lunes, 19 de marzo de 2018

Dos semanitas en Italia: San Gimignano

Si fuimos a San Gimignano fue porque dos personas (que no se conocen) nos recomendaron fuertemente que fuésemos. Una de ellas fue Susanne, mi tándem de alemán. Ella estuvo en Toscana hace algún tiempo y (afortunadamente) nos insistió para que fuéramos. Ciertamente no es el único lugar que visitable de la campiña toscana pero bien vale el esfuerzo. 
Digo esfuerzo aunque no es tan complejo. Hay que ir a Siena y de Siena tomar un colectivo que te lleva a pasear un buen rato hasta llegar. O tomar el tren en Florencia y llegar hasta el (casi) ignoto pueblo de Poggibonsi, donde tenés que tomar el (mismo) dichoso colectivo que te lleva a pasear un poco menos antes de depositarte en las puertas del pueblo. Lo digo literalmente, porque la parada está junto a la puerta que te permite cruzar las murallas del lugar.
Si tenés movilidad propia es otra historia pero siendo nosotros gente de a pie (o en su defecto, transporte público) no nos quedó otra opción que la ruta larga. El dato a tener en cuenta es que los boletos del colectivo en cuestión se compran en los kioscos y afines o, una vez allí, en la secretaría de turismo del pueblo. Fiel a nuestro estilo de empezar temprano y callejear mucho para terminar exhaustos por la noche, visitamos Siena y San Gimignano en un sólo día. Siena definitivamente da para más. Pero... ¿de qué ciudad de Toscana no puede decirse lo mismo?
Volviendo a San Gimignano, su nombre se debe al obispo Giminianus, que en el siglo V intervino para que -en su (arrolladora) marcha a Roma- Attila no destruyera el lugar, que hasta entonces se había llamado Silvia. A pesar de lo que su nombre pueda evocar, Silvia era una suerte de castillo-fortificación con una población bastante reducida. 
Como consecuencia del cambio de nombre, se constuyó en la fortaleza una iglesia dedicada al santo en cuestión y pronto el castillo comenzó a convertirse en una suerte de ciudad amurallada. Con los  siglos  las murallas se ampliaron y algunas de las familias nobles de la zona comenzaron a establecer residencias en San Gimignano. 
Al igual que en Bolonia y en buena parte de Toscana, estas familias comenzaron a construir torres dentro de la ciudad que se usaban ya fuera como depósitos, cajas fuertes, prisiones (privadas), lugares de alojamiento y, en caso de emergencia, fortaleza dentro de la ciudad. 
Y a pesar de que muchas fueron derrumbándose por acción del tiempo, los terremotos y las necesidades urbanas (que tuvieron efectos más destructores en Bolonia, Siena, Lucca y, sobre todo, Florencia, aún sobreviven cerca de una docena.

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