Por
raro que suene, entre 1418 y 1436 París estuvo ocupada como resultado de la
guerra de los cien años. Para hacer fácil algo que no lo es, digamos que en
algún momento del siglo XIV hubo un conflicto por el cual dos primos pelearon para hacerse con el trono de Francia. Lo normal en estos casos... cuando un rey muere sin tener hijos, pronto sus sobrinos, primos, ahijados y amigos del tío empiezan a sacarse los ojos a ver quién se queda con la herencia. Claro que en este caso uno de los primitos era el rey de Inglaterra, con lo que la escenita de pelea familiar adquirió todas las características de una guerra internacional. Guerra va, ataque viene, Inglaterra y los duques de
Borgoña invadieron la región. En París la ocupación no duró cien años ni mucho
menos.
Hacia
el siglo XVII la ciudad entre en un período de expansión y construcción. Se
realiza el Pont Neuf y, ya que estamos, el Palais Royal, hoy Place des Vosges,
además de las Tullerías.
A comienzos del siglos XVII también se decidió remodelar y ampliar los jardines de Luxemburgo. La reina consorte de la época, María de Médici, se dedicó a comprar las casas aledañas a su palacio a fin de poder dotarlo de un jardincito un poco más digno.
Un
poco más tarde pero dentro del mismo siglo, uno de los primeros ministros más
novelescos de la historia de Francia también mete su cuchara en la ciudad. Me
refiero al Cardenal Richelieu, malo al-final-no-tan-malo
de Los Tres Mosqueteros.
El Palais Royal, residencia del cardenal Richelieu y luego, del rey. |
A
falta de uno, Richelieu construyó cinco puentes sobre el Sena, además de una
larga serie de capillas, una ampliación de la Sorbonne y, por qué no, un
palacio para sí mismo. Para algo era, después del rey, el hombre más poderoso
de Francia. Y como, a diferencia del rey, como cardenal no podía tener hijos
(no al menos de los legítimos) a su muerte su lujosa residencia fue a parar a
manos de Luis XIII, que lo convirtió en su Palais Royal.
Siguiendo
por la carretera histórica de los Luises, la próxima parada es la de Luis XIV. Conocido
como Luis el grande y El Rey Sol, a lo largo de los setenta y siete años y
ciento diez días que duró su reinado -el más largo de Francia- se dedicó,
principalmente, a consolidar su poder. Modelo de Monarca absoluto y ejemplo a
seguir para todos los aprendices de déspota ilustrado, dejó París por su
palacio de Versalles. Desde el entonces la familia real francesa abandonó su residencia del Louvre, que poco a poco comenzó a ser ocupada por las Academias francesas de arte, pintura y escultura, transformando así el viejo palacio en algo más parecido a su actual función de museo.
Durante
el reinado de Luis XIV se derribaron las murallas de la ciudad, aprovechando el
espacio para la construcción de grandes boulevares. Se ve que la moda viene de
París desde hace ya largo.
También dio comienzo a la construcción de Les Invalides, un complejo que incluye jardines, museos –principalmente de la historia militar de Francia- y monumentos, como así también un hospital y un hogar para veteranos de guerra.
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