedicarse al comercio. Sin embargo, a pesar de tener más de mil años de historia, poco de la ciudad actual da cuenta de eso.  Los vikingos saquearon y destruyeron el pueblo en el año 846,  el rey Miezko de Polonia lo ocupó y quemó en el año 1030, el rey Valdemar II de Dinamarca lo ocupó y saqueó  en 1201 y 1214… Por si fuera poco, el gran incendio de 1284 destruyó más de la mitad de la ciudad y en el año 1350 más del 60% de su población murió en la epidemia de peste negra.
En el año 1241 Hamburgo se alió con Lubeck, dando origen a la Liga Hanseástica. Fue el primer período de esplendor de la ciudad.
 Arriba, la municipalidad, la plaza y el centro comercial
Claro que no todo fueron rosas. A pesar de estar rodeada de canales, parece que en la ciudad siempre hubo un temita con los incendios. El de 1284 no fue ni el primero ni el último. En 1842 hubo otro gran fuego, esta vez duró cuatro días, quemó un cuarto de la ciudad, incluyendo la antigua municipalidad y dejó sin hogar a más de 20.000 personas. 
 A la derecha, la corte de justicia. A la izquierda, la escultura de Bismarck que lo representa, paradójica y anacrónicamente, como a una suerte de caballero medieval, muy al estilo del Monumento de la Batalla de las (cinco) Naciones

Entre un y otro gran incendio corrió seguramente bastante agua bajo el puente, especialmente aquí, que se supone que hay tantos. Entre incendios, pestes, guerras y revoluciones la población de Hamburgo creció y disminuyó a lo pavote erráticamente aunque con cierta tendencia positiva.
Curiosamente, salvo por el breve período en que fue anexada por Napoleón, la ciudad mantuvo su calidad de ciudad libre y hanseática, una auténtica entelequia de tipo medieval que se las arregló para sobrevivir. De hecho, después del congreso de Viena la ciudad volvió a ser una ciudad-estado.
Ya en el siglo XIX Hamburgo volvió a experimentar un nuevo período de crecimiento que la llevó a cuadruplicar su población y a convertirse en el segundo puerto más activo de Europa. Industrialización mediante, se convirtió en un emporio exportador-importador y sus comerciantes se enriquecieron enormemente gracias al comercio marítimo, la construcción de barcos y el transporte transatlántico que, además de mercancías, comenzaba a llevar migrantes en gran escala de un lado para el otro. Supongo que también a alguna que otra pseudo Kate Winslet germánica.
La ciudad de llenó de edificios de ladrillos al mejor estilo de los docks de Puerto Madero. Más bien digamos que el estilo de los depósitos es -más o menos- el mismo en todos lados.
También proliferaron los edificios de oficinas, que siguieron una estética similar aunque ligeramente diferente que por estos lares se denominó, sorpresivamente, expresionismo.
Al igual que el Puerto Madero de Buenos Aires, cien años después toda esta infraestructura resultaba arcaica. Desde los años sesenta los buques mercantes comenzaron a tener unas dimensiones mucho mayores y comenzaron a reproducirse los dichosos contenedores que hoy se amontonan en los puertos de todo el mundo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gustan particularmente esos edificios con muchas ventanitas blancas y todas tan prolijas, y tantas

Nicolás dijo...

Son interesantes. Particularmente los más modernos de ladrillos pertenecen a un estilo que, por alguna razón misteriosa, ha recibido el nombre de "expresionismo", aunque no queda del todo claro qué expresan.