Los duques, electores y reyes
de Sajonia tenían para cada situación el castillo apropiado. Uno en Dresden,
para vivir en la ciudad (Residenzschloss). Uno en las afueras de la ciudad,
junto al río, para pasar el verano (Pillnitz). Uno donde refugiarse cuando
algún ejército invasor se acercaba demasiado o estallaba una revolución en la
capital (ver Königstein). Y también, como corresponde a su posición, uno para ir a
cazar.
¿Por qué tanta fijación con la
caza? La deportiva estaba reservada a la nobleza. Legalmente, me refiero. En
cada lugar cambian los detalles pero en buena parte de Europa existieron
regulaciones similares. En tal período del año sólo pueden cazar los nobles, en
tan bosque sólo el duque de esto o aquello, tal animal sólo puede ser cazado
por el rey. Uno de los casos más famosos es el de los cisnes en Inglaterra, que
teóricamente son propiedad del rey, por lo que sólo la familia real pudo
cazarlos por cerca de ochocientos años.
Por lo visto la nobleza
europea ha disfrutado, no sólo de la caza sino también de demostrar sus
beneficios. Como todo ejercicio de poder, parte del show es también mostrarles
a otros que ellos sí pueden. O podían.
Dejando la caza de lado, la
apariencia actual del castillo le fue dada en la remodelación de 1723, cuando
se ampliaron y modernizaron las habitaciones que existían allí desde 1541,
cuando se construyó la primera residencia en el coto de caza de los duques de
Sajonia.
Entre otras cuestiones, el
palacio hoy es famoso por haber albergado en 1972 la filmación de Tres deseos
para Cenicienta o Tres nueces para Cenicienta. Se trata de una coproducción
fílmica germano-checa inspirada en el cuento de Cenicienta y que es un clásico
de la Europa oriental.
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