jueves, 18 de agosto de 2016

Cracovia. Primera parte

Cuenta la leyenda que, allá lejos y hace tiempo fue concebido un plan. Un plan para viaje para recorrer Europa oriental incluyendo ciudades y pueblos en Polonia, República Checa, Eslovaquia, Hungría y más allá. Como todo gran plan, al principio pareció realizable. Intenso, sí, pero factible. Lamentablemente pronto el plan demostró ser en realidad demasiado ambicioso y humanamente imposible en el tiempo del que disponíamos, por lo que –muy a nuestro pesar- tuvo que ser descartado. Ello no significa que los destinos tentativos hayan corrido la misma suerte. Sólo que fieles al principio de que  quien mucho abarca, poco aprieta, la gran vuelta fue particionada en múltiples viajes.

A pesar de todo, la idea de la vuelta se las arregló para sobrevivir. Así pues, el comienzo del verano del hemisferio norte nos vio partir con rumbo a Cracovia. De Dresden a Cracovia en micro, de Cracovia a Budapest en tren nocturno (¡con camarote y camas!), de Budapest a Salzburgo con una parada estratégica en Viena. Luego de Salzburgo a Munich y, finalmente, de la capital bávara de vuelta a Dresden.

Como dije antes, nuestro primer destino fue Cracovia. En la actualidad es la segunda ciudad más grande de Polonia, además de una de las más antiguas y un importante centro  económico, académico y cultural. Pero no siempre fue así. Por cerca de quinientos años fue la capital del reino de Polonia, en el siglo IX ya era un centro comercial importante, aunque en el siglo VII era apenas un pueblito perdido en los confines del mundo. Se cuenta que mucho antes de eso, había sido la morada de un dragón. Con un pasado tan rico (en historia e imaginación) está claro por qué la ciudad es considerada una de las joyitas de Polonia. Pero vayamos en orden.

Carbono catorce y evidencia arqueológica en mano sabemos hoy que la colina de Wawel ha estado habitada desde el Neolítico pero recién en el siglo VII  el asentamiento fue reconocido como pueblo. La leyenda, en cambio, nos dice que fue un tal Krakus (de allí el nombre Krákow) quien fundó la ciudad luego de matar a Smok Wawelski, quien además de ser uno de los pocos dragones del universo con nombre y apellido, vivía en una cueva ubicada en la colina de Wawel y aterrorizaba a la población. Luego de dar muerte al bicho cavernícola, Krakus habría fundado la ciudad sobre esa misma colina. Hoy Smok tiene su propia escultura y una variedad de souvenires que serían la envidia e Nahuelito y otros bichos míticos.

Sea como fuere, para el siglo VII el pueblo de Cracovia empezó a sacudirse la modorra y para finales del siglo IX era un centro comercial de relativa importancia controlado por Moravia.  Cien años más tarde, en el 955 el duque de Bohemia se hizo con la ciudad, que ya era uno de los principales centros comerciales de la región y un punto importante en las rutas de comercio con el Mar Báltico.

En teoría, hacia el final de su reinado Mieszko I -que se supone habría sido el primer rey de Polonia-  tomó Cracovia y la incorporó a sus dominios. En 1038 la ciudad se transformó en la capital del reino y cien años después era el principal centro comercial del país.

De esta época son los primeros edificios de ladrillos; el castillo Wawel, la catedral, la basílica y otras iglesias.
Castillo de Wawel
Catedral de Cracovia

Pero, y sin importar lo raro que suene, en 1241 la ciudad fue invadida –y en gran medida destruida- por los mongoles. Sí, sí, los mongoles. Diez años después la ciudad había sido reconstruida siguiendo, teóricamente, los planos originales. Parece que la recuperación fue tan rápida que en 1259 los mongoles volvieron a saquear la ciudad. Para cuando intentaron un tercer ataque en 1287 Cracovia ya contaba con defensas suficientes como para hacerles frente.
En 1364 el rey Casimiro III contribuyó a delinear el perfil académico de la ciudad al fundar la Universidad de Cracovia, la segunda más antigua de Europa Central luego de la Universidad de Praga.
El hijo pródigo de la Universidad fue Nicolás Copérnico, que nunca fue docente aquí sino tan sólo estudiante.
Cuando los reinos de Polonia y Lituania se unieron (sí, se unieron y formaron uno de los reinos europeos más extensos de su época) Cracovia asistió a un nuevo período de esplendor y construcción. Como resultado la ciudad cuenta con un vasto patrimonio que aún hoy preserva; edificios románicos, góticos y renacentistas atestiguan la época dorada de Polonia.

Más o menos por la misma época la comunidad judía comenzó a crecer numéricamente y a construir las primeras sinagogas. Sinagogas, comercios y viviendas se fueron agrupando en el barrio que luego dio origen a Kazimirenz, en su momento declarada ciudad independiente por el rey ¡sorpresa! Casimiro (Kazimir) que quería que alguna una ciudad llevara su nombre. Hoy Kazimirenz es uno de los barrios más animados de Cracovia y tiene cierta movida cultural y culinaria que, al menos a nosotros, nos hizo pensar en la Neustadt de Dresden.

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