martes, 26 de abril de 2016

Königstein (Episodio II)

Con el paso los años, las obras en la fortaleza de Königstein han generado una especie de capas de cebolla que se acumulan sobre el edificio original. Desde el año 1300 hasta el 1900 se fueron incorporando defensa tras defensa, construcciones al último grito de la moda militar. Primero contra flechas y armas de asedio, luego contra disparos de infantería o cañones y -más contemporáneamente- proyectiles de tipo más moderno. Las defensas dejaron de ser las troneras y torres fortificadas y pasaron a ser cada vez más los edificios primero puestos a resguardo del fuego enemigo, que luego comenzaron a estar cubiertos por capas de piedra y arena y –finalmente- enterrados bajo de metros de tierra y concreto.
Durante las revoluciones liberales de 1830 y 1848 la familia real sajona huyó de Dresden, que se encontraba en plena ebullición. Con liberales, socialistas y hasta anarquistas pululando por la ciudad, proliferaron las barricadas y juntas populares. Horrorizados por tanta agitación social, los Wettin vinieron al lugar al que iban siempre que necesitaban sentirse seguros, Königstein. Paradójicamente, cuando las tropas reales controlaron la situación y reprimieron a cuanto revolucionario hubiera por ahí, la parte vieja del castillo hospedó –entre otros- al anarquista Mikhail Bakunin. No porque Bakunin quisiera sentirse seguro sino porque, para que ricos y nobles se sintieran seguros, la justicia real lo había castigado a reclusión y aislamiento civil en una institución militar. De donde yo vengo, a eso se llama cárcel por razones políticas. Eso sí, hay que reconocerlo, como sentencia es un tanto original.
En 1866 tuvo lugar un evento fundamental para la historia de Alemania (que aún no existía como tal), la guerra austro-prusiana. En este enfrentamiento Sajonia participó del lado austríaco, que resultó perdedor. No es que los sajones tuvieran un gran amor por los austríacos. Simplemente, los preferían a los prusianos, que tenían un claro plan para unificar Alemania desde Berlín. Eso sin mencionar cierto rencor histórico ya que luego de las guerras napoleónicas los prusianos se habían anexionado la mitad de lo que había sido el reino de Sajonia. Estaba claro para los sajones que si Prusia ganaba la guerra, su margen de independencia se iba a ver reducido, como, efectivamente, ocurrió. Los acontecimientos de 1866 fueron la última movilización masiva en la fortaleza. Apenas comenzado el tole-tole, el rey y el alto mando sajón se retiraron al campamento militar mientras que los tesoros de la bóveda, la recaudación y el dinero de bancos y empresas fue enviado en tren hasta el pueblo de Königstein y desde allí subido en carretas hasta la fortaleza.
Según la folletería del museo, la operación estuvo coordinada por los servicios secretos sajones, que no dudaron en usar la última tecnología disponible para poner a resguardo el dinero. Así llegaron a informar vía telégrafo el recorrido del tren que traía tan valioso cargamento y mantuvieron al tanto al mando de la fortaleza de cuanto ocurría.
Sin embargo, más allá de poner los barriles repletos de monedas de plata y otros tesoros a resguardo,  nada ocurrió en la fortaleza. El resultado de la guerra fue decidido en batallas que ocurrieron a varios kilómetros de distancia y Könisgtein se mantuvo -nuevamente- fuera del frente de guerra. Una vez más, la fortaleza no había sido puesta a prueba. Hay que decirlo, seguía manteniendo el título de inexpugnable, pero -básicamente- porque nadie jamás había intentado conquistarla.
A pesar de no haber intervenido activamente en la guerra, el resultado de los acontecimientos sí afectó a la fortaleza, que por primera vez en cerca de cuatrocientos años dejó de tener comandante y guarnición sajona y pasó a depender del ejército prusiano. Finalmente en 1871, cuando Alemania terminó de unificarse, el mando prusiano fue reemplazado por… un mando prusiano que ahora representaba al recientemente nacido Imperio Alemán. Lo único que el gobierno de Sajonia conservó fue “la casa del tesoro”, es decir, el depósito donde se guardaban los barriles de monedas (según el cálculo de la audioguía, cuando estaban llenos de monedas pesaban 235 kilos) y los lingotes de oro del tesoro real.
Llegado el caso de estar bajo sitio  el tesoro debería ser trasladado a otro lugar más seguro ya que luego de 1870 ni la altura de la meseta ni las paredes de 1,70 metros de espesor hubieran sido protección suficiente contra los proyectiles.
A comienzos del siglo XX la fortaleza se había vuelto obsoleta. No porque no contase con las obras necesarias sino porque por más esfuerzos que realizaran, el mismísimo concepto de fortaleza inexpugnable había dejado de existir. Con el desarrollo de la aviación y de proyectiles capaces de recorrer mayores distancias (y generar más daño) la idea de Königstein como bastión amurallado carecía de sentido. Claramente hubiera sido un lugar de importancia estratégica y por eso continuó siendo asiento de un destacamento militar hasta después de la primera guerra mundial, pero ya no se realizaron más obras ni se intentó modernizar las defensas. Tampoco hubiera tenido sentido hacerlo.
Durante la primera guerra mundial la fortaleza sirvió como campo de detención para oficiales franceses, belgas y rusos. Mientras que nada dice la audioguía acerca de los suboficiales, sabemos que los oficiales recibían un trato bastante diferente al de sus subordinados. La sociedad jerárquica de la época incluso repetía sus diferencias entre los prisioneros de guerra. Capturado y todo, un general seguía siendo, esencialmente, distinto de un soldado raso, y por tanto el trato recibido era inmensamente mejor.
El fin de la primera mundial marcó el ocaso definitivo de Königstein. De acuerdo con lo establecido en el tratado de Versalles la fortaleza debió ser desmilitarizada. Eso significó que por primera vez en seiscientos años no estuvo a cargo de un comandante militar y que su guarnición fue reubicada. 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Una Historia impresionante y compleja, acorde con la geografía (después de ver las fotos). Hermoso lugar.

Nicolás dijo...

La geografía también hace lo suyo, obvio. Hacia el sur de la fortaleza se extiende el parque nacional de la Suiza Sajona, otro lugar que necesitamos recorrer más a fondo cuando el clima se comporte un poco...