Cuando
en 1682 Luis XIV mudó la corte real francesa de París a Versalles, transformó el
palacio en un símbolo de su poder y, sin saberlo, en un emblema del absolutismo
y lo que los revolucionarios franceses llamaron el ancien régime.
Pero
Versalles no siempre fue el epicentro de la monarquía francesa. Alguna vez fue
un pueblo de la Île de France, allá lejos y hace tiempo. Al menos hasta que
Luis XIII construyó un pequeño palacio para albergarse mientras cazaba –cuando
no- en la región. (Para más información acerca de por qué tanto fanatismo con
la cacería podés leer Moritzburg)
De
Luis en Luis, no fue sino hasta la época de Luis XIV en que el palacio fue
ampliado. Entre 1661 y 1668 se agregaron las dos alas laterales. Y más tarde,
entre 1678 y 1715 el palacio prácticamente duplicó su tamaño cuando se
agregaron las alas norte y sur.
Superponiendo
datos vemos que para cuando Luis XIV se estableció en Versalles, el palacio
distaba bastante de estar terminado. Tampoco es para exagerar. El Rey Sol no se
mudó a una casa llena de polvo de cemento, paredes sin revocar y ventanas
tapiadas. En absoluto. Y considerando la extensión que tiene el palacio, es
posible que ni siquiera notara los ruidos de los continuos trabajos.
Como
para la época se consideraba que el rey era poseedor del reino, las finanzas
reales y las del rey eran, ¡sorpresa! las mismas. Si entraba dinero en la caja
de la administración pública, era del rey, y viceversa. Con esto en mente, el
ministro de economía de Luis XIV pensó que no había mal que por bien no
viniera. Estableció que como la obra iba a ser llevada adelante con dinero del
reino de Francia, debía realizarse comprando materias primas del mismo reino.
Fácil de decir, no tanto de hacer.
Un
ejemplo básico. En aquellos años Venecia tenía el monopolio de la producción de
espejos. El secreto se guardaba celosamente y gracias a ello la ciudad de los canales se
enriquecía enormemente.
Ahora bien, todos escuchamos hablar alguna vez del Salón
de los Espejos de Versalles. Bueno, quizás no todos pero sí mucha gente. Como
el nombre lo señala, para un salón de los espejos han de hacer falta, entre
otras cosas, espejos.
Espejos que debían producirse en Francia. Ventajas de ser
ministro de economía de un monarca absoluto, se hicieron traer en secreto artesanos
venecianos para que, a cambio de un dinero, revelasen el secreto de su
producción. Claro que la república de Venecia no se quedó de brazos cruzados.
Pronto despachó asesinos para silenciar a los maestros artesanos. Parece, sin
embargo, que llegaron tarde.
En
los apartamentos del rey parece que el estilo imperante se mantuvo desde Luis
XIV en adelante. Aquí el rey tenía sus departamentos protocolares, es decir,
dónde se movía rodeado de cortesanos/as y dónde se acostaba y levantaba rodeado
de toda esta gente. No cualquiera tenía el honor de participar del despertar
del rey, y parece que alcanzarle las pantuflas y ponerle el salto de cama eran
honores que los nobles (y no tanto) se disputaban, ya que simbolizaban el favor
real. En fin, tanto para después pasarle limpiar las orejas de su majestad con
un cotonete …no lo entiendo. Ni aún usando el cotonete real.
Por
las dudas el rey conservaba otra serie de habitaciones, que se conocían como el
pequeño apartamento. Digamos que la entrada era más restringida y su función,
privada. Imagino que aquí podrían dedicarse a lo suyo sin ser observado por un
sinfín de alcahuetes, advenedizos y demases. Por supuesto, como en otros
palacios, cada rey modificaba un poco las estancias a su antojo. Con más razón los reyes de Francia,
puesto que cada uno tenía su propio estilo. Luis XIV, Luis XV y Luis XVI, cada
uno mandó a redecorar los pequeños apartamentos, aunque no nos consta si lo
hicieron utilizando los estilos que llevan su nombre o no.
Como
dato anecdótico, en Versalles hay más de setecientas habitaciones. Obviamente, no todas
eran usadas por el rey. Ya dijimos que estaban los apartamentos del rey y los
apartamentos privados. La reina también tenía los suyos, claro está. También
había salas con funciones protocolares, como el Salón de los Espejos, las salas
de banquetes, las de bailes, la capilla y otras que tenían una función más
lúdica, como el teatro.
Sin
embargo, la cuenta es simple, siguen faltando habitaciones. Muchas estaban
también destinadas a la corte y los nobles en general. Lindo caldo de cultivo.
Alguien que cree ser el estado rodeado de personas dispuestas a hacérselo
creer… En fin, para el rey era una forma
de tener a los nobles controlados y, seguramente, de tener algún representante
de cada familia en caso de emergencia. Para los cortesanos… bueno, lo de siempre,
quién tiene la habitación más grande, qué familia tiene más, quién está más
cerca de la entrada, quién del rey.
Y
así, claro, había familias enteras que vivían en Versalles mientras que otras
apenas tenían una habitación que se usaba para cambios de ropa y rosqueos,
teniendo que construirse una residencia en el pueblo de Versalles, que parece
que experimentó un ligera burbuja inmobiliaria. Si al final, ya nadie inventa
nada.
3 comentarios:
Parece de cuento... Cuesta entender que allí se vivía.
Y que no había baños (cuentan)
:)
Por eso había tanto perfume y andaban empolvados/as. Cuenta la leyenda que se pueden contar con los dedos de una (¡UNA!) mano la cantidad de veces que Luis XV se bañó, muchas de las cuales fueron por estricta prescripción médica. Y no, baños - baños no había. Había habitaciones que tenían esa función pero ni tenían agua corriente ni bañera.
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