sábado, 5 de noviembre de 2016

Encuentre las siete diferencias: hábitos alimenticios

Número uno. El desayuno. Para empezar, es más suculento. Yogurt, cereales, leche, tostadas. A veces también fiambres, lechuga, tomate y pepino. En algunos hostels también ofrecen huevos revueltos. No puedo negar haber probado incluirlos en mi desayuno ante la mirada azorada de Diego. Cuenta la leyenda que los bávaros llegan más allá e incluyen salchichas de distintos tipos.

Número dos. Comida al paso. Hay restaurantes y hay puestos de comida al paso, bolichitos o puestos, como quieran decirles. Acá se los llama Imbiss. Y hasta muchas carnicerías ofrecen cosas al paso; wurst (salchichas), frikadellen (una suerte de albóndiga de cerdo aplanada entre dos panes) o lo que fuera. Al mediodía los identificás por la aglomeración de gente, ya sea comiendo o esperando. Y no sólo comen allí oficinistas. Gente de todas las edades y en casi todas las situaciones. Restaurantes chinos, indios, de döner o pizzerías, todas las opciones son válidas para ahorrarse unos pesos euros y comer barato.

Número tres. Comida en cualquier lado. Como no todos los lugares de comida tienen mesas, también se estila comer de parado o caminando, döner o pizza en mano. Es de los hábitos que menos me gustan. La gente anda comiendo mientras va de un lado al otro, como si nadie pudiera tomarse tres minutos y sentarse en un parque a comer. Yo no podría. Para colmo dejaría un tendal de comida a mi paso. Como Pulgarcito pero a la enésima potencia.

Número cuatro. El pan. Los alemanes aman el pan. Su pan. Sus panes. Hay mil. En general negros o integrales, de todas formas y tamaños con distintos tipos de semillas y texturas. En el super ofrecen quichicientos tipos y también en los centenares de panaderías que hay por todos lados. Ojo que con el pan no se jode. Y no se come duro, así que hay que comprarlo (casi) a diario. ¡También los fines de semana! Así que los madrugadores se acercan tempranito hasta su panadería favorita para traerse el brötchen del domingo. Atención los dormilones, que a las nueve o diez ya no queda nada.

Número cinco. La cena. La cena es temprano. Tan inverosímilmente temprano que dependiendo de la edad, el trabajo, el estilo de vida, el día de la semana y la estación puede llegar a ser a las 17.30. ¡Cinco y media de la tarde! Por supuesto que también hay alemanes que creen que semejante horario es totalmente disparatado y prefieren cenar a las 19 o 20.

Número seis. La (falta de) merienda. Con una cena tan tempranera no sólo no hay necesidad de merendar. ¡Tampoco hay tiempo! Así que nada de matecito a la tarde ni leche chocolatada con galletitas.

Número siete. De aquí y de allá. Uno de los pocos aspectos en los que conservadores y progresistas se muestran abiertos por igual a todas las culturas del mundo es a la hora de pagar menos de comer. Restaurantes italianos, chinos, indios, vietnamitas, griegos, españoles, húngaros, libaneses… y el infaltable döner kebap. A la hora de comer (y eventualmente, de cocinar) alemanes y alemanas no lo dudan y se muestran abiertos a probar de todo. Supongo que los extremos generacionales suelen ser las excepciones. Algún wurst con alguna forma de papa para los más grandes, schnitzels con … ¡spaghetti! Para los más chicos. Sí, no me pregunten por qué, pero para los niños germanos el spaghetti es el acompañamiento perfecto para la milanesa. De no creer. 

Yapa I. El wurst. Con o sin piel. De Turingia, Nürnberg o de donde sea, las salchichas son uno de los clásicos alemanes y siempre están presentes en ferias, mercados y puestos de comida al paso. Hay mil tipos y otras tantas formas de comerlas. Cuenta la leyenda que en Baviera incluso hay algunos especiales para el desayuno, la cena o épocas específicas del año.

Yapa II. Los dulces. Hay postres alemanes. Y otros importados. Así que hay de dónde elegir pero… no sé. Sentimos que a (casi) todos les falta una vuelta. Muchas tartas y tortas son ricas pero ninguna logra saciar nuestro apetito de azúcares al por mayor. La ausencia de dulce de leche (¡y sus derivados!) se hace sentir en postres, helados y golosinas en general.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Interesantes diferencias. Alguna vez leí (para variar) que frente a la persona del mundo que desayuna se encuentra el plato, y, a un costado, la taza. Mientras que tratándose de argentinos, al frente se ubica la taza mientras que en los alrededores va el acompañamiento, léase: criollitos, medialunas o tostadas. Pero no he tenido oportunidad de comprobarlo y este tipo de generalizaciones puede ser vaga y exageradamente abarcativa. Entonces, más allá de hoteles y hósteles, ¿es así para la gente de Alemania cuando cuando está desayunando en sus casas? ¿Están pensando en adherir al desayuno tipo americano con huevos revueltos, fiambres e incluso estofados?

Nicolás dijo...

En honor a la verdad, Diego jamás se acercó a los huevos revueltos en un desayuno... Y la verdad es que no, ninguno de los dos planea analizar levantarnos más temprano como para ponernos a hacer huevos y demases. Simplemente, cuando estamos en un hostel que incluye todo eso... bueno, frente a la pregunta "¿y por qué no?" no logro encontrar una buena excusa. Aunque,supongo que el estofado está u poco más allá de lo que puedo llegar a probar por la mañana ;)

Anónimo dijo...

:)