jueves, 8 de marzo de 2018

Dos semanitas en Italia: Pisa

Como corresponde, nuestro primer viaje a Italia está plagado de ciudades con fundaciones míticas, columnas romanas, campanarios de iglesias, revueltas medievales, conflictos con Papas y glorias renacentistas. Y Pisa no es la excepción.
Pareciera haber dos o tres hipótesis principales para la fundación de Pisa y son, más o menos las mismas que hemos encontrado en tantos otros lugares en este viaje: griegos, etruscos o galos. Así están los/as arqueólogos/as, agarrándose de las mechas cada vez que alguien encuentra alguna evidencia que sustente una u otra teoría. En todo caso la ciudad se sabe antigua y se estima que fue fundada poco tiempo después de la guerra de Troya.
Originalmente se encontraba (casi) en la costa. Sorprendentemente, gracias a los sedimentos que aportaban (y aportan) los ríos que la atraviesan, la costa se fue alejando y hoy Pisa está a casi 10km del mar Mediterráneo. Hace 600 años probablemente estaba a 7 kilómetros y a principios de la era romana esa distancia debe haber sido bastante menor.
Como en buena parte de Toscana, tenemos una serie de conocidos que participan una y otra vez de los mismos procesos. La ciudad conoce años de esplendor en la era romana, luego las invasiones bárbaras la ponen en jaque. La toman los lombardos, se la sacan los bizantinos, vuelven los lombardos y finalmente llega Carlomagno. Hasta aquí, cartón lleno.

Para el siglo X Pisa ya era una de las principales repúblicas marítimas. Las otras eran Amalfi, Génova y una ciudad que por entonces recién se incorporaba al club: Venecia. Por aquella época, la ciudad controlaba una gran cantidad de rutas que estaban en constante jaque por los piratas sarracenos (léase, del norte de África) que habían ocupado por aquella época Córcega, Cerdeña y partes de Sicilia. Ya sé que normalmente cuando pensamos en musulmanes en Europa normalmente pensamos en Andalucía y el sur de España pero lo cierto es que sus correrías los llevaron a varios puntos del continente. De esta época viene la pablabra corsario, porque salían de puertos corsos, es decir, de Córcega.
En fin, entre los siglos X y XI Pisa se alió con Génova para expulsar a los sarracenos de Córcega y Cerdeña. La alianza tuvo éxito y a lo largo de cien años ambas ciudades se las arreglaron para conquistas y colonizar las islas, echar a los árabes de sus bases sicilianas y emerger como potencias comerciales. Gracias a la toma de Palermo, la plaza fuerte de los musulmanes en Sicilia, los pisanos financiaron la construcción de su catedral, ya que se hicieron con la mayor parte del botín.
Hablando de botines, parece que los pisanos pronto le fueron tomando el gustito al saqueo y, junto al comercio, comenzaron a dedicarse a a ocupación de bases, colonias y puertos enemigos. A lo largo del siglo XI participaron de las cruzadas y establecieron bases en medio oriente, además de aliarse con los condes de Barcelona para expulsar a los moros de las islas Baleares. Con cada campaña exitosa Pisa ampliaba su riqueza y la Piazza del Duomo se engalanaba con algún nuevo edificio destinado a simbilizar la gloria de la república.
Claro que esta política tenía un problema. O tres, para ser exactos. La expansión en Medio Oriente hizo que Pisa chocara con Venecia. Los intereses de Pisa en el Mediterráneo occidental la hacían enfrentarse con Génova. También en Toscana la ciudad mantenía relaciones cada vez más tensas con Florencia, la otra potencia regional emergente. Imaginarán lo que pasó: “el enemigo de mi enemigo es también mi amigo”. Las tres ciudades se aliaron. Para colmo la corona de Aragón comenzó a disputarle a Pisa el control sobre Cerdeña. En el lapso de ciento cincuenta años los pisanos tuvieron que retroceder en todas sus posesiones a tal punto que para comienzos del siglo XV habían perdido tdas sus colonias y tenían a los florentinos sitiándolos. Definitivamente, su cuarto de hora ya había pasado.

1 comentario:

Anónimo dijo...

...l'historia vuelv'a repetirse... (dice el tango)