lunes, 5 de marzo de 2018

Dos semanitas en Italia: Palazzo Pitti

Tiene cero relación con el ex cantante de Intoxicados. De hecho, el Palazzo Pitti ha estado allí desde hace mucho más tiempo que el hoy casi olvidado personaje.
Su nombre le viene dado por su primer propietario, Lucca Pitti, un rico banquero local que constuyó la que -en 1458- fue la más lujosa residencia de la ciudad. Casi cien años más tarde fue adquirido por Leonor de Toledo, esposa del duque Cosme I, quien invirtió un billete en la ampliación del palacio, convirtiéndolo en la principal residencia de la dinastía.
Hasta 1737 fue asiento de los Médici. Luego, se transformó en uno de los muchos objetos de deseo de la sucesión dinástica. Como siempre, cada vez que muere el último descendiente de una dinastía sin sucesor, las familias nobles desempolvan sus árboles genealógicos para justificar su carroñeo su pretenciones al trono.
El Palazzo pasó a mano de los Habsburgo-Lorena, primero, particularmente, de Francisco I, esposo de la emperatriz María Teresa. Luego entró en escena Napoleón, que -para variar- metió la cuchara para reacomodar el mapa italiano, pasando el palacio a ser una especie de residencia napoleónica en Italia, para comenzar así una larga seguidilla de pasos de-mano-en-mano para terminar siendo la residencia principal de los Saboya, reyes de Piamonte, primero y de Italia después. De hecho, entre 1860 y 1871 fue la principal residencia de la monarquía italiana, fundamentalmente ya que Florencia fue capital del unificado reino hasta que en 1871 los Saboya ocuparon Roma, hasta entonces, en manos del Papa.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¿No sufrieron el Síndrome de Stendhal?

Nicolás dijo...

Debo confesar tuve que googlear el síndrome de Stendhal... Yo me atrevería a decir que, en principio, no. Sin embargo Diego podrá decir que en contadas ocasiones lo he mirado y le he dicho "gracias por traerme". En principio los que recuerdo han sido París y Venecia. La primera vista del coliseo también fue una imagen impactante. Seguramente pueda tirar alguno más. Habría que ver qué piensa Diego...

Anónimo dijo...

Mmmm... no creo haber llegado a sufrir el síndrome de Stendhal al punto de tener temblores o alucinaciones, aunque algunos lugares son realmente muy impactantes. Sí he llegado a sentir un ritmo acelerado y palpitaciones al escuchar música en conciertos en vivo y también con algunos discos. Recuerdo instantáneamente ahora la llamada sonata Waldstein de Beethoven, tercer movimiento, interpretada por Claudio Arrau, por si a alguien le interesa.