sábado, 20 de enero de 2018

Finde largo en la ruta romántica: Rothenburg (ob den Tauber) I

Parece que en el ranking de los lugares más visitados en Alemania (por razones turísticas) están el castillo de Neuschwanstein, Berlín, Munich, la menos conocida ciudad de Heidelberg y Rothenburg ob den Tauber... que podría traducirse (aunque hay polémica) como "Ciudad amurallada / fortaleza roja por sobre el Tauber" (que vendría a ser el río junto al que se encuentra la ciudad). 
La historia de Rothenburg comienza en el 970, cuando se creó una parroquia y se comienzó a construir el Grafenburg oberhalb der Tauber, algo así como el castillo/fortaleza del conde por sobre el Tauber. El “por sobre” es bastante fácil de entender. El castillo se ubicó en una pequeña meseta que está junto al río y desde la que se lo ve “desde arriba”.
Después de cerca de doscientos años la familia de los condes se extinguió y el emperador, que además de gobernante era un hombre de familia, vio la oportunidad para nombrar heredero a uno de sus muchos sobrinos. El nuevo conde aprovechó para ampliar el castillo que ya se conocía como Rothenburg ob den Tauber (la fortaleza roja sobre el Tauber) ya que por encima de las paredes sólo se veían los techos del castillo, que eran rojos. No sé si será el origen real del nombre pero no me van a decir que no tiene lógica.
Junto al castillo comenzó a crecer el pueblo, que adoptó el mismo nombre y que en año 1170 fue transformado en “ciudad libre imperial”.
En el año 1356 hubo un terremoto que destruyó el castillo, que ya no volvió a ser recontruido. La ciudad, por su parte, aprovechó la ocasión para reconstruir los edificios más importantes ostentando un poquito más.
Como nota de color, en el año 1631, durante la guerra de los treinta años, la ciudad fue tomada por el conde Tilly. Si te quedaste dormido/a en la clase de historia (o tu plan de estudio jamás incluyó la guerra de los treinta años), te hago un breve y horrible resumen. Los bohemios (hoy diríamos checos) se rebelaron por vez enésima contra los austríacos. El episodio que da comienzo a la guerra es casi un evento gramatical... Todo comenzó cuando los nobles de Bohemia ( oeste de la República Checa) decidieron rebelarse una vez más contra los austriacos, esta vez sumando al combo un cóctel religioso en el que combinaron husismo y luteranismo. Rápidamente los austríacos les recordaron que, en casa del emperador Habsburgo, no ser católico apostólico romano no es una opción. Los bohemios se irritaron y empujaron (levemente) a los enviados austríacos por la ventana. En latín ventana se dice fenestra. Del evento surge un nuevo verbo, defenestrar, o sea, amablemente invitar a alguien a suicidarse a través de su caída por una ventana. Podrán imaginar la que se armó después.
La guerra de los treinta años involucró a partir de entonces al emperador romano germánico, los austríacos, Suecia, Dinamarca, Francia, Rusia, Sajonia, Baviera, las ciudades imperiales y un largo etcétera en un tole-tole de dimensiones siderales.
En fin, de vuelta a Rothenburg, en medio de semejante batahola la ciudad fue tomada por las fuerzas del Conde Tilly. Cuenta la leyenda que Tilly tomó como prisionero al alcalde y a los concejales y habría decidido incluso quemar la ciudad pero que –afortunadamenete para nosotros- habría cambiado de planes. ¿Por qué? Como (casi) toda leyenda, la cuestión es en este punto bastante inverosímil pero es lo que hay. Resulta que después de capturar la ciudad Tilly fue agasajado por los concejales que, además de entregarle (más literal que figuradamente) las llaves de la ciudad, le ofrecieron vino en un copón histórico que tendría una capacidad de más de tres litros. Divertido por las dimensiones de la copa, Tilly propuso perdonar la vida de los concejales y de la ciudad entera si alguien lograba vaciar la copa de un solo trago. En otras palabras, si los locales querían zafar, alguien tenía que hacer un fondo blanco memorable.
Parece que el alcalde del pueblo era un bebedor bastante experimentado y para sorpresa de los/as presentes, logró beber los tres litros y cuarto de un solo trago, con lo cual salvó su pellejo y el futuro de Rothenburg al mismo tiempo. Supongo que los habitantes de una ciudad jamás estuvieron tan agradecidos de ser gobernados por un borrachín.
De todos modos la guerra de los treinta años tuvo efectos devastadores para la economía local, y Rothenburg entró en una decadencia que duraría unos cuántos siglos y que la preservería casi sin modificaciones por más de trescientos años.

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