¿Te parece si mañana vamos a Francia? -preguntó Larita- ¡Dale! ¿A dónde? A Alsacia, a la ruta del vino.
Sí. Existe
la ruta del vino en Alsacia. Es más, casi cada región productora de vino tiene su ruta del vino. Y sí, esta región de Francia en la frontera con
Alemania es una región productora de vino.
Podría
decirse que hasta aquí todo resulta muy propio de un cliché. Ruta angosta, viñedos,
pueblitos… sólo falta la gente con boina, tiradores, una baguette bajo un brazo
y una horma de queso en el otro.
Bueno, hay
que reconocer que una parte del cliché resultó ser bastante acertado. Viñedos,
ruta angosta, las colinas a un lado y el Rhin al otro. Pueblitos salidos de
cuento. Nidos de cigüeñas en los techos. O al menos en la parte que recorrimos,
que es la que va desde Eguisheim hasta Riquewihr.
Sin embargo
Alsacia es uno de esos lugares especiales que, producto de ir pasando de mano
en mano, se ha convertido en algo que se sale un poquito de la imagen mental de
Francia que tenemos. De hecho, para los franceses, Alsacia es casi (Palabra
clave: CASI) como Alemania, mientras que para los alemanes es una región
germana… rebelde y demasiado afrancesada, si se me permite la expresión.
Que los
galos, que los romanos, que los germanos, que los francos, que los germanos
otra vez, después los austríacos, después los franceses, después los alemanes,
después los franceses, de nuevo los alemanes y desde el fin de la segunda
guerra mundial ha vuelto a formar parte de Francia. Tanto Alsacia como Lorena (la
región que está al norte) comparten una larga historia de idas y vueltas que ha
terminado por otorgarles un carácter especial.
¿Por qué
tanto lío? Desde la Edad Media Alsacia había formado parte del Sacro Imperio
Romano Germánico, regida por distintas familias nobles hasta que en 1648 los
austríacos la cedieron a Francia como
resultado de la paz de Westfalia, que es el tratado que puso fin a la guerra de
los treinta años, por si a alguien le interesa.
Para hacer
las cosas más interesantes a la región se le reconoció cierta autonomía. Eso
quiere decir, siguió utilizando el idioma alsaciano -un dialecto germánico-
como lengua administrativa y para la enseñanza, además de gozar de una cierta tolerancia
en asuntos religiosos. Por su parte, siguió económicamente vinculada al mundo
suizo y alemán del sur. ¿Por qué? Porque a pesar de que Alsacia y Lorena se
integraron al reino de Francia, la aduana francesa no fue movida de lugar. Eso
quiere decir que cuando querían vender sus productos al resto del país tenían
que pagar un impuesto. En fin…
En 1789 los
alsacianos se consideraron lo suficientemente franceses y adhirieron al
gobierno revolucionario. Después adoptaron como propia la bandera tricolor y
todo. Podría decirse que fue el comienzo del proceso de asimilación que
ampliaría el uso del francés en detrimento del alsaciano y el alemán.
Sin
embargo, casi cien años más tarde, cuando Francia perdió la guerra
franco-prusiana, Alsacia y Lorena fueron anexadas por el recién nacido imperio
alemán. Los que se estaban esforzando por aprender el francés, bueno, mejor a
olvidarse de la lengua de Molière y a practicar las gárgaras. Pero tampoco para
hacerse ilusiones, que el alsaciano no devino lengua oficial sino el
Hochdeutsch, también conocido como alto
alemán para los amigos.
Recién en
1918 los franceses recuperaron el control de ambas regiones aunque, claro está,
en la segunda guerra mundial los alemanes volvieron a ocupar la región hasta
que, finalmente, Alsacia y Lorena fueron devueltas a Francia tras el fin de la
segunda guerra mundial.
Así las
cosas no debería ser una sorpresa que los alsacianos se sientan como los más
alemanes de los franceses o como los más latinos de los germanos.
2 comentarios:
Hermoso lugar, como todo
La verdad es que toda esta región de Alsacia parece como salida de un cuento. Realmente linda.
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