En algún momento de nuestra vida en
Sajonia decidimos adquirir nuestros pases de Schlosserland Sachsen. Es, básicamente, un pase anual que nos
permite visitar, cuantas veces querramos, los castillos y palacios del estado
que pertenecen al gobierno o a la fundación que los administra. Y más allá de
haberle sacado el jugo a los pases en los palacios de Pillnitz, Moritzburg, Königstein
y el Albrectsburg de Meissen, aún nos quedan unos cuántos lugares para ir
visitando y conociendo a lo largo y a lo ancho de Sajonia.
En el capítulo de hoy nos tomamos el
tren a Heidenau y de ahí a Weesenstein. En total son 40 minutos de viaje.
Nuestro destino es un pueblito por el que pasa un tren cada dos horas y dónde
si te querés bajar, tenés que apretar un botón para avisalre al conductor
porque si no pasa de largo. ¿A qué vamos? A hacer valer nuestros pases de Schlosserland Sachsen. Sí, hay un
castillo en el pueblo que es, de hecho, el que le da el nombre al lugar.
El castillo se comenzó a construir en el
1200, cuando estos pagos pertenecían al reino de Bohemia y desde entonces se le
han ido agregando capa tras capa las más diversas ampliaciones. La verdad, se
nota.
Hacia el 1300 se estableció el eje del
actual castillo, la torre central. Cien años más tarde, los margraves de
Meissen se hicieron con la región y le otorgaron el castillo a la familia von Bünau,
que lo tuvio en su poder por cerca de trescientos cincuenta años, hasta que,
crisis económica mediante, lo tuvieron que vender. En realidad no vendieron sólo
el castillo, sino también el feudo. ¿De qué estoy hablando? De que se vendían
juntos el castillo, las tierras, los derechos de caza en el bosque y el título
de Conde/condesa de Weesenstein. Quien compra el castillo se transformaba, de
buenas a primeras, en conde del lugar.
Lo compró una familia de industriales
que, una generación más tarde, se lo vendió a uno de los visitantes que había
quedado enamorado del castillo, el rey Anton de Sajonia, cuyos herederos
conservaron por tres generaciones el castillo hasta que fue vendido luego de la
primera guerra mundial. Si le creemos a la audioguía, de hecho, la familia real
usaba Weesenstein como residencia de otoño (una para cada estación, obvio, no
se puede menos tampoco) y siempre que querían escaparse un poco de la corte de
Dresden.
A lo largo de todo este proceso no sólo
se agregaron los jardines y se remodelaron las distintas alas del palacio sino
que además se fue construyendo hacia abajo.
Por raro que suene, el castillo medieval estaba situado sobre una colina. Sin
embargo, a medida que se fue ampliado, la colina ya no fue lo suficientemente
grande y las nuevas habitaciones se construyeron en forma escalonada
descendente. Por eso el corazón del castillo hoy está cinco niveles por encima
que las últimas habitaciones que se agregaron en el siglo XIX. Eso hace que hoy
sea uno de los pocos castillos donde los dormitorios están por debajo de la
cocina y de las caballerizas.
Como buen castillo, tampoco puede faltar la capilla. No sea cosa que los señores del lugar quieran ir a misa y tengan que salir y caminar 300 metros hasta el pueblo. No señor. Ni señora. ¿Dónde se ha visto que los condes vayan a la iglesia con el resto de la gente?
2 comentarios:
Esos jardines verdes son muy lindos
Sí, la verdad es que a pesar de que no siempre son lo que imaginamos cuando pensamos en un jardín, siempre levantan la imagen de cualquier lugar ;)
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