Al
lado tenemos un vecino. Al menos sé su apellido y lo ví tres veces. Arriba
imaginamos que tenemos vecinos. En teoría hay dos departamentos y se supone que
alguien ha de vivir allí, aunque no tenemos ni idea de quiénes son. Abajo vive
una pareja. A esos sí nos los cruzamos. Y, lamentablemente, no sólo eso. Los
olemos. A ellos no. A sus cigarrillos, ya que tienen el (pésimo) hábito de
fumar en el patio del edificio, recostados sobre la pared a la que da su
dormitorio, justo debajo del nuestro. Y no sólo eso. Por desgracia suelen fumarse
un pucho a las seis y media de la mañana y otro justo antes de acostarse. Como
ahora en verano dormimos con la ventana de atrás abierta, el olor a cigarrillo
nos acompaña cuando nos acostamos y nos recibe a la mañana tempranito…
Pero
salvo ellos y el vecino/vecina fantasma que cierra la puerta de calle dando
portazos, la verdad es que casi creeríamos vivir con todo el edificio para
nosotros. Es cierto que las paredes son gruesas pero no menos cierto es que
nuestros vecinos nos son un misterio.
Alguna
vez hablando con alguien, me preguntaron qué tal eran nuestros vecinos. Luego
de resumir lo que acabo de contar, expliqué que a algunos si los veo por la calle no los conozco. ¿Cómo? -me preguntaron-. Y sí, si no sé quiénes son, no les ví jamás
las caras. Y a los que me cruzo apenas les arranco un hallo. ¿Y tampoco los viste
para la inaguración? –volvió a inquirir mi interlocutor-. Inauguración… pensé. ¿De qué me estaban
hablando? Se ve que mi cara delató mis pensamientos.
¿No hicieron una fiesta de
inauguración? No. ¿No invitaron
nunca a los vecinos? No. ¿Cómo los
voy a invitar, si jamás les ví las caras? Y al de al lado apenas le arranco
un saludo. Ajá, entiendo –me
respondió- es que acá en Alemania se
estila invitar a tus vecinos a una fiesta o algo cuando te mudás. Así los
conocés y te conocen.
Ups.
Quebramos las reglas. Por la misma época se mudaron nuestros vecinos del
primero. Los que fuman y nos bendicen con su humo. Los que viven debajo
de nuestro departamento. Ellos tampoco inauguraron.
Respiré aliviado. Si había una norma que guiaba las mudanzas y que todos
respetaban a rajatablas, no habíamos sido nosotros los únicos en ignorarla.
4 comentarios:
Siempre que ví alguna de esas "fiestas de inauguración", en alguna serie norteamericana, pensé que eran de mentira. Una de esas cosas que sólo existen en la televisión.
Excelente relato. Me divertí leyéndolo
Gracias. Bueno, igual yo. Y ante la duda, no lo voy a creer hasta que me inviten a alguna.
Coincido, da para pensar que les contaron una leyenda urbana
Jajajaja, puede ser. Estaré atento a ver si alguien me invita. También es posible que sea un hábito caído en desuso. Habrá que ver.
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