lunes, 8 de agosto de 2016

Los vecinos

 Al lado tenemos un vecino. Al menos sé su apellido y lo ví tres veces. Arriba imaginamos que tenemos vecinos. En teoría hay dos departamentos y se supone que alguien ha de vivir allí, aunque no tenemos ni idea de quiénes son. Abajo vive una pareja. A esos sí nos los cruzamos. Y, lamentablemente, no sólo eso. Los olemos. A ellos no. A sus cigarrillos, ya que tienen el (pésimo) hábito de fumar en el patio del edificio, recostados sobre la pared a la que da su dormitorio, justo debajo del nuestro. Y no sólo eso. Por desgracia suelen fumarse un pucho a las seis y media de la mañana y otro justo antes de acostarse. Como ahora en verano dormimos con la ventana de atrás abierta, el olor a cigarrillo nos acompaña cuando nos acostamos y nos recibe a la mañana tempranito…

Pero salvo ellos y el vecino/vecina fantasma que cierra la puerta de calle dando portazos, la verdad es que casi creeríamos vivir con todo el edificio para nosotros. Es cierto que las paredes son gruesas pero no menos cierto es que nuestros vecinos nos son un misterio.

Alguna vez hablando con alguien, me preguntaron qué tal eran nuestros vecinos. Luego de resumir lo que acabo de contar, expliqué que a algunos si los veo por la calle no los conozco. ¿Cómo? -me preguntaron-. Y sí, si no sé quiénes son, no les ví jamás las caras. Y a los que me cruzo apenas les arranco un hallo. ¿Y tampoco los viste para la inaguración? –volvió a inquirir mi interlocutor-. Inauguración… pensé. ¿De qué me estaban hablando? Se ve que mi cara delató mis pensamientos.

¿No hicieron una fiesta de inauguración? No. ¿No invitaron nunca a los vecinos? No. ¿Cómo los voy a invitar, si jamás les ví las caras? Y al de al lado apenas le arranco un saludo. Ajá, entiendo –me respondió- es que acá en Alemania se estila invitar a tus vecinos a una fiesta o algo cuando te mudás. Así los conocés y te conocen.

Ups. Quebramos las reglas. Por la misma época se mudaron nuestros vecinos del primero. Los que fuman y nos bendicen con su humo. Los que viven debajo de nuestro departamento. Ellos tampoco inauguraron. Respiré aliviado. Si había una norma que guiaba las mudanzas y que todos respetaban a rajatablas, no habíamos sido nosotros los únicos en ignorarla.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Siempre que ví alguna de esas "fiestas de inauguración", en alguna serie norteamericana, pensé que eran de mentira. Una de esas cosas que sólo existen en la televisión.
Excelente relato. Me divertí leyéndolo

Nicolás dijo...

Gracias. Bueno, igual yo. Y ante la duda, no lo voy a creer hasta que me inviten a alguna.

Anónimo dijo...

Coincido, da para pensar que les contaron una leyenda urbana

Nicolás dijo...

Jajajaja, puede ser. Estaré atento a ver si alguien me invita. También es posible que sea un hábito caído en desuso. Habrá que ver.