jueves, 17 de noviembre de 2016

La cartera fucsia cobra vida

(Casi) todos los días ocurre un milagro en la clase de alemán. En un momento determinado la cartera fucsia comienza a cobrar vida. Luego de la primera vibración la cartera empieza a cantar la misma melodía olvidable de siempre. Digo de siempre porque al menos cuatro veces por semana, el episodio se repite. Con el mismo resultado cada vez. La señora de la cartera fucsia mira indignada a su alrededor con cara de no sé para qué me llaman si es obvio que estoy en clase mientras hace alo con su celular. Hacer algo significa que NO aprovecha para apagar el celular. No señor (¡ni señora!). Nunca apaga el teléfono. Y el episodio se repite una o dos veces al día. Suena el teléfono, ella mira indignada, hace algo, el teléfono deja de sonar y, dos segundos después hay una nueva melodía que, asumo, será la notificación de una llamada perdida o mensaje de texto.

Claro que cuando este tipo de episodios ocurre (puntualmente, le ocurre a la señora de la cartera fucsia) nuestra profesora se limita a mirarla con cara de hoy sería un buen día para desactivar ese teléfono a baldazos de agua fría. Por supuesto, del deseo sólo se expresa cierta mirada congelante que nuestra profesora le dedica y que, por otra parte, la señora jamás detecta.

Claro que hasta los alemanes tienen un límite y cierto día, luego de que el teléfono sonara por segunda vez en un período de media hora la profesora le pidió que apagara el teléfono. Sinceramente no sé cómo hizo para aguantar hasta entonces. Pero nada, la señora de la cartera fucsia ya estaba copiando, buscando en el pizarrón y frunciendo el ceño, por lo que jamás detectó que le hablaban a ella. De todos modos, está claro que no se le puede ganar a un alemán haciéndose el distraído. Por favor, apague su celular, volvió a pedir en una voz que había dejado de ser estrictamente amistosa. Nada. La señora seguía buscando en su diccionario mientras todos nos mirábamos sorprendidos con cara de ¿es o se hace? De nuevo, Apague el celular porque nos distrae a todos. Nada. La aludida ni siquiera detectaba que alguien podría estar dirigiéndole la palabra.

Señora XXXX, apague su celular. CELULAR. APAGAR… ¡Señora XXX!

¿ah? ¿qué? Ah, mi apellido. Formal. Muy formal, no lo uso. Pasaporte solamente.

APAGUE SU CELULAR

Claro, el pasaporte. Sólo formal. Por eso no escucho.

A-P-A-G-U-E SU C-E-L-U-L-A-R

Sí, muy formal, muy formal.

Como era de esperarse, al día siguiente el celular volvió a sonar. Y así continuó ocurriendo hasta el fin del curso.

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