Empezamos
a andar por la parte vieja y vemos como las calles van bajando. Yo me enojo un
poco porque hay demasiados autos en las veredas. Me complican las fotos. El
problema no es de los autos, es mío, lo sé. Pero no dejo de sentir que, en
medio de edificios que tienen quinientos años, los autos resultan fuera de
lugar. Además de ser escasamente fotogénicos.
Quizás
les resulte una sorpresa. Pero, como en otras ciudades alemanas, para entrar a
la catedral hay que pagar. Si vas en horario de misa es gratarola pero me temo que, en caso de ponernos a sacar fotos, nos
hagan un juicio por brujería. Para ir de turista hay que gatillar. Obviamente,
como pagamos (yo ¡pago! para sacar fotos) nos hicimos un festín.
La
iglesia en si misma es más antigua que la ciudad, y se supone que una parte del
pueblo tuvo como origen las casas que se fueron “arrimando” a la catedral. Sin
embargo, como esta área no se encontraba en la mejor posición estratégica, el
“núcleo” de la ciudad vieja se fue trasladando hacia la parte más alta. Allí es
donde se encontraba el centro de la ciudad amurallada, donde actualmente está
la plaza de la Rathaus.
Por si
quienes no hablan alemán se lo están preguntando, la Rathaus no es la casa de las ratas (aunque es probable que alguna
haya). Se trata de la “Casa del Consejo”, el consejo de la ciudad, o sea, la municipalidad.
En
Freiberg se encuentra la Universidad de Tecnología y Minería de Freiberg. Fue
fundada en 1735 y es la segunda universidad más antigua del mundo dedicada a la
minería y la metalurgia. La Bergakademie
-como se la conoce tradicionalmente- sólo
conserva en el centro de la ciudad el rectorado, donde los motivos de los
martillos cruzados se repiten una y otra vez. El resto del campus está en las afueras.
Siendo
que la ciudad se dedicó a la minería desde la edad media parece tener bastante
sentido que semejante universidad fuera creada en estos pagos. También tenía un
objetivo claro, desarrollar y modernizar la extracción de metales y carbón. Como
dato de color (aunque no sé de cual) aquí fueron descubierto dos de los elementos
de la tabla periódica (sí, sí, la de química del secundario): el indio y el germanio. Del segundo puedo imaginar el por qué del nombre, del
primero, ni idea.
Otro
de los atractivos de la ciudad es la fortaleza. Aunque hace rato que no ejerce
como tal. La fueron remodelando y recortando hasta ser más un edificio del
montón que una fortaleza propiamente dicha. De sus murallas no queda nada y
sólo puede verse una parte de la fosa. En su interior alberga un museo que se
llama Terra Mineralia. No hace falta
hablar latín con fluidez para imaginar que tendrá piedras, rocas y cristales.
Y, efectivamente, así es.
2 comentarios:
La iglesia es imponente por dentro y por fuera
Por fuera es interesante porque no tiene torres ni nada parecido. Tampoco termina de quedar claro cuál es su frente y cuál la parte de atrás. Por dentro nos encantó. Definitivamente, novecientos años atrás, en el medio de la nada, debe haber sido aún más impresionante.
Publicar un comentario