sábado, 27 de enero de 2018

Cinco situaciones complejas en la vida de un extranjero en Alemania

Empiezo diciendo una obviedad. Si no hablás alemán, cualquier situación puede ser potencialmente compleja en Alemania. Obvio que como turista no necesitás hablar el idioma para recorrer el país ni hacer compras, visitar museos ni viajar. Pero... siempre ayuda y nunca viene mal.

Habiendo aclarado este punto, tengo que decir otra obviedad previa. Imaginate que empezaste a estudiar un poco de alemán para no llegar y no saber decir ni mú. Está muy bien pero, definitivamente, lo más probable es que no sea suficiente para mucho más que alguna que otra cortesía y ya. No quiero sonar desesperanzador pero para vivir en Alemania HAY que hablar alemán. Y no me refiero a chapucear cositas. Me refiero a hablar, escuchar, escribir, foguearse en el día a día, que es complejo y -normalmente- menos modulado y pausado que tu profesor(a). Hay gente que piensa que estamos en el siglo XXI y el inglés es la lengua franca y todo el mundo lo habla y blablabla. No digo que no sea cierto. Pero en mi experiencia, no hablar el idioma del lugar te coloca en una suerte de ghetto incómodo y dependiente de la fortuna y la buena voluntad ajena.

Bien, ahora creo que ya terminé con las advertencias previas y puedo meterme de lleno en el tema del día de la fecha: cinco situaciones complejas en la vida de un hablante de alemán no nativo que (casi) todo el mundo debe afrontar.

Número uno: La entrevista de trabajo.
Conseguiste una entrevista de trabajo y, salvo que vayas a trabajar en una escuela internacional o en un instituto de investigación, lo más probable es que la entrevista tengas que hacerla en alemán. No me quejo. Suena bastante lógico. En fin, la entrevista empieza y vos ya estás con los nervios al máximo. Mientras te presentás y respondés las preguntas de rigor del caso, va todo bien. Después empiezan poco a poco a complicarse las cosas. Luego de la tercera o cuarta vez en que le pedís a tu entrevistador/a que hable más despacio o que le decís que no le entendés te das por vencido/a y dejás de hacerlo. No podés estar toda la entrevista diciendo “¿qué?”, “perdón”, “¿cómo dijo?”. Así que empezás a confiar en tu intuición y a asentir a lo que te dicen. Si entendés más o menos la mitad de las cosas te das por realizado/a y ponés cara de “claro, es exactamente lo que yo pienso”.

Número dos: La salida con amigos.
Hablás un alemán decentemente aceptable. O eso creés. Ya podés mantener conversaciones con alemanes/as y hasta te sentís realizado/a después de discutir sobre algún tema complejo. Entonces llega el trauma. Salís con conocidos y esa charla que tuviste uno a uno en el living de tu casa con música suave de fondo es ahora imposible. Hay cuatro personas hablando al mismo tiempo, la música está a todo volumen, los de la mesa de atrás estallan cada dos minutos en carcajadas, el de la mesa de al lado hace un ruido terrible para cortar su comida y cada vez que alguien pasa por al lado tuyo te desconcentrás y perdés una palabra. Así empezás a sufrir de baches en los que no podés entender de qué están hablando hasta que ¡milagro! ¡Volviste a entender de qué va a la conversación! Ah, pero qué mala suerte. Para cuando lograste pensar cómo decir lo que querías, el tema ya cambió y tenés que guardarte la opinión en el bolsillo.

Número tres: La peluquería.
Antes de ir a cortarte el pelo lo pensás y deducís que no puede ser complejo. Ya sabés cómo se dicen “corto” y “largo”. No sé, ¿qué más se puede necesitar para ir a la peluquería? Quizás teñir, o algo así. Tampoco es difícil. Bueno, cuando llegás descubrís que hay un mundo de usos, costumbres y palabras que te es totalmente ajeno. Hay una palabra para un corte con tijera y otra para un corte a máquina. Hay más palabras para cada casi cualquier cosa. Ah, y posiblemente tu peluquero/a hable alguna suerte de variedad dialectal con palabras diferentes a las que vos conocés. Lo bueno es que si hablás hochdeutsch (alto alemán, la lengua “formal” por decirle de algún modo) te va a entender. Lo malo es que vos no vas a tener ni idea de qué te está hablando.

Número cuatro: La contabilidad.
Hasta ahora no he dado con ningún alemán (o alemana) que diga que las declaraciones de impuestos son fáciles. Si no lo sabías ¡sorpresa! … salvo que seas becario/a, tenés que hacer una declaración de impuestos. Quizás hasta zafes de pagar impuestos, pero declarar, tenés que declarar igual. Si los/as nativos no entienden el formulario y tienen que completarlo diccionario-en-mano, bueno... ¿qué nos queda al resto? Si creías que teniendo un(a) contador(a) ibas a zafar, pues tampoco. Ellos/as tampoco tienen idea de todo, entonces se sientan con vos y empiezan a rellenar las cosas y a consultarte o pedirte documentos y números misteriosos que vos ni nisiquiera sabés qué existen. Ni hablar de imaginar una traducción para esos números misteriosos y mucho menos saber en qué se diferencian “la clave impositiva” del “número único de la administración de impuestos”.

Número cinco: El hospital.
Una cosa es ir al médico. Te estudiás las palabras que necesitás y ya. No pasarán de ser unos cuántos síntomas. Buscás “tos”, “sudar” o “escalofrío” en el diccionario y listo. Otra cosa es el hospital-hospital. Hay todo un mundo de expresiones y palabras que jamás imaginaste. ¿Cómo se dice “ir de cuerpo?”, ¿cómo explico si una picazón es ligera o no?, ¿me dijeron que tengo que venir en ayunas?, ¿soy yo o me acaban de decir que tengo que traer una muestra de orina?... ¿o tengo que hacer pipí acá? Ni hablar de inyecciones, alergias, vacunas ni mucho menos de autorizaciones para estudios. ¿De qué me están hablando? ¿qué es lo que tengo que hacer? ¿dónde? ¿cuándo?

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