jueves, 10 de noviembre de 2016

Weesenstein

En algún momento de nuestra vida en Sajonia decidimos adquirir nuestros pases de Schlosserland Sachsen. Es, básicamente, un pase anual que nos permite visitar, cuantas veces querramos, los castillos y palacios del estado que pertenecen al gobierno o a la fundación que los administra. Y más allá de haberle sacado el jugo a los pases en los palacios de Pillnitz, Moritzburg, Königstein y el Albrectsburg de Meissen, aún nos quedan unos cuántos lugares para ir visitando y conociendo a lo largo y a lo ancho de Sajonia.

En el capítulo de hoy nos tomamos el tren a Heidenau y de ahí a Weesenstein. En total son 40 minutos de viaje. Nuestro destino es un pueblito por el que pasa un tren cada dos horas y dónde si te querés bajar, tenés que apretar un botón para avisalre al conductor porque si no pasa de largo. ¿A qué vamos? A hacer valer nuestros pases de Schlosserland Sachsen. Sí, hay un castillo en el pueblo que es, de hecho, el que le da el nombre al lugar.
El castillo se comenzó a construir en el 1200, cuando estos pagos pertenecían al reino de Bohemia y desde entonces se le han ido agregando capa tras capa las más diversas ampliaciones. La verdad, se nota.
Hacia el 1300 se estableció el eje del actual castillo, la torre central. Cien años más tarde, los margraves de Meissen se hicieron con la región y le otorgaron el castillo a la familia von Bünau, que lo tuvio en su poder por cerca de trescientos cincuenta años, hasta que, crisis económica mediante, lo tuvieron que vender. En realidad no vendieron sólo el castillo, sino también el feudo. ¿De qué estoy hablando? De que se vendían juntos el castillo, las tierras, los derechos de caza en el bosque y el título de Conde/condesa de Weesenstein. Quien compra el castillo se transformaba, de buenas a primeras, en conde del lugar.
Lo compró una familia de industriales que, una generación más tarde, se lo vendió a uno de los visitantes que había quedado enamorado del castillo, el rey Anton de Sajonia, cuyos herederos conservaron por tres generaciones el castillo hasta que fue vendido luego de la primera guerra mundial. Si le creemos a la audioguía, de hecho, la familia real usaba Weesenstein como residencia de otoño (una para cada estación, obvio, no se puede menos tampoco) y siempre que querían escaparse un poco de la corte de Dresden.
A lo largo de todo este proceso no sólo se agregaron los jardines y se remodelaron las distintas alas del palacio sino que además se fue construyendo hacia abajo. Por raro que suene, el castillo medieval estaba situado sobre una colina. Sin embargo, a medida que se fue ampliado, la colina ya no fue lo suficientemente grande y las nuevas habitaciones se construyeron en forma escalonada descendente. Por eso el corazón del castillo hoy está cinco niveles por encima que las últimas habitaciones que se agregaron en el siglo XIX. Eso hace que hoy sea uno de los pocos castillos donde los dormitorios están por debajo de la cocina y de las caballerizas.
Como buen castillo, tampoco puede faltar la capilla. No sea cosa que los señores del lugar quieran ir a misa y tengan que salir y caminar 300 metros hasta el pueblo. No señor. Ni señora. ¿Dónde se ha visto que los condes vayan a la iglesia con el resto de la gente?
Y si nos disculpan, tenemos que apurar el paso, que en 15 minutos pasa de nuevo el tren que nos llevará a Lauenstein, nuestro segundo castillo del fin de semana…

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Esos jardines verdes son muy lindos

Nicolás dijo...

Sí, la verdad es que a pesar de que no siempre son lo que imaginamos cuando pensamos en un jardín, siempre levantan la imagen de cualquier lugar ;)