La
primera vez que alguien me habló de Dinkelsbühl la describió como
“la hermana pequeña de Rothenburg”. Lo de hermana pequeña no
viene tanto por el tamaño (las dos tienen más o menos la misma
población) sino porque ambas son destinos obligados de la ruta
romántica (Rothenburg más que Dinkelsbühl), las dos están muy
bien preservadas y las dos tienen la misma estética de pueblito de
cuento, con sus murallas y todo.
Podría decirse que, más allá de lo edilicio (donde Rothenburg corre con cierta ventaja), la principal diferencia entre ambas es la
cantidad de turistas. Mientras que en Rothenburg son auténticas
hordas, en Dinkelsbühl no pasan de unos cuántos… Si en nuestras fotos de Rothenburg no se nota es porque nos quedamos a dormir en el pueblo y salimos a las siete de la mañana a sacar fotos sin el mar de gente que las inunda más tarde.
Volviendo a Dinkelsbühl, uno
de sus principales atractivos es que aún preserva sus
torres y murallas. La primera fortificación del pueblo fue ordenada
por el emperador Enrique V y en el año 1305 fue declarada ciudad.
Ciudad entre comillas, porque imaginense que si hoy su población no
alcanza los 15.000 habitantes, setecientos años atrás no quiero
imaginar.
En
1351 Dinkelsühl se transformó en ciudad libre, privilegio que
mantuvo por unos cuántos siglos hasta que, nuevamente, Napoleón
mediante fue a engrosar el reino de Baviera junto con el resto de la
Franconia. Igual me estoy adelantando, porque para eso hubo que
esperar hasta el siglo XIX.
Como
particularidad, en la época de la reforma protestante, fue una de
las pocas ciudades en las que no hubo una clara mayoría ni católica
ni luterana. Este fifty/fifty premitió que se desarrollara una
especie de gobierno donde estaban representados unos y otros.
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