Mes de Abril. El evento parece haber ocurrido allá lejos y
hace tiempo pero no fue hace tanto. Me junté con quien era, en aquel momento,
un nuevo tándem. Después de hablar un largo rato en ambos idiomas comencé a
sentir que ya había sido suficiente. No sólo mi cabeza reclamaba una pausa, claro está, sino que también debía vérmelas con el supermercado, las compras y la cena.
Expliqué que tenía que irme y pregunté por
posibles fechas para nuestro siguiente encuentro. Pronto acordamos algo, así
que me dí por satisfecho y me levanté. Como ya sabía lo que tenía que decir
para señalar que la había pasado bien, lo hice. Mi interlocutor me respondió y
me acompañó en dirección a la puerta.
Agradecí la invitación, el café y las tostadas y nos despedimos.
Pero nadie abrió la puerta. Se generó un silencio extraño y volví a usar una
frase de cortesía. El dueño de casa respondió algo y sonrió. Sonreí y miré en
dirección a la puerta. Pero nada pasó. Sonreí de nuevo y el dueño de casa me
devolvió la sonrisa. Alguno dijo algo y el otro asintió. Nuevo silencio. Volví
a mirar en dirección a la puerta. Volvió a hacerse un segundo de silencio que
fue rápidamente interrumpido por la risa de mi interlocutor. Entonces vino la
explicación.
Aquí es el invitado quien usualmente abre la puerta luego
de su visita. Y como las puertas no se cierran con llave sino hasta la hora de
dormir, el proceso no resulta complejo ni intrusivo. Al menos, para los
alemanes.
3 comentarios:
Ahhh! esas pequeñas diferencias inesperadas...
jajaja a mi en casa de mis alumnos me pasa lo mismo!!! Es horrible tener que abrir la puerta un@ mism@!
A veces aún cometo el error de esperar a ver si me abren antes de ir directo a la puerta, Pero espero sólo un ratito. Al final, no hay caso. Termino siempre abriendo la puerta yo.
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