jueves, 28 de abril de 2016

La aventura de la peluquería

Quizás pueda parecer una novedad pero... los libros de idioma, en general, no incluyen unidades sobre cuestiones básicas del día a día. Suelen hacernos hablar de temas complejos como el consumismo, la discriminación, la contaminación ambiental y la ecología pero poco nos dicen acerca de cómo se compra un adaptador para un enchufe o cómo se alquila un departamento. Mucho menos cómo hago para explicar en la peluquería qué corte quiero.

No digo que fuera la única razón pero no tener ni idea de cómo se conduce el asunto peluquería no fue un motivo menor a la hora de evitar tener que vérnoslas con las tijeras. Hasta que llegó el momento de la iluminación. No, no es pensar que no puede ser tan difícil. Fue distinto. Un instante de inspiración, una revelación. Casi una epifanía. Podíamos ir con las fotos que nos habíamos sacado para las visas y sólo decir wie dieses, bitte (como esto, por favor). Si pronuncio las palabras mágicas y al mismo tiempo señalo la foto… bueno, aunque no sea alemán perfecto, no debería fallar.

Provistos con las fotos en cuestión fuimos hacia nuestra cita con el destino. Nuestro primer intento fue un fracaso rotundo. Todas las peluquerías ya estaban cerradas. Nuestro segundo intento coincidió con un cambio en el horario de atención de la peluquería que habíamos elegido. El tercer intento lo hice solo a las cuatro de la tarde. Estaba seguro de que a esa hora la peluquería estaría abierta. Y, efectivamente, lo estaba.

Hallo. Hallo. Hasta acá todo bien. Me hacen tomar asiento y espero un rato. Cuando me llega el turno saco de mi billetera la foto en cuestión y empleo las palabras mágicas. La peluquera se ríe. Yo me río. Perdón, es que en el libro de alemán no hay una unidad sobre la peluquería. Más risas. Me pregunta dónde estudio alemán. Le contesto. Quiere saber de dónde soy. Le digo. Hablamos un poquito sobre Sudamérica. Muy poquito. Nunca fue pero si estuvo en Mallorca (SIC). Me dice que, a pesar de lo que yo creo, en realidad puedo expresarme bastante bien. Le agradezco y me siento casi realizado. Sin embargo a continuación dice algo que no entiendo. ¿Cómo?
Blablablabla… subenestrujenbajen… blablabla…
Perdón, ¿puede repetir?
Blablablabla… subenestrujenbajen… blablabla…
Ahhhhh
Und auch blablabla… Na ja… Blablablablabla… Ach blablabla…
Claro
Blablablabla
Ajá
Y yo también estuve en otro país casi sin hablar el idioma -dice mientras yo vuelvo a captar el hilo de la conversación-. Estuve en Francia donde hice un curso.
¿De peluquería?
Sí, de peluquería. Y tenía que cortarle el pelo a la gente. Claro que yo había estudiado francés en la secundaria pero no me acordaba de nada.
Es que no es fácil.
Pero en esas situaciones la gente siempre termina expresándose y haciéndose entender.
Como yo, le digo mientras me río.
Sí.
Igual mi problema principal no es hacerme entender. Es entender lo que me dicen cuando me hago entender.

Se ríe. Me río. Para entonces el corte ya estaba casi terminado y sólo quedaban retoques y cosas que si aclaraban con un “OK” o “más corto”. 

Ya está. Antes de levantarme vuelvo a comprobar que no parezco ni el último de los mohicanos ni Cristóbal Colón. No. Tampoco estoy hecho un punk ni tengo mechas de colores. Me parezco a mí mismo en la foto de la visa. Prueba superada.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

jajaja, me hizo falta el botoncito de "me gusta" que traen otras aplicaciones.

Nicolás dijo...

¡Gracias! Es cierto, falta el botón... pero lo bueno es que -aunque requiera un poquito más de tiempo- siempre se puede escribir un mensaje.