Número
uno. El desayuno. Para empezar, es más suculento. Yogurt, cereales, leche,
tostadas. A veces también fiambres, lechuga, tomate y pepino. En algunos
hostels también ofrecen huevos revueltos. No puedo negar haber probado incluirlos en mi desayuno ante la
mirada azorada de Diego. Cuenta la leyenda que los bávaros llegan más allá e
incluyen salchichas de distintos tipos.
Número
dos. Comida al paso. Hay restaurantes y hay puestos de comida al paso,
bolichitos o puestos, como quieran decirles. Acá se los llama Imbiss. Y hasta
muchas carnicerías ofrecen cosas al paso; wurst (salchichas), frikadellen (una
suerte de albóndiga de cerdo aplanada entre dos panes) o lo que fuera. Al mediodía los
identificás por la aglomeración de gente, ya sea comiendo o esperando. Y no
sólo comen allí oficinistas. Gente de todas las edades y en casi todas las
situaciones. Restaurantes chinos, indios, de döner o pizzerías, todas las
opciones son válidas para ahorrarse unos pesos euros y comer barato.
Número
tres. Comida en cualquier lado. Como no todos los lugares de comida tienen
mesas, también se estila comer de parado o caminando, döner o pizza en mano. Es
de los hábitos que menos me gustan. La gente anda comiendo mientras va de un
lado al otro, como si nadie pudiera tomarse tres minutos y sentarse en un
parque a comer. Yo no podría. Para colmo dejaría un tendal de comida a mi paso.
Como Pulgarcito pero a la enésima potencia.
Número
cuatro. El pan. Los alemanes aman el pan. Su pan. Sus panes. Hay mil. En
general negros o integrales, de todas formas y tamaños con distintos tipos de
semillas y texturas. En el super ofrecen quichicientos tipos y también en los
centenares de panaderías que hay por todos lados. Ojo que con el pan no se
jode. Y no se come duro, así que hay que comprarlo (casi) a diario. ¡También
los fines de semana! Así que los madrugadores se acercan tempranito hasta su
panadería favorita para traerse el brötchen del domingo. Atención los dormilones, que a las nueve o diez ya no queda nada.
Número
cinco. La cena. La cena es temprano. Tan inverosímilmente temprano que
dependiendo de la edad, el trabajo, el estilo de vida, el día de la semana y la
estación puede llegar a ser a las 17.30. ¡Cinco y media de la tarde! Por
supuesto que también hay alemanes que creen que semejante horario es totalmente
disparatado y prefieren cenar a las 19 o 20.
Número
seis. La (falta de) merienda. Con una cena tan tempranera no sólo no hay
necesidad de merendar. ¡Tampoco hay tiempo! Así que nada de matecito a la tarde
ni leche chocolatada con galletitas.
Número
siete. De aquí y de allá. Uno de los pocos aspectos en los que conservadores y
progresistas se muestran abiertos por igual a todas las culturas del mundo es a
la hora de pagar menos de comer. Restaurantes italianos, chinos, indios,
vietnamitas, griegos, españoles, húngaros, libaneses… y el infaltable döner
kebap. A la hora de comer (y eventualmente, de cocinar) alemanes y alemanas no
lo dudan y se muestran abiertos a probar de todo. Supongo que los extremos
generacionales suelen ser las excepciones. Algún wurst con alguna forma de papa
para los más grandes, schnitzels con … ¡spaghetti! Para los más chicos. Sí, no
me pregunten por qué, pero para los niños germanos el spaghetti es el acompañamiento
perfecto para la milanesa. De no creer.
Yapa
I. El wurst. Con o sin piel. De Turingia, Nürnberg o de donde sea, las
salchichas son uno de los clásicos alemanes y siempre están presentes en
ferias, mercados y puestos de comida al paso. Hay mil tipos y otras tantas
formas de comerlas. Cuenta la leyenda que en Baviera incluso hay algunos
especiales para el desayuno, la cena o épocas específicas del año.
Yapa
II. Los dulces. Hay postres alemanes. Y otros importados. Así que hay de dónde
elegir pero… no sé. Sentimos que a (casi) todos les falta una vuelta. Muchas
tartas y tortas son ricas pero ninguna logra saciar nuestro apetito de azúcares
al por mayor. La ausencia de dulce de leche (¡y sus derivados!) se hace sentir
en postres, helados y golosinas en general.
3 comentarios:
Interesantes diferencias. Alguna vez leí (para variar) que frente a la persona del mundo que desayuna se encuentra el plato, y, a un costado, la taza. Mientras que tratándose de argentinos, al frente se ubica la taza mientras que en los alrededores va el acompañamiento, léase: criollitos, medialunas o tostadas. Pero no he tenido oportunidad de comprobarlo y este tipo de generalizaciones puede ser vaga y exageradamente abarcativa. Entonces, más allá de hoteles y hósteles, ¿es así para la gente de Alemania cuando cuando está desayunando en sus casas? ¿Están pensando en adherir al desayuno tipo americano con huevos revueltos, fiambres e incluso estofados?
En honor a la verdad, Diego jamás se acercó a los huevos revueltos en un desayuno... Y la verdad es que no, ninguno de los dos planea analizar levantarnos más temprano como para ponernos a hacer huevos y demases. Simplemente, cuando estamos en un hostel que incluye todo eso... bueno, frente a la pregunta "¿y por qué no?" no logro encontrar una buena excusa. Aunque,supongo que el estofado está u poco más allá de lo que puedo llegar a probar por la mañana ;)
:)
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