miércoles, 20 de junio de 2018

Fotos de miércoles

Viena. No contentos con limitar el campo visual de los caballos, los cocheros vienenes también se dedican al tuning hípico.  

sábado, 16 de junio de 2018

Manual básico de supervivencia turística


LETRA S

Sajón
Dialecto germano inventado por el mismísimo Belcebú y que se habla (en distintas sub-variedades a su vez) en Sajonia, Sajonia-Anhalt y regiones de Turingia. Claro que como los lingüistas no quieren ventilar el origen demoníaco del dialecto, Wikipedia nos quiere hacer creer que es producto de la evolución lingüística regional. Nosotros sabemos que nos es así... En fin, se trata de un verdadero desafío para los hablantes no nativos (y para los germanoparlantes de otras regiones también) en el que hasta las cosas más fáciles se ven alteradas. En lugar de NEIN para negar se dice Ne, o eventualmente, Ne ne. Por otra parte, para decir que sí, en lugar del clásico JA se usa Nu o sus variantes: Nu nu (en Dresden) o Nu ja (en Leipzig). Por si fuera poco, el dialecto (que se escucha a diario en la calle) tiende a sobrepronunciar algunas letras, omitir otras y a transformar todas las CH y G finales en algo así como SHH. Incluso cosas tan básicas como el mismísimo nombre del dialecto cambia respecto del Hoch-deutsch (el Alto alemán -eehhh ameo, alto alemán- o alemán-alemán). En alemán se llama sächsisch, en dialecto se dice seggschs (o algo así, porque como es un dialecto, carece de normas inequívocas de escritura). Si querés saber más sobre esta entelequia diabólica podés leer El dialecto de Sajonia.

Sábanas escandinavas
Tienen sus detractores/as y sus críticos/as. Lo que es seguro es que es una tecnología diferente de dormir... Tenés la sábana que va sobre el colchón y luego una sábana que es en realidad una funda dentro de la cual se pone la colcha o plumón. Entre tu cuerpo y esta funda no hay otra capa y -por lo general- no suele haber capas de frazadas y mantas sobre esta funda ya que aún en invierno entre la calefacción y el plumón suele bastar (hay excepciones, ejém). La sábana para la almohada suele ser también diferente ya que en lugar de las (rectangulares) que conocemos, aquí suelen ser todas las almohadas más bien cuadradas (70x70 / 80x80).

Schengen, espacio
Acuerdo diplomático europeo que permite a los/as ciudadanos/as de los países miembros (como así también a los turistas) cruzar libremente las fronteras internas de los países que la componen. ¿No se supone que la Unión Europea garantiza lo mismo? Ni. Es cierto que la unión debería garantizar el libre tránsito para mercancías y ciudadanos, pero... bueno, la abolición de los controles fronterizos se debe al acuerdo Schengen. De todos modos no todos los países del espacio Schengen están en la unión. En el espacio Schengen están también Suiza, Noruega, Islandia y Liechenstein (que no están en la unión) y no está Inglaterra el Reino Unido, que... mmm... bueno, en teoría estaba en la unión, aunque ahora está en una suerte de limbo zona gris porque post Brexit los ingleses tienen que salir, pero aún no se van. En fin, el espacio te garantiza poder viajar de un lado al otro (siempre que te muevas dentro de las fronteras de países miembros sin mayor problema).

Schnitzel
No menos que en otros campos, la cocina es también un escenario de disputas. Los milaneses dicen que las inventaron ellos y los austríacos les robaron la receta. Hay también alguna leyenda en la cual los milaneses cedieron la receta a los ejércitos imperiales austríacos. Los vieneses dicen que no, que fueron ellos quienes las inventaron. ¿De qué hablo? De las milanesas. En Alemania, una Schnitzel (a secas) es normalmente de cerdo, sino se aclara.

Suizo-alemán
Dialecto helvético del alemán que, llegado el caso, podría devenir idioma, si es que los suizos deciden ponerse de acuerdo en su escritura. Mientras tanto seguirá siendo un dialecto pero por momentos la distancia que hay del Hochdeutsch (Alto Alemán, conocidos por todos como el alemán formal) es tan grande (o casi) como la que existe entre el alemán y el holandés. Si el sajón es ua pesadilla para los hablantes no nativos del alemán, el suizo alemán DEFINITIVAMENTE está en otro nivel. Digamos que es el Freddy Kruger de quienes intentamos chapucear en alemán y aún es complejo entenderlo para los alemanes (con excepción de los bávaros) que deciden acercarse al país de Heidi. Ya sé, mal de muchos...

jueves, 14 de junio de 2018

Por el cantón de Aargau: Baden

Bad y Baden son palabras que aparecen en alemán asociadas tanto al baño como a bañarse y, por tanto, a las aguas termales. Como resultado, en el mundo germano-parlante hay decenas de lugares que se llaman Baden, Baden-Baden, Fulaitensenbad o Bad esto o aquello.
Así que no es sorpresivo que también en Suiza haya una ciudad llamada Baden, famosa, entre otras cosas, por sus baños termales.
Claro que esta Baden fue un centro termal desde la época romana. No sin pausas, ya que el asentamiento romano fue sucesivamente amenazado por los humos y los germanos, estos últimos, bastantes veces. En principio parece una contradicción, ya que si por algo eran famosas estas tribus no era precisamente por su pasión por las aguas termales ni a los baños. Mucho menos por sus hábitos higiénicos.
De todos modos Baden no se llamo Baden hasta el siglo X, algunos siglos antes de caer en las manos de los Habsburgo, cuando la dinastía omnipresente aún no había desembarcado en Viena y sus principales territorios se encontraban en la actual Suiza.
Doscientos años más tarde, en 1415, las fuerzas de la confederación helvética (el núcleo de lo que sería Suiza centurias después) se encargaron de deshacerse de los Habsburgo y por las dudas le prendieron fuego a su castillo de Baden.
De hecho, por haber sido una de las victorias de la confederación sobre los Habsburgo, Baden recibió en numerosas ocasiones a los representantes de los cantones, siendo lugar de dietas y congresos de los representantes suizos por cerca de trescientos años. 

miércoles, 13 de junio de 2018

Fotos de miércoles

Academia del Arte, Florencia, Italia. Al final, Los Locos Adam tampoco inventaron nada. Parece que ya desde el Renacimiento había más de un "tío Cosa". 

lunes, 11 de junio de 2018

Yapa de Chemnitz: Villa Esche

Henry van de Velde fue un arquitecto belga que, junto a Victor Horta y Paul Hankar, es considerado como uno de los padres del art nouveu en Bélgica. ¿Y qué hace un belga en Sajonia? Van de Velde estuvo yirando largo y tendido por Alemania, donde entabló buenas relaciones con una serie de industriales y adinerados varios que estaban bastante interesados por su trabajo.
Van de Velde trabajó también en Gante, puntualmente diseñó la torre de la biblioteca, un edificio que durante nuestra visita a Bélgica estaba tapiado y en obra de renovación, así que no pudimos ver. Pero en Chemnitz tuvimos más suerte y pudimos visitar la villa Esche.
Villa Esche fue el hogar de una rica familia de industriales que dieron a Van de Velde rienda suelta para diseñar su hogar. Van de Velde se tomó la orden al pie de la letra. No porque haya creado un edificio en extremo delirante ni mucho menos. No, para nada. Van de Velde creía que no había que sobre ornamentar ni decorar, que todo cuanto se pusiese en la casa debería poder usarse y tener una función.
¿Entonces? Van de Velde diseñó la casa. La casa y todo lo que hay en ella. La casa, la pintura de las paredes, las lámparas, los muebles, la vajilla. Todo.
Para van de Velde vivir en un hogar implicaba una experiencia total, por lo tanto todo contribuía a generar un conjunto armónico. La única excepción fueron los cuadros familiares del comedor. Del resto, nada escapó a sus manos.
Algo es cierto, no se le puede negar la armonía a la casa. Eso sí, bastante cara les salió a sus dueños.

sábado, 9 de junio de 2018

Ránking de surrealidades viajeras


Le debe haber pasado a (casi) todo el mundo. Mientras viajás, cada tanto vivís alguna situación que, por lo recóndita, inverosimil, kitsch o clara y francamente surreal parece más salida de una película de Fellini que de la cotidianeidad de esta década a la que ya no le quedan tanto años. Y, sin embargo, pasan. De eso se trata esto, de las cosas más increíbles que nos han ocurrido viajando, sin ningún orden en especial.

Inaugurando el ránking... una sorpresa musical, en medio de la nada sajona.

Situación: Finde largo viajando en Vogtland, una región del sudoeste de Sajonia, casi-casi en la frontera con Baviera. Es sábado a las 10 de la mañana. Pasamos por un pueblo recóndito para ver un castillo que, dicho sea de paso, estaba en proceso de ser decorado para una feria medival. Luego de haber visto la atracción local regresamos a la estación de trenes para dirigirnos al destino siguiente. La estación, como tantas otras de los pueblos de la Alemania profunda está clausurada. Es una práctica común en pueblos donde la cantidad de pasajeros no justifica (a los ojos de la compañía de trenes, se entiende) mantener una una estación abierta y atendida por personas. Normalmente estas estaciones se cierran, quedan clausuradas y se ponen un par de maquinolas. Listo.

Volviendo a la historia... Estación clausurada en un pueblo N de Sajonia. Sábado, 10 de la mañana. La playa de estacionamiento de la estación está prácticamente vacía. Sólo hay un instructor dando clases de conducción de motos a una adolescente y dos personas que miran.

De la estación desierta llega un rumor de música electrónica. Se ve, pensamos, que han alquilado algún espacio como sala de ensayo o boliche. Es otra práctica que suele ser bastante común en este tipo de situaciones. Nos sentamos a esperar la llegada de nuestro tren mientras escuchamos el punchi punchi electrónico que viene de algún rincón de la estación.

De pronto, la música se corta. Se hace una pausa y por unos segundos el silencio se impone. De repente comienza a sonar una melodía. Parece extrañamente familiar. A los pocos segundos entiendo por qué. Es Sólo le pido Dios. Se lo digo a Diego. Me mira, lo miro. Y se escucha una voz de mujer que comienza a cantar el tema. Unos minutos más tarde el tema termina y vuelve a sonar la música electrónica. El paisaje sigue siendo el mismo. Una mañana gris de sábado en un pueblo recóndito de una región de los márgenes de la Sajonia profunda.

jueves, 7 de junio de 2018

Finde largo en Polonia: Bydgoszcz


En principio, si hay una entrada de esta impronunciable ciudad es solamente porque fue nuestra base de operaciones para visitar Torun. Para el resto de los mortales Bydgoszcz permanece más bien fuera del circuito turístico polaco. Especialmente si de hispanoparlantes se trata, que suelen visitar Cracovia, Varsovia y no mucho más. Por motivos históricos y afines suele haber unos/as cuántos alemanes/as dando vueltas por Gdansk (Danzig) y Wroclaw (Breslau). En la zona de Torun y Bydgoszcz parece que la mayoría de los/as turistas son, esencialmente, polacos/as. Bueno, y nosotros dos.
 Arriba, la plaza principal. Abajo, el mercado.
Como corresponde a toda buena ciudad polaca que se precie de tal, Bydgoszcz sobresale por la notable cantidad de consonantes que tiene y lo impronunciable de su nombre. Al menos para nuestras lenguas, escasamente preparadas para la pronunciación de cualquier tipo de idioma eslavo. A fuerza de preguntar, escuchar y pedir ayuda terminamos descubriendo que se pronuncia (aproximadamente) "bidóshk" aunque tampoco podría afirmarlo con gran certeza.
Yendo un poco a la historia del lugar, la ciudad -se supone- nació en el siglo trece. Se supone, digo, porque no hay más evidencias que las arqueológicas a este respecto. No hay leyenda gloriosa ni gesta milenaria. O al menos no muy accesible para nosotros.
Parece que originalmente fue un pequeño pueblo de pescadores sobre el Vístula poblado por diversos grupos de eslavos. Como Torun y el resto del área, en algún momento, la zona fue conquistada por los caballeros de la Orden Teutónica, que más tarde volvieron a entregarle la ciudad al rey de Polonia.
Y aquí todo se vuelve un calco de los otros lugares... Polacos, teutones, algún que otro saqueo por parte de los suecos, los polacos de vuelta y tras la partición de Polonia, unos siglos más bajo dominio prusiano con el breve intervalo del período napoleónico. Toda esta vuelta para volver finalmente a Polonia después de la segunda guerra mundial.
La catedral de Bydgoszcz, una de las más coloridas que hayamos visitado.

miércoles, 6 de junio de 2018

Foto de miércoles

Gdansk. El niño Diego junto a un minino remolón.

lunes, 4 de junio de 2018

Finde largo en Polonia: Torun

En la historia europea son varios los corrimientos de las fronteras religiosas, lingüísticas, étnicas y nacionales. Un poquito más para acá, un poquito más para allá, territorios que pasan de un estado al otro para volver más tarde a cambiar de manos. Es interesante porque mientras que hay fronteras muy claras que han durado siglos, otras han sido objeto de constantes corrimientos. Particularmente el oeste (actual) de Polonia es una de esas zonas. Y Torun no es la excepción.
Evidencia arqueológica en mano, lo que sabemos de los primeros habitantes del lugar es más bien poco. Aparentemente, en algún momento llegaron los germanos y se establecieron hasta que luego los eslavos los corrieron hacia el oeste. Sin embargo, entre los siglos X a XII los germanos volvieron a la región en su (re)expansión hacia el este. En este caso, los que se instalaron fueron los caballeros de la Orden Teutónica (no confundir con los de la Mesa Redonda), que establecieron un castillo en esta zona y ocuparon la pequeña aldea de Torun. Ambos fueron (re)bautizados con el germanizado nombre de Thorn, que parece más bien salido del Señor de los Anillos.
 Arriba, restos del castillo de los caballeros teutones. Abajo, parte de la fortificación medieval.
Para el año 1233 el pueblo fue reconocido como ciudad y se transformó -debido a su puente sobre el río Vístula- en una escala comercial de relativa importancia. Thorn creció y se convirtió en un enclave germano en medio de un campo poblado por las más diversas tribus eslavas. Como siempre en estos casos, la historia es mucho menos homogénea en sus fronteras de lo que los nacionalistas nos quieren hacer creer.
En el siglo XIV Thorn / Torun se unió a una vieja conocida, la liga hanseática. Esto vinculó la ciudad aún más a las rutas comerciales alemanas y ediliciamente también se nota en las construcciones de ladrillo. Por si no lo sabías, el estilo en cuestión se llama gótico de ladrillos del báltico (pavada de nombre) y es típico de las ciudades portuarias y comerciales del norte de Alemania, Polonia, los países bálticos y buena parte de Escandinavia. 
Gótico de ladrillos para todos. Arriba, en una de la puertas de acceso, abajo, en la plaza del mercado.
Volviendo a lo que nos interesa (o al menos eso se supone), la ciudad fue escenario de las luchas entre los caballeros de la Orden Teutónica, el reino de Polonia y el Gran ducado de Lituania. Aquí en Torun hubo al menos dos acuerdos de paz entre los beligerantes. El primero dejó a la ciudad del lado teutón; el segundo, del lado polaco-lituano (que ya se habían unido).
A pesar de haber quedado del lado polaco, la ciudad conservó unos cuantos privilegios y una notable autonomía. Consecuentemente, cuando la población alemana de la ciudad (que para entonces era mayoritaria) decidió convertirse al luteranismo, la corona polaca no hizo nada por impedirlo. Podría decirse que fue el principio de una larga serie de tensiones entre católicos y protestantes (que en gran medida respondían a la división entre polacos y germanos) que duraron cerca de doscientos años. Como en tantas otras ocasiones el conflicto acabó en una suerte de guerra civil en la que el rey (sajón) de Polonia decidió que los cabecillas protestantes fueran condenados a muerte y que las iglesias protestantes se conviertieran al catolicismo, dando fin a más de doscientos años de coexistencia de ambas religiones en la ciudad.

En 1793 la ciudad volvió a pasar de manos. Prusia, Rusia y Austria olvidaron momentáneamente sus tensiones y se unieron (por segunda vez) para terminar de repartirse Polonia. Torun quedó del lado prusiano de la repartija y volvió a ser Thorn. Claro que, cuando no, Napoleón mediante, en 1807 la ciudad volvió a pasar de manos y fue incorporada al recién nacido Gran ducado de Varsovia. Este último era, se suponía -además de un títere de Napoleón- algo así como una suerte de estado nacional polaco, sólo que, a su vez, era gobernado por el rey de Sajonia. En fin, una ensalada importante. De nuevo, Congreso de Viena mediante (en 1815), el ducado fue disuelto y sus despojos repartidos (de nuevo) entre Austria, Rusia y Prusia. Como resultado, Torun volvió a formar parte de Prusia, primero y del imperio alemán después.

Cien años más tarde, esta vez luego de la Paz de Versalles que puso fin a la primera guerra mundial, Torun quedó del lado polaco de la frontera. Al igual que Gdansk/Danzig, en la ciudad convivieron las poblaciones alemanas y polacas, no sin tensión. Tensión que, sabemos, aprovecharon los nazis para ganar apoyo electoral (y del otro). Con la invasión de Polonia, los alemanes volvieron a ocupar Torun (una vez más) y la anexionaron al Tercer Reich. Los soviéticos liberaron la ciudad en 1945 y posteriormente, para evitar nuevos conflictos, procedieron a deportar a la población germanoparlante a Alemania. Finalmente la ciudad volvió a formar parte de Polonia y recibió una gran cantidad de migrantes polacos que venían de los territorios polacos que -a su vez- pasaron a formar parte de Ucrania. Ese mismo año, en 1945 se fundó la Universidad Nicolás Copérnico, nacido -imaginarán- aquí en Torun.
 Arriba, el monumento a Copérnico junto a la torre de la municipalidad. Abajo a la izquierda, su casa natal.