lunes, 14 de noviembre de 2016

La señora de la cartera fucsia

A medida que el tiempo fue desmejorando, la señora de la cartera fucsia cambió su minifalda negra floreada  y su musculosa amarilla por pantalones de color turquesa y pulóveres igualmente llamativos. Pero la cartera siguió asistiendo a clases regularmente.

Regularmente pero no a horario, ya que la señora de cartera fucsia lega todos los días con una hora de retraso. Como desde el primer día, llega, abre la puerta, pasa, no saluda, saca sus cosas de la cartera y empieza su agotadora faena de mirar hacia el pizarrón, fruncir el ceño, copiar y buscar en el diccionario sin registrar nada de cuanto ocurre a su alrededor.

Las dinámicas de clase, aún las más simples, chocan contra la pared cuando le llega el turno a la señora de la cartera fucsia. Simplemente ella está muy ocupada copiando, buscando y frunciendo el ceño como para detectar que alguien le acaba de hacer una pregunta o que el resto de la clase está esperando que responda algo. Como si en ese momento el mundo se limitara a ser el pizarrón, su cuaderno y el diccionario. El resto ha dejado de existir.

Así y todo, de vez en cuando los planetas logran alinearse y la señora de la cartera fucsia participa un poco de la clase. Eventualmente hasta alguna vez le tocó participar de alguna actividad un poco más lúdica. Y cuando tuvo que describir el trabajo de un científico para que el resto lo adivinásemos, se dignó a dejar de mirar al pizarrón. Claro que cuando le preguntamos si se trataba de algún tipo de científico en especial respondió que sí, que su hijo era científico. Ah, qué bueno, ¿qué tipo de científico? Sí, claro, es científico. Sí, sí, por supuesto, pero, ¿en qué se especializa? Por supuesto que existen personas con esta profesión, es un trabajo como otros. Sí, sí, pero su hijo, ¿es físico? ¿biólogo? ¿qué especialidad tiene? Claro, es científico. Le pagan para hacer ciencia. Ok, está bien.

Ese mismo día volvió a quedar en evidencia que lo mejor para la señora de la cartera fucsia sería tomar un curso de otro nivel. De hecho la profesora se lo sugirió -al menos- tres o cuatro veces. No abiertamente al principio, y no frente a todos, claro está. Pero la última vez que lo hizo la respuesta que obtuvo de la señora de la cartera fucsia fue más o menos así:

Nein. Nein B1. B1 kein Arbeit (trabajo). Keine Universität. B2 Arbeit. B2 Universität. B1 keine Universität. Ich hier. Ich Arbeit. Ich Universität. Ich B2. Gut.

No quedaron dudas. La señora había llegado para quedarse.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

"La señora de la cartera fucsia llegó para quedarse", creo que lo escribís así. Excelente. En el fondo muchas veces estoy del lado de quien sabe ser terco en la vida.

Nicolás dijo...

Bueno, la verdad es que si es por ser terco/a, a la señora de la cartera fucsia hay que darle un premio. Aunque bueno, quizás ella no se dé cuenta de que se lo estén entregando y siga escribiendo, frunciendo el ceño y copiando...

Anónimo dijo...

jajaja, cierto!