Empiezo
diciendo una obviedad. Si no hablás alemán, cualquier situación
puede ser potencialmente compleja en Alemania. Obvio que como turista
no necesitás hablar el idioma para recorrer el país ni hacer
compras, visitar museos ni viajar. Pero... siempre ayuda y nunca
viene mal.
Habiendo
aclarado este punto, tengo que decir otra obviedad previa. Imaginate
que empezaste a estudiar un poco de alemán para no llegar y no saber
decir ni mú. Está muy bien pero, definitivamente, lo más probable
es que no sea suficiente para mucho más que alguna que otra cortesía
y ya. No quiero sonar desesperanzador pero para vivir en Alemania HAY
que hablar alemán. Y no me refiero a chapucear cositas. Me refiero a hablar, escuchar, escribir, foguearse en el día a día, que es complejo y -normalmente- menos modulado y pausado que tu profesor(a). Hay gente que piensa que estamos en el siglo XXI y el inglés es la lengua franca y todo el mundo lo habla y blablabla. No digo que no sea cierto. Pero en mi experiencia, no hablar el idioma del lugar te coloca en una suerte de ghetto incómodo y dependiente de la fortuna y la buena voluntad ajena.
Bien,
ahora creo que ya terminé con las advertencias previas y puedo
meterme de lleno en el tema del día de la fecha: cinco situaciones
complejas en la vida de un hablante de alemán no nativo que (casi)
todo el mundo debe afrontar.
Número
uno: La entrevista de trabajo.
Conseguiste
una entrevista de trabajo y, salvo que vayas a trabajar en una
escuela internacional o en un instituto de investigación, lo más
probable es que la entrevista tengas que hacerla en alemán. No me
quejo. Suena bastante lógico. En fin, la entrevista empieza y vos ya
estás con los nervios al máximo. Mientras te presentás y respondés
las preguntas de rigor del caso, va todo bien. Después empiezan poco
a poco a complicarse las cosas. Luego de la tercera o cuarta vez en
que le pedís a tu entrevistador/a que hable más despacio o que le
decís que no le entendés te das por vencido/a y dejás de hacerlo.
No podés estar toda la entrevista diciendo “¿qué?”, “perdón”,
“¿cómo dijo?”. Así que empezás a confiar en tu intuición y a
asentir a lo que te dicen. Si entendés más o menos la mitad de las
cosas te das por realizado/a y ponés cara de “claro, es
exactamente lo que yo pienso”.
Número
dos: La salida con amigos.
Hablás
un alemán decentemente aceptable. O eso creés. Ya podés mantener
conversaciones con alemanes/as y hasta te sentís realizado/a después
de discutir sobre algún tema complejo. Entonces llega el trauma.
Salís con conocidos y esa charla que tuviste uno a uno en el living
de tu casa con música suave de fondo es ahora imposible. Hay cuatro
personas hablando al mismo tiempo, la música está a todo volumen,
los de la mesa de atrás estallan cada dos minutos en carcajadas, el de la mesa de al lado hace un ruido terrible para cortar su comida y cada vez
que alguien pasa por al lado tuyo te desconcentrás y perdés una
palabra. Así empezás a sufrir de baches en los que no podés entender de qué están hablando hasta que ¡milagro! ¡Volviste a entender de qué va a la
conversación! Ah, pero qué mala suerte. Para cuando lograste pensar
cómo decir lo que querías, el tema ya cambió y tenés que guardarte
la opinión en el bolsillo.
Número
tres: La peluquería.
Antes
de ir a cortarte el pelo lo pensás y deducís que no puede ser
complejo. Ya sabés cómo se dicen “corto” y “largo”. No sé,
¿qué más se puede necesitar para ir a la peluquería? Quizás
teñir, o algo así. Tampoco es difícil. Bueno, cuando llegás
descubrís que hay un mundo de usos, costumbres y palabras que te es
totalmente ajeno. Hay una palabra para un corte con tijera y otra
para un corte a máquina. Hay más palabras para cada casi cualquier
cosa. Ah, y posiblemente tu peluquero/a hable alguna suerte de
variedad dialectal con palabras diferentes a las que vos conocés. Lo
bueno es que si hablás hochdeutsch (alto alemán, la lengua “formal”
por decirle de algún modo) te va a entender. Lo malo es que vos no vas a
tener ni idea de qué te está hablando.
Número
cuatro: La contabilidad.
Hasta
ahora no he dado con ningún alemán (o alemana) que diga que las
declaraciones de impuestos son fáciles. Si no lo sabías ¡sorpresa!
… salvo que seas becario/a, tenés que hacer una declaración de
impuestos. Quizás hasta zafes de pagar impuestos, pero declarar,
tenés que declarar igual. Si los/as nativos no entienden el
formulario y tienen que completarlo diccionario-en-mano, bueno...
¿qué nos queda al resto? Si creías que teniendo un(a) contador(a)
ibas a zafar, pues tampoco. Ellos/as tampoco tienen idea de todo,
entonces se sientan con vos y empiezan a rellenar las cosas y a
consultarte o pedirte documentos y números misteriosos que vos ni
nisiquiera sabés qué existen. Ni hablar de imaginar una traducción
para esos números misteriosos y mucho menos saber en qué se
diferencian “la clave impositiva” del “número único de
la administración de impuestos”.
Número
cinco: El hospital.
Una
cosa es ir al médico. Te estudiás las palabras que necesitás y ya.
No pasarán de ser unos cuántos síntomas. Buscás “tos”,
“sudar” o “escalofrío” en el diccionario y listo. Otra cosa es
el hospital-hospital. Hay todo un mundo de expresiones y palabras que
jamás imaginaste. ¿Cómo se dice “ir de cuerpo?”, ¿cómo
explico si una picazón es ligera o no?, ¿me dijeron que tengo que
venir en ayunas?, ¿soy yo o me acaban de decir que tengo que
traer una muestra de orina?... ¿o tengo que hacer pipí acá? Ni
hablar de inyecciones, alergias, vacunas ni mucho menos de
autorizaciones para estudios. ¿De qué me están hablando? ¿qué es
lo que tengo que hacer? ¿dónde? ¿cuándo?
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