jueves, 15 de febrero de 2018

Dos semanitas en Italia: Venecia I

A pesar de que hoy en día la ciudad es considerada como uno de los destinos más románticos de Europa, sus orígenes carecen totalmente del caracter bohemio que en el presente le endilgamos. De hecho, se supone que Venecia nació entre los siglos IV y V, producto de las invasiones germánicas y de los hunos (con Attila a la cabeza). Aparentemente, los habitantes de las ciudades romanas de la región (Padua, Aquilea, Treviso) cansados/as de ser objeto de disputas y saqueos decidieron establecerse en un lugar en el que las hordas de jinetes, hunos y/o germanos no pudieran atacarlos. Qué mejor que un ramillete de 118 islas accesibles sólo en barco para ponerse a salvo… Como ven, al menos en su origen, el grado de romance es -básicamente- cero.
Como lo demuestra la catedra de San Marcos, la ciudad se encontró durante sus primeros siglos de vida vinculada a Bizancio y el imperio romano de oriente. La catedral es hoy en día uno de los edificios de estilo bizantino más importantes de Italia.
Para el año 700 los bizantinos estaban retrocediendo y perdiendo sus posiciones en Italia, que iban cayendo cada vez más en la órbita germánica o en la del papa. Aprovechando esta situación los venecianos fueron ganando cada vez mayor autonomía de Constantinopla y comenzaron a tejer y destejer alianzas un poco a su antojo, trasnsitando una delgada línea que les permitía coquetear con papas, emperadores y los invasores de turno.
Para el siglo VIII ya había algún dinerito extra en Venecia, con lo cual se amplió la basílica de San Marcos, se construyó el palacio ducal, el monasterio de San Zacarías y se renovaron las defensas. La ampliación de la basílica está relacionada con la adquisición de ciertas reliquias, las de, precisamente, el evangelista San Marcos. En la simbología cristiana, San Marcos es representado por el león alado, figura que devino símbolo y emblema de Venecia.
Parece que tanta movida, inversión y ampliación atrajo la mirada de Carlomagno. Viendo que había cierto dinero y que la ciudad comenzaba a establecer una serie de posiciones comerciales, Carlomagno envió a uno de sus hijos a tomarla. Afortunadamente para los venecianos el sitio fue mucho más ruinoso para sus enemigos que para ellos. Y es que lo mismo que aplicaba para Attila y los hunos aplicaba para las fuerzas de Carlomagno. Para tomar Venecia hacían falta barcos. Y no pocos precisamente. Luego de ocho meses las tropas imperiales se retiraron y los venecianos festejaron.
Entre los siglos IX y XII Venecia ganó más independencia del imperio bizantino hasta convertirse en una república marinera. Repúblicas marineras o marítimas es el nombre con el que se conoce al selecto club de ciudades-estado portuarias que hegemonizaron el comercio del mediterráneo. El club está compuesto por Venecia, Génova, Pisa y Amalfi. En el caso de Venecia gobernada por un dux, una suerte de duque electivo.

Como dije, Venecia pronto comenzó a ocupar un rol importante en el comercio mediterráneo, vinculando el imperio bizantino, Medio oriente y la Europa germánica. Y de paso, estableciendo su propio sistema de colonias y posesiones a lo largo de la costa de Croacia, Albania, Grecia y Chipre.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Ciudad interesante y bella; habitantes poco amigables. La mayoría de los que trabajan con los turistas no viven allí porque es muuuuy cara, vienen del "continente"

Anónimo dijo...

En cambio yo; es decir: nada que ver, jaja, asocio Venecia con esos rompecabezas de 1000 o 2000 que siempre quedan sin terminar ...
Bellas fotos, sin duda bello lugar. Un placer leer al respecto.
Saludo

Nicolás dijo...

Jajaja... ¡es cierto! Por alguna razón Venecia, los Alpes y los castillos ejercen un cierto poder sobre los/as diseñadores/as de rompecabezas. Y para estar al tono con las personas que viven "en el continente" y van a Venecia a trabajar, nosotros no nos alojamos allá porque sabíamos, precisamente, que sería más bien carito. Y la verdad es que madrugando un poco y saliendo a las siete de la mañana de Bolonia, un día nos alcanzó para tener un gran pantallazo, ir a la isla de San Giorgio Maiore, a Murano, visitar el palacio del dux, la catedral de San Marcos, subir al campanile y patear bastante de la ciudad. Todo sin prisa pero sin pausa. Obvio que un día más no vendría mal pero bueno... Lo que nos sorprendió fue encontrar opciones de menú a precios decentes. No baratísimo pero tampoco caro, al mismo precio que Barcelona, Madrid, Roma o París... Claro que existen lugares carísimos, pero si mirás bien antes de sentarte, seguro encontrás algo a precio decente.