lunes, 22 de enero de 2018

Finde largo en la ruta romántica: Rothenburg (ob den Tauber) II

En 1803 otro viejo conocido entró en acción. Napoleón mediante se termina el curro la existencia de las ciudades libres imperiales, que son repartidas e incorporadas a otros estados, particularmente, a los aliados de Napoleón. En el caso de Rothenburg, -al igual que buena parte de la región- fue a parar a Baviera, que aumentó su tamaño considerablemente absorbiendo unas cuantas ciudades y obispados en las que ya hemos estados: Nürenberg, Bamberg, Bayreuth, Würzburg y un largo etcétera.
Parece que ya en el siglo XIX la ciudad comenzó a desarrollar cierta fama turística gracias a su casco histórico medieval y sus murallas preservadas a lo largo de los siglos. Alemanes de otras regiones, ingleses y franceses comenzaron a visitar Rothenurg, y el pueblo logró salir de su olvido gracias a los considerables ingresos generados por el incipiente turismo.
Lamentablemente, ya en el siglo XX parece que la ciudad se convirtió en un nido de nazis. La población de Rothenburg apoyó electoralmente en forma masiva a Hitler y para el Partido Nazi Rothenburg se convirtió en el idilio medieval germánico. Un pueblo de propaganda donde se exaltaba la tradición medieval alemana y que se contraponía a la “decadencia” de las grandes ciudades. Sobra decir que la sinagoga de la ciudad fue destruída y su posblación judía deportada para su exterminio en campos de concentración.
Podría decirse que Rothenburg se convirtió en un símbolo más de esa Alemania pura pregonada por los nacionalsocialistas y, al mismo tiempo, éstos se convirtieron localmente en la fuerza dominante. Por esta misma razón, ya después de iniciada la guerra Rothenurg se convirtió en un objetivo militar. Tomar la ciudad se volvió para los estadounidenses en prioridad no por su importancia estratégica sino por el valor simbólico que el pueblo había tenido para la Alemania nazi. En la segunda guerra muchos de los blancos de los bombardeos y ataques eran, obviamente, grandes ciudades, plantas industriales, vías de cmunicación y bases en posiciones estratégicas. Pero también había blancos "simbólicos". Lugares cuya destrucción, por su importancia histórica o cultural, podía tener un efecto anímico. En tales casos, el objetivo era minar la moral enemiga a través de la destrucción de sitios de importancia cultural o histórica.
De hecho, la ciudad fue bombardeada y el mando estadounidense ordenó tomarla a cualquier costo. Afortunadamente quien tuvo que efectuar el ataque y toma de Rothenburg fue un tal John McCloy, cuya madre había visitado Rothenburg antes de la guerra y había quedado enamorada del lugar. McCloy decidió ofrecer un ultimátum a las fuerzas que defendían Rothenburg; o entregaban la ciudad o todo el pueblo, murallas medievales incluidas, volverían a ser bombardeados. El mando alemán se negó una vez más pero el responsable de las tropas de la ciudad decidió (afortunadamente) desbedecer la cadena de mando y rendirse. Por segunda vez Rothenburg había logrado zafar de una destrucción segura.

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